martes. 13.05.2025

Hace muchos años tuve la oportunidad de conocer personalmente a Juan Carlos Alemán, por entonces ya secretario general del Partido Socialista Canario (PSC). Me llamó la atención lo joven que era y lo cano que tenía el pelo. También me llamó la atención la amabilidad con la que me atendió. Desde entonces, cuando todavía no existía Internet y teníamos que cubrir la información de Canarias a través del teléfono, mantuvimos una relación fluida. Yo preguntaba y él respondía, y jamás tuve el más mínimo problema. Todo lo contrario. Antes de las elecciones -creo que las del 99- un grupo de periodistas fuimos a comer con él a un restaurante de Teguise. Como estaban cerca los comicios, cualquiera se puede imaginar que el candidato socialista se mostró de lo más amigable. Pero es que él es así, una persona cercana, que tiene el defecto de decir siempre lo que cree que los demás quieren que diga.

Todo lo contrario puedo decir de José Manuel Soria, el presidente del Partido Popular (PP) en Canarias. Los contactos que he mantenido con él como periodista han sido de lo más fríos. Se trata de un político que por razones que ahora no vienen al caso mantiene las distancias, delimita su terreno. Se le nota cierta altanería y un más que pizco de soberbia. No le gusta que nadie le lleve la contraria. Eso no quiere decir que sea mejor o peor político, quiere decir que es de la escuela de José María Aznar. De hecho, ya sabes que siempre se ha dicho que es como Aznar pero más alto y más guapo.

Bueno, y ahora te estarás preguntando qué demonios tiene que ver la descripción de la personalidad de cada uno con la actualidad informativa. Mucho. No he dicho que Juan Carlos Alemán siempre ha sido un líder cuestionado, alguien que tenía y tiene una poderosa sombra detrás que de vez en cuando le recuerda que hay otros “compañeros” que pueden ocupar su puesto en cualquier momento. De hecho, Jerónimo Saavedra, la sombra, le ha lanzado algún que otro puyazo en este sentido. El último lo hizo en Lanzarote, donde poco más que dijo que debía estar bebido cuando anunció que iba a ser el candidato del PSC a la presidencia del Gobierno canario en las próximas elecciones, cosa que, viendo como han transcurrido posteriormente los acontecimientos, acertó de pleno. Y no porque Pepe Blanco metiera la pata hasta el fondo asegurando que el candidato será Juan Fernando López Aguilar, sino porque todos tenemos claro que al que no quieren es al pobre Alemán, tal vez por soso, o por lo que se dice en los ambientes taurinos, porque no transmite.

Tampoco he dicho, y lo digo o escribo ahora, que José Manuel Soria nunca ha sido un líder cuestionado, más que nada porque todo aquel que lo ha intentado ha pasado a mejor vida, vida política, claro.

Y si Alemán ha sido cuestionado por muchas cosas, con su salida de tono se cabó su tumba definitiva, eliminó sus pocas posibilidades de aspirar a la presidencia del Ejecutivo regional. Sólo a él se le ocurre llegar a un acuerdo con el PP para crear una lista regional de 15 diputados con la que evidentemente no están de acuerdo sus compañeros de las islas no capitalinas, aunque algunos como el majorero Domingo Fuentes traicionen la lógica y se sumen a la medida, o algunos como los socialistas lanzaroteños tengan que dar marcha atrás y se tengan que plegar a eso que muchos no entendemos de la disciplina de partido. Ha caído de la forma más tonta en una de las trampas más elementales de la política. El que está en la oposición, y ahora es el PP el que está en la oposición, tiene como principal misión fastidiar al que gobierna. Como a Soria le salió muy mal lo de Lanzarote, porque fue una estrategia chapucera donde las haya, decidió atacar a la bestia por la parte más débil. Y la parte más débil es un Alemán que lleva tanto tiempo en la oposición que no sabe comportarse cuando gobierna, aunque sea apoyando desde fuera a Coalición Canaria (CC) como lo hace ahora y sabiéndose imprescindible como es. Le convenció de que les venía a los dos muy bien vender en Gran Canaria y Tenerife lo de la lista regional, y él se lo creyó. Con esta jugada, Soria no sólo ha provocado un serio problema en el acuerdo entre socialistas y nacionalistas sino que ha metido en casa del enemigo una papa caliente que el secretario general de los socialistas ni siquiera sabe que le está quemando el trasero. O no se entera de lo que pasa, o es que trata de engañarnos a todos. De hecho, mientras el líder de los populares hablaba de lo ocurrido en Lanzarote como si no fuera con su partido, Alemán metía la pata hasta el fondo obviando la posición defendida por Manuel Fajardo y compañía asegurando que la dichosa lista regional “va a salir” de todas todas. Luego todo cambió, y Manuel Fajardo también tuvo que decir digo donde antes decía Diego, y la pobre Manuela Armas tiene que ir de tertulia en tertulia defendiendo algo en lo que no cree. Alemán, que insisto en que no tiene demasiada gracia, hizo una broma en su última visita a la Isla que no creo que hiciera demasiada gracia a sus compañeros; dijo que no ve en sus filas a ningún “Tamayo”, haciendo alusión a uno de los dos diputados que se transfugó en la Asamblea de Madrid para impedir que su partido gobernara en coalición con Izquierda Unida (IU).

No sé qué presiones recibió Alemán. Lo que sí sé es que le hizo el caldo gordo a Soria, un político que estaba cayendo en picado hasta que él, todavía no me explico por qué, decidió resucitarlo. Las últimas encuestas demuestran, con todo lo que ha caído y ha venido del viento, que el político grancanario volverá a ganar las elecciones en su isla, donde, no lo olvidemos, hay muchos votos.

El caldo gordo de Alemán
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