domingo. 11.05.2025

Recuerdo perfectamente qué hacía el 18 de mayo de 1998 cuando vino al mundo la moratoria turística de Lanzarote, como recuerdo perfectamente qué hacía el 20 de mayo de ese mismo año cuando el Real Madrid ganó la primera Copa de Europa de color, como recuerdo perfectamente qué hacía el 11 de septiembre de 2001 cuando dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas de Nueva York. Son fechas y momentos que uno, por distintas razones, no puede olvidar. Si no me equivoco, era lunes, había pasado un estupendo fin de semana y me habían enviado al Cabildo para no se sabía muy bien qué. Estaba contento porque al día siguiente era mi cumpleaños, y como era bastante más joven que ahora -¡cómo pasa el tiempo!-, pensaba celebrarlo como se deberían celebrar siempre los cumpleaños, con una buena fiesta. Agustín Acosta me dijo que fuera por el Cabildo porque algo importante iba a ocurrir. Me llamó la atención que siendo algo importante fuera el único periodista que estaba en la institución. Como no sabía qué hacer, me dediqué a charlar con Agustín y María José, por entonces los maravillosos responsables de un Gabinete de Prensa que distribuía información a muchos menos medios de los que hay hoy en la Isla. Desde luego, no había los malos rollos que hay ahora. A pesar del intento de distracción, que lo hubo, en seguida me di cuenta -no hacía falta ser Sherlock Holmes- de que algo raro pasaba en el despacho de la Presidencia, donde Enrique Pérez Parrilla estaba reunido con sus compañeros del Grupo Socialista. Segundo Rodríguez, por entonces creo que consejero de la Presidencia, entraba y salía del despacho con un montón de folios y con cara de tener mucha prisa. Intenté hablar con él en un par de ocasiones, pero fue imposible. Le vi sofocado, y me preocupé bastante.

Tuvo que ser María José Alonso la que me puso sobre la pista de lo que estaba sucediendo. Espero que no se moleste por delatarla. “Están preparando las cosas para aprobar una nueva revisión del PIOT”, me comentó en un susurro casi imperceptible. “¿Qué?”, pregunté con cara de bobo. “¡Lo de la moratoria, leche!”, imagino que me debió gritar. No hizo falta que me dijera más. Supe en seguida que el tema era de enjundia, digno de ser contado lo más rápido posible. Uno tenía ya el instinto asesino que debe tener cualquier periodista que se precie de serlo. Quería contar la noticia antes que el resto, dar una primicia.

Me acuerdo que llamé a Agustín, le expliqué lo que sucedía, concretamos que lo que se iba a hacer era aprobar la moratoria turística -el decano de la prensa insular llevaba varios meses hablando del tema en los bajos del hotel Lancelot con su amigo (y el mío) Gerardo Fontes, en un singular programa televisivo que se hacía en un formato que no se ha vuelto a repetir y que tenía una audiencia que no se repetirá jamás en la televisión local- y nos pusimos manos a la obra. Hice desde el Cabildo una rápida crónica de la situación que fue radiada a toda la Isla desde los estudios en los que ahora mismo se emite la señal de Lanzarote Radio. Fue un tanto periodístico que nos apuntamos y una magnífica noticia para todos aquellos que estábamos convencidos de que la única forma de conservar la Isla en el estado en el que estaba entonces era adoptando medidas contundentes que frenaran la especulación y el crecimiento alojativo. Y que nadie se llame a engaños, puedo prometer y prometo que la moratoria turística nació así. La idea se gestó en los bajos del hotel Lancelot, con los protagonistas que ya he contado, y fueron los socialistas los que la asumieron como propia y los que se pusieron manos a la obra.

Luego vino todo lo demás. Poco sabían entonces Enrique Pérez Parrilla y sus compañeros de partido que lo que fue una gran idea llena de buenas intenciones se iba a convertir en lo que tristemente es hoy en día. Poco se imaginaban el tremendo calvario judicial por el que iban a atravesar tal vez por la falta de un asesoramiento legal a la altura de las circunstancias, tal vez por la falta de claridad de ideas de aquellos que tenían que haber creado una estrategia más férrea e infranqueable.

Estoy de acuerdo con los que consideran que los socialistas trataron de aprovechar la ocasión para apuntarse un tanto político. Sin embargo, creo que está más que justificado cuando se trata de hacer algo que beneficia a toda una sociedad, y poner en marcha una medida que frenara en diez años la especulación es uno de estos casos. Lo malo fue que la especulación se comió al freno, y estuvo mucho más avispada que los que tenían la misión de contener un dique que se desbordó por los frágiles costados de sus malos arquitectos. ¿Tuvo la culpa Fernando Prats como apunta mucha gente? Pues en gran medida sí.

Es verdad, como recuerdan los que entonces conformaban el animado Cabildo, que ningún grupo se pudo oponer a la medida porque hacerlo significaba estar en contra de lo políticamente correcto. Habrían quedado fatal y las elecciones estaban demasiado cerca. También es verdad que faltó el consenso adecuado. Ni siquiera los socios de gobierno del Partido Socialista Canario (PSC), los representantes del Partido de Independientes de Lanzarote (PIL), fueron informados con tiempo suficiente de lo que se pensaba hacer. Una de las consignas era aprobar la medida de forma rápida para que no hubiera tiempo de reacción, para que los ayuntamientos no se liaran a conceder y a prorrogar licencias como locos. No había otro modo, y si todo se hubiera hecho bien, habría sido un acierto.

Se estableció un techo de 10.707 camas que se construyeron en los cinco minutos siguientes a que el Pleno de la Corporación diera el visto bueno a la revisión del PIOT. Los errores de bulto del servicio jurídico del Cabildo provocaron un desastre sin precedentes. Lo que probablemente no se habría construido en diez años se hizo en uno, y nada ni nadie pudo impedirlo.

Las consecuencias de la mala elaboración de la moratoria las estamos pagando todos ahora. En Costa Teguise nos tropezamos con construcciones que llevan años paralizadas y que presentan un panorama espantoso. En Playa Blanca prácticamente no queda un trozo de litoral sin construir. El Cabildo se ha gastado en los tribunales de justicia una escandalosa cantidad de dinero que de momento no conocemos, pleiteando además no sólo contra los promotores de planes parciales afectados sino contra dos ayuntamientos, el de Yaiza y el de Teguise. Los tribunales de justicia están empezando a dar algún zarpazo serio a la iniciativa como el que dio recientemente el TSJC al anular el decreto por el que se aprobó definitivamente la medida en 2000... Podría seguir, pero supongo que los pocos que hayan llegado hasta aquí estarán ya cansados.

Me imagino que Enrique Pérez Parrilla y sus compañeros de partido se arrepentirán a medias de lo que hicieron. Se arrepentirán de las consecuencias que tuvo la precipitada forma de sacar adelante la moratoria, aunque no lo harán de la intención con la que se hizo.

De todos modos, entiendo que lo más importante todavía está por resolver. No creo que nadie tenga duda ya de que sentencias como la del TSJC anulando el decreto de la moratoria no tienen ningún efecto práctico. Lo verdaderamente preocupante vendrá cuando se empiece a cuantificar la cantidad de dinero que el Cabildo o el Gobierno de Canarias tendrán que desembolsar en concepto de indemnizaciones. Porque habrá que indemnizar. Ahí está la clave de la historia actual. Lo demás me parecen palabras que se las llevará el viento.

El día en el que nació la moratoria
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