Resulta primitivo, ingenuo, pueblerino y estúpido pensar que el terrorismo sólo afecta a unas pocas personas. Todos los habitantes de este planeta somos potenciales objetivos del terrorismo, y no se trata de una de esas demagogias baratas del columnista de turno. Se trata de una verdad tan real como terrible.
En Nueva York, en Madrid y en Londres lo saben muy bien, porque es allí donde se han producido los atentados más espectaculares. Fue allí donde personas que trabajaban en las Torres Gemelas o viajaban tranquilamente en tren o en guagua perdieron la vida sin saber que estaban siendo acechados por la sinrazón de los que colocan las bombas. Fueron atentados planeados, premeditados y con fecha para el recuerdo, siempre un 11. En el caso de la capital inglesa, un 11 en el que se mezcló la euforia incontrolada y etílica por haber recibido el premio de la organización de los Juegos Olímpicos de 2012 con la mayor de las tristezas y de las indignaciones posibles.
Insisto en que hay que ser muy tolete para pensar que incluso en lugares como Lanzarote el terrorismo nos coge lejos. No me gustaría tener que recordar que en esta misma tierra se ha detenido a personas a las que se ha vinculado directamente con los atentados de Madrid del 11-M y con el último atentado de Casablanca, o que en esta tierra tenemos alguno de esos durmientes enviados por los que controlan las masacres dispuestos a activarse y a convertirse en armas de destrucción masiva en cualquier momento. ¿Estamos al margen? Pues no, no lo estamos.
El terrorismo nos afecta a todos, todos podríamos un día convertirnos en víctimas. Esto debería estar muy presente en la conciencia colectiva de la sociedad para que empezaran a cambiar algunas cosas. Por ejemplo esa estupidez de la que antes hablaba reflejada en el papanatismo expuesto por el príncipe Alberto de Mónaco durante el turno de preguntas a la candidatura de Madrid a esas olimpiadas que se llevó Londres. El sospechoso miembro del Comité Olímpico Internacional (COI) -casi nadie duda de que Chirac le obligó a ir y a preguntar lo que preguntó- se despachó a gusto dejando en evidencia a la que era sin duda la mejor candidata por varias razones que ahora no voy a relatar, y lo hizo con algo tan primitivo como es sembrar la duda sobre la capacidad de la capital de España para impedir posibles atentados terroristas, aprovechando que días antes el estadio de La Peineta fue objetivo de ETA.
Independientemente de que aquí tengamos la desgracia de tener un terrorismo autóctono, el sospechoso Alberto de Mónaco se libró de un buen repaso simplemente porque los muchos asesores que supongo que tiene nuestro presidente del Gobierno no le ilustraron bien sobre la respuesta que había que dar a un asunto que era evidente que iba a salir.
Zapatero, que se marcha este miércoles de Lanzarote, se mostró timorato y escaso de ideas, fue incapaz de recordarle al heredero del gran casino monegasco que Madrid no es la única ciudad del mundo objetivo constante del terrorismo, fue incapaz de enumerarle los muchos acontecimientos y eventos que se han organizado en esa ciudad sin que suceda nada, fue incapaz de estamparle en la cara una relación detallada de los agentes y del material del que disponen las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Pero sobre todo fue incapaz de anticipar algo que era evidente, que a cualquiera de las candidatas le podía pasar lo mismo que le ha pasado a Madrid. Si hubiera tenido una bola de cristal, o si los rapeles o aramises fusteres del mundo vieran realmente lo que dicen que ven, habría podido anticipar que la adjudicataria de los juegos sufriría al día siguiente un atentado similar al de Madrid.
No estaría de más que rivalidades políticas aparte los grandes países del mundo se sentaran a hablar en serio de terrorismo, se dejaran de responsabilizar de errores flagrantes como el de la guerra de Irak y lucharan unidos contra aquellos que siguen empeñados en imponer sus ideas a través del terror y la destrucción, un grupo de fanáticos segadores de vidas que carecen de espíritu, cerebro y escrúpulos. No estaría de más que el proceso de negociación con la banda terrorista ETA culmine en algo positivo, y no que pasen del asunto como el que pasa de ir a comprar el pan un domingo porque prefiere quedarse en casa con el pijama, el mando y un kilo de palomitas. Y no me gustaría darle la razón a los proetarras, pero creo que en parte la tienen. Estamos ante una oportunidad histórica de terminar para siempre con una barbaridad sin sentido que ha atemorizado a todo un pueblo, a nuestro pueblo. No conviene que nadie se relaje.
Siento mucho lo que pasó en Londres, como sentí mucho lo que pasó en Madrid, lo que pasó en Nueva York, lo que pasó en Moscú, lo que pasó en Jerusalén, lo que pasó en Bagdad, lo que pasó en Casablanca... Y como lo siento, me parece que necesitamos políticos que lo sientan igual y que no se sientan protegidos y cómodos con el culo aposentado en sus cómodos sillones de piel.
Agradecimiento: Agradezco enormemente al periodista Maxím Huerta no sólo que haya leído la columna que escribí sobre el periodismo sino que haya respondido amablemente a la duda que planteaba. Sigo pensando no obstante que se ha perdido un magnífico presentador de informativos, aunque ahora ya entiendo sus razones, que las tiene.