Los males del sector primario de Lanzarote siempre han tenido un denominador común: el dinero. Ha sido el dinero el responsable de muchos de los problemas del pasado que irremediablemente se trasladaron hacia el inquietante futuro actual. Con la pesca tocada y hundida y las grandes producciones de cebolla y papa por los suelos, lo único que parece tener algo de vida es la uva. Por eso me llama la atención el poco caso que la clase política ha hecho y hace a los viticultores, verdaderos responsables de la conservación de un singular paisaje del que nos beneficiamos todos. Únicamente la visión de los bodegueros, el esfuerzo de los agricultores y el seguimiento hecho por el Consejo Regulador han conseguido colocar a los caldos de Lanzarote en un lugar al que algunos pensaron que jamás llegarían. Las previsiones de la producción de uva de este año finalmente se han desbordado, como se desbordaron el año anterior, lo que tendría que ser una excelente noticia si no corra el riesgo más que cierto de que las bodegas sean incapaces de absorber todo el fruto. El año anterior ese riesgo pasó como una estrella fugaz por la intervención del Cabildo, que supo coger el toro por los cuernos antes de que hubiera que lamentar la primera cornada, que suele ser la que provoca la herida más traumática y difícil de cerrar.
Lo increíble es que después de que aquella compra terminara convirtiéndose en vinagre, después de que se hablara largo y tendido sobre las medidas que habría que adoptar para que no se repitieran los apuros del sector, estamos peor que nunca. Mucha uva, el fruto que sirve para darle color y forma al paisaje más singular y visitado de la Isla, terminará por los suelos, botada como si no reuniera las condiciones que reúne. ¿Qué está fallando, por qué una cosecha excelente se convierte siempre en un terrible problema? Porque no hay nadie capaz de hacer algo para remediarlo, no existe interés, voluntad e inteligencia suficiente para no sólo hacer frente a la compra de una cosecha de cuatro millones de kilos -como si fueran diez- y sacar al exterior un vino que no tiene nada que envidiar a otros que se venden en todo el mundo por toneladas. Nuestro vino es un poco más caro, pero seguro que con un poco de voluntad se vende igual de bien que el que llega de fuera, porque algunos empresarios del sector turístico se han concienciado ya y están vendiendo el producto en sus establecimientos alojativos. Me viene a la mente el caso del Grupo Fariones, por poner un ejemplo.
Una vez más, con el problema a la chepa, toca de nuevo pensar en el futuro, para lo que debemos huir de iluminados que propongan crear planes agrarios o cosas que se parezcan, porque de eso ya tuvimos amargas experiencias en el pasado más reciente que no merecen ser repetidas ni recordadas. El futuro pasa por una planificación seria que consiga salvar lo que queda del sector y rescatar lo que sea factible rescatar, y para ello, al margen de obligar a quien hay que obligar a que venda el vino, me da la sensación de que es fundamental que de una vez por todas se resuelva el culebrón del Complejo Agroindustrial de Teguise. Con el caso que provocó la ruptura en dos mitades del Partido de Independientes de Lanzarote (PIL) todavía en los tribunales de justicia, reconociendo la mala gestión que hizo el propio Dimas Martín de una de sus muchas buenas ideas, parece que ha llegado la hora de ponerse a calibrar cuánto le costaría realmente al Cabildo hacerse con esas magníficas instalaciones y en qué condiciones se haría la operación. Sería para la próxima legislatura, porque en esta ya está todo agotado. El dinero que queda y los créditos que ya se están pidiendo, sabemos que es para el apretón del vago, para hacer las obras que luego lucen en la campaña. Con inteligencia, con ganas, se puede obtener mucha rentabilidad de un lugar que se pensó para que los viticultores pudieran llevar su uva o para que los ganaderos pudieran llevar su leche. Hace falta voluntad política y transparencia en la operación, pero se puede hacer.
Como todo tiene que ver con el dinero y como está claro que el Gobierno de Canarias no va a dar un céntimo de euro hasta que no vea seriedad en el Cabildo, habría que convencer a sus mandatarios de que se pusieran a trabajar en serio en este proyecto. A bote pronto se me ocurren algunas ideas. ¿Cuánto dinero se está sacando en estos días de los Centros Turísticos? Mucho, claro. Estamos a tope y eso se tiene que notar. Si no, que se lo digan a los sufridos turistas que esperan en las tremendas colas que se están montando todos los días en Timanfaya. ¿En qué se va a invertir todo ese dinero? Pues esperemos que en cuestiones que repercutan en el interés general de todos los lanzaroteños, deslices a parte como el de la cena de Santa Marta. ¿Y qué puede ser mejor que el mantenimiento de su sector más deprimido?
Aquellos que consideran ridículo mantener la agricultura de fin de semana -así la denominan los que denostan el trabajo de los hombres y mujeres del campo- a través de las subvenciones siguen sin darse cuenta de lo importante que es su aportación a la conservación del paisaje de Lanzarote. ¿Existiría La Geria si no se cultivara la vid, tendríamos los terrenos limpios y con la piedra en su sitio si no se sembraran? Pues no, claro que no. Por eso es fundamental que con una política seria -insisto en esto- se inviertan esos beneficios y se canalicen las subvenciones que vienen de fuera en la consolidación de lo poco o lo mucho que todavía nos queda. Y sólo me estoy refiriendo al campo, porque para hablar de la pesca se necesita al menos otro artículo como este.