viernes. 29.03.2024

Europa está pasando por uno de los momentos más críticos de su historia. La implantación del neoliberalismo está pulverizando su modelo social, uno de los referentes incuestionables a nivel mundial. Derechos socio-laborales dinamitados. Estado de bienestar en dirección irreversible hacia un Estado de beneficencia. Millones de parados, de ellos un gran porcentaje de jóvenes sin futuro alguno. Incremento de la desigualdad. Hablar de democracia es un sarcasmo.

Mi visión demostrable empíricamente, nada más hay que mirar la realidad política, social y económica, la constatan otros muchos. Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia en diciembre del 2013 en el IV Pleno del Congreso del Partido de la Izquierda Europea dijo: " Una Europa que languidece, abatida, ensimismada y satisfecha de sí misma, hasta cierto punto apática y cansada. Atrás ha quedado la Europa de las luces, de las revueltas, de las revoluciones. "No es el pueblo europeo el que ha perdido la virtud ni la esperanza, porque la Europa a la que me refiero no es la de los pueblos". Esa, "está silenciada, asfixiada" y "la única Europa que vemos es la de los grandes consorcios, la Europa neoliberal, la de los mercados y no la del trabajo". "Una democracia sin esperanza y sin fe, es una democracia derrotada. Una democracia fosilizada. En sentido estricto, no es una democracia". Para Daniel Bensaïd “Se ha producido tal degradación de la democracia, que hemos llegado al storytelling en política. Alistair Campbell, consejero de Tony Blair, lo escribió: el objetivo es ganar las elecciones y para ganarlas hay que decirle a la gente lo que quiere oír y encontrar a quien lo dice bien. ¿El programa? Ya veremos luego. El resultado es que no hay debate, no hay convicción, no hay propuestas ni argumentos. Ya no estamos en democracia, estamos en demagogia. Estamos en un plebiscito permanente”.

La responsabilidad de la situación actual en la Unión Europea está compartida por las dos grandes fuerzas políticas que la han gobernado: los Populares (democracia cristiana) y los socialdemócratas. El abrazo efusivo entre el popular, Juncker presidente de la Comisión Europea y el socialdemócrata Schulz, presidente del Parlamento europeo, es una muestra clara de que todo sigue igual.

La socialdemocracia servilmente se ha puesto a las órdenes del capitalismo financiero, para llevar a cabo el trabajo sucio y así liberar de la responsabilidad a la derecha. La derecha privatiza, atraca y destruye los recursos públicos. A veces para que la clase financiera pueda seguir robando, son necesarios idiotas útiles, hombres de paja como Schröder, Zapatero, Papandreu o Hollande, que en nombre del interés común, del crecimiento o quizás hasta de la patria, obliguen a los trabajadores a aceptar cada vez más sacrificios. Para eso sirve la socialdemocracia. Sus servicios han sido fuertemente recompensados. Según Ángel Ferreró, los ministros socialdemócratas del primer gabinete de Schröder, el que puso en marcha la Agenda 2010, terminaron trabajando para las grandes empresas: Schröder presidente del Consejo ejecutivo de Nord Stream AG; el ministro del Interior, Otto Schilly trabajó como asesor de empresas de seguridad como SAFE ID Solutions y Byometric Systems; el ministro de Economía, Wernwr Müller entró en el consejo directivo de la química Evonik; el ministro de Defensa, Rudolf Scharping asesoró a Cerberus, un fondo de inversión privado; y el ministro de Transporte, Kurt Bodewig fichó por KPMG, una de las mayores empresas auditoras del mundo.

Con ser ya grave la situación expuesta, lo es más todavía que no se vislumbra salida alguna de este auténtico infierno, ya que el neoliberalismo es incuestionable y dogmático, salvo por determinadas fuerzas de la Izquierda Europea.

A veces hay que recurrir a la historia para tratar de buscar alguna luz en el siniestro presente. En 1933, en su Discurso a la nación europea, Julien Benda dijo: “Construiréis Europa gracias a lo que digáis, y no a lo que seáis. Europa será un producto de vuestra mente, no un producto de vuestro ser”. Lo que nos dice Benda es que no existe una identidad europea: ni étnica, ni religiosa, ni nacional. Es su gran fuerza y la belleza del proyecto europeo. Afirma que Europa solo puede ser producto de nuestra mente. Podríamos añadir: producto de nuestra imaginación. Y hoy este es el gran problema de Europa: los dirigentes europeos y la inteligencia europea, si todavía queda algo de ella, han perdido toda capacidad de imaginar el futuro, y solo saben insistir en los viejos dogmas ya fracasados: respetar los criterios de Maastricht, pagar las deudas y salvar a los bancos aunque sea a costa del sacrificio de la mayoría de los europeos.

Finalizo con Keynes, que creyó siempre en las ideas, convencido de que se paga un alto precio por las falsas y que las adecuadas son las que ayudan a resolver los dos problemas acuciantes de su tiempo (también del nuestro), la pobreza y el paro. A fin de cuentas, la calidad de una teoría se plasma en la capacidad que tenga de dar alguna luz a los temas que importan de verdad, que inciden en el margen de libertad y nivel de vida que disfrutemos.

Por si todavía no fuera bastante con lo expuesto, termino con unas palabras de Javier de Lucas extraídas de su libro Mediterráneo: El naufragio de Europa: “Ya en octubre de 2013, tras el primer gran naufragio con 300 víctimas en Lampedusa, la alcaldesa Giusi Nicolini, harta de entierros sin nombre y de lamentaciones vanas, escribió a Bruselas para preguntar hasta dónde tenían que ampliar su cementerio sin que la UE se decidiera a actuar”. Sumen ahora las víctimas, muchos de ellos niños, en las recientes fechas de los refugiados que llegan de África y Oriente Medio, que huyen de unas guerras provocadas en gran parte por los países de la UE. Eso sí, la UE recibió en el 2012 el Premio Nobel de la Paz. Sin comentarios.

Una Europa fosilizada y sin alma
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