lunes. 12.05.2025

Lanzarote es un lugar de enormes contrastes. Sólo aquí pueden convivir a pocos metros de distancia calles con el nombre de José Antonio Primo de Rivera y Dolores Ibárruri “La Pasionaria”. Sólo aquí puede haber monstruosos hoteles encima de paradisíacas playas. Es aquí, donde se producen estos desequilibrios de la razón, donde también suceden cosas imposibles de comprender. Me detengo en una de ellas, el increíble “traslado-destitución-cese” o como lo quieran definir del comisario de la Policía Nacional en Arrecife, Raimundo Villanueva.

Hace tiempo, antes de que conociera a la persona pero sí conociera sus hechos, escribí un artículo hablando de la figura de este singular policía, alguien que fue capaz en muy poco tiempo de ganarse el respeto, la admiración y el cariño de este magnífico pueblo. Por lo que se refiere a los medios de comunicación, fuimos testigos de una metamorfosis que cambió la oscuridad por luz. De repente empezamos a saber la verdad de la labor policial, lo bueno y lo malo, conocimos su trabajo en precario y las dificultades a las que se enfrenta un cuerpo de seguridad ciudadana que no tiene ni los recursos humanos ni materiales necesarios para atender a la siempre creciente población de la capital de la Isla.

Así empezaron todos los problemas de don Raimundo, con su cercano trato a los medios de comunicación. Resulta que a los que mandan a los que mandan no les hizo demasiada gracia que un funcionario público contara la verdad de las cosas. Parece que era mucho mejor que los medios y los ciudadanos siguiéramos viviendo en la peor de las cegueras. No querían que nos acercáramos, aunque fuera de refilón, a la realidad que nos rodea. Casi a diario comenzaron a llegar a las redacciones de los medios comunicados de prensa en los que se narraba en silencio la frustración colectiva de un cuerpo que se tenía que resignar a detener veinte o treinta veces al mismo sujeto al que a la hora del desayuno veían tranquilamente caminando por la calle.

No sé quién ha movido los hilos para que Raimundo Villanueva deje de ser comisario en Arrecife. Desconozco quién ha propiciado que la plaza que se había ganado a pulso recaiga en José Antonio Fernández García-Camacho, un hombre de aspecto rudo y de apellido largo contra el que por supuesto no tengo nada. Sé que el director insular de la Administración General del Estado, Marcial Martín, hizo lo posible para que don Raimundo se quedara entre nosotros, pero alguien tiró de un hilo que está por encima de los que él alcanza.

Me parece increíble que se prive a los ciudadanos de Lanzarote de la presencia estable de una persona que no sólo se había adaptado perfectamente a la idiosincrasia de este pueblo sino que disfrutaba enormemente con su trabajo. Durante años nos quejamos de la interinidad de un puesto vital para controlar algo tan básico como es la seguridad ciudadana. Muchos rezamos para que llegara alguien eficaz, trabajador y que no tuviera ganas de marcharse a los cinco minutos de estar aquí. Los rezos tuvieron respuesta, llegó don Raimundo, pero la política, que siento decirlo pero ha ejercido en este asunto de fuerza del mal, cambió todo.

No quiero ni pensar las conversaciones que ha habido antes de que se adoptara la decisión definitiva. Supongo que en ellas tuvo participación también la clase judicial, los encargados de impartir justicia que a veces se olvidan de la lógica a la hora de tomar decisiones. Los mismos a los que no les sentó nada bien que se enviaran notas de prensa a los medios resaltando el cachondeo que supone ver a los delincuentes entrando por una puerta y saliendo por la otra, o a los policías que se juegan la vida cada día en las calles testificando como acusados de maltratos que jamás cometieron.

En este país el que no tiene padrino no se casa, y Raimundo Villanueva no lo tenía. Siento enormemente su marcha, como estoy seguro de que la sienten muchos ciudadanos de Lanzarote que imagino que estarán igual o más indignados de lo que estoy yo en el momento de escribir estas líneas. No he tenido tiempo de hablar con él, por el lío de estos días de la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero y su familia a la Isla, pero me ha dicho mi compañero Ricardo Jordán que se marcha a Telde. Algo me dice que los teldenses no le van a disfrutar por mucho tiempo, y algo me dice que su marcha de Lanzarote no es definitiva. Ojalá, ojalá esté en lo cierto y vuelva pronto.

La marcha de don Raimundo
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