martes. 23.04.2024

... que sin querer evolucionó en una crítica al PSOE. Debe ser verdad eso de que todos son iguales.

A dos meses de las elecciones, y por si alguien albergaba alguna esperanza de ver al Partido Popular girar hacia el centro, Mariano Rajoy ha dado un golpe de autoridad para demostrar a propios y ajenos que la nave popular seguirá navegando por el mar de la confrontación con la izquierda, en una épica batalla que sigue polarizando esta sociedad desde hace más de cien años. Por fortuna, el garrote ha sido sustituido por insultos que se profesan unos y otros, ofreciendo un espectáculo que hace décadas se ha superado en la mayoría de los países europeos.

A primera vista parece que el PP se siente muy cómodo en la cultura del antagonismo político, pero es un mal que afecta a no pocos socialistas esparcidos por toda la geografía española. Véase el ejemplo de los socialistas lanzaroteños. Abanderados de las políticas sociales y la conservación del territorio, casi siempre se quedan en las promesas. Duchos en dialéctica progresista, capaz de arrastrar votantes que a menudo les apoyan por mera oposición al PP, cuando llegan al poder encargan bonitos y pretenciosos estudios que luego no son capaces de llevar a cabo. Ante cualquier problema espinoso, que enfrenta el teórico interés general de las clases populares con el interés de la clase capitalista, los socialistas lo pasan mal. Tomar decisiones les provoca ardor de estómago, porque en cualquier actuación relevante siempre hay un pobre desgraciado perjudicado, o una porción de territorio destruida, o unos intereses empresariales en juego. Y así las cosas, a menudo se quedan paralizados, literalmente. No hay duda. Es difícil ser socialista y gobernar, sobre todo en una Isla donde las alternativas políticas son muchas y variadas.

Recuerdo una conversación telefónica con cierto cargo público del Cabildo sobre aquello que se está haciendo para que Lanzarote deje de ser la segunda isla más cara de Canarias. A todas las preguntas la respuesta empezaba por “estamos estudiando la posibilidad; estamos buscando la manera; hemos encargado un estudio”.

También las políticas sociales quedan en evidencia si se contrasta la realidad de la última década en Lanzarote. En años de gobiernos socialistas en el Cabildo y algunos municipios, entre ellos Arrecife, no se ha levantado ni una vivienda de protección oficial. Y no porque el Gobierno regional de los nacionalistas no tuviera dinero para hacerlo, sino porque los muy progresistas municipios cogobernados por el PSOE no han sacado suelo para su construcción.

A pesar de todo, cada cuatro años los ciudadanos votan a los mismos políticos, que en España parecen perpetuarse en el poder. Como en ningún otro país de la Europa continental, el sistema político español, salvo en las llamadas comunidades históricas, responde al modelo bipartidista. La razón, creo, subyace en la cultura del antagonismo político. Los votantes indecisos, que son en realidad el único pilar que tiene la democracia española, son muy pocos. Y los votantes “ideológicos” - demasiados.

El antagonismo, además, da buenos resultados a los dos grandes partidos. Zapatero intentó acortar la brecha con su famoso “talante”, pero poco duró el “buen rollo” ante la línea de oposición elegida por el Partido Popular.

Volviendo al Partido Popular, su líder ha demostrado este martes que la renovación del libreto ideológico del partido no está en su agenda, ni a corto ni a medio plazo. Si hay un político en España que puede ganar con holgura las elecciones generales para el PP, arrastrando incluso votos de la izquierda, ese es Alberto Ruiz Gallardón. Eficiente gestor, nunca se ha subido al carro del retorno a los valores retrógrados que ahora pregonan los dirigentes de la calle Génova. El político de derechas más respetado por los votantes de izquierdas ha salido humillado de la reunión que mantuvo con el presidente del PP. Habiéndose postulado como posible sucesor a la línea política más rancia, orquestada, además de Rajoy, por dos elementos tan odiados como Acebes y Zaplana, se ha expuesto demasiado. Y al final, le han cortado las alas. Sería de agradecer que los votantes madrileños le pasen la factura a Don Mariano. Puede que así la derecha deje de ser tan católica para ser más liberal.

Crítica al PP...
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