Todos los 12 de octubre, independientemente del régimen o gobierno de turno, con gran pompa y boato se celebra un desfile militar en la capital de España con unos centenares de soldados, vehículos motorizados y aviones que surcando el viento dibujan en el cielo madrileño la bandera de España. Mientras escribo estas líneas me acabo de enterar de un pequeño altercado, cuando el paracaidista abanderado se ha precipitado sobre una farola. La atracción más esperada es siempre la Legión Extranjera, encabezada por su mascota, una cabra cornuda con una gorra de la Legión, que mientras desfila con gran empuje y virilidad, canta su himno del “Soy el novio de la muerte” para gran regocijo del público nostálgico de tiempos pretéritos. Un dilema hace mucho me ha intrigado. ¿Por qué no desfilan tal día en lugar de los militares, los mineros, los profesores, los médicos, los agricultores, los trasportistas…? No encuentro respuesta a esta cuestión. Si algún lector tiene la paciencia de leerme, le agradecería me sacara de este dilema. Otro momento no menos esperado por una parte importante del público es la llegada del Presidente del Gobierno, para abuchearlo, por supuesto, si es del PSOE. Todos esos que abuchean, insisto al presidente del Gobierno socialista, alardean de un profundo patriotismo. Un patriotismo de hojalata. El verdadero patriotismo no es alardear por las medallas olímpicas, ni en descorchar botellas de champagne con los goles de Iniesta, ni con los ojos llorosos y el corazón encogido en cantar “El novio de la muerte” en los desfiles de la Legión en Semana Santa. El verdadero patriotismo es querer lo mejor para tus conciudadanos: las mejores escuelas, los mejores hospitales, las mejores pensiones…Y eso se consigue pagando religiosamente los impuestos y no llevar sus capitales a los paraísos fiscales. Prosigamos con la fiesta militar del 12 de octubre. En los últimos años el espectáculo ha desfilado por determinados lugares, de nombres muy bien seleccionados, la plaza del Emperador Carlos V, la plaza de Colón, donde D. José María Aznar “el incorruptible”, el 12 de octubre de 2001, mandó izar una bandera con un mástil de 21 por 50 metros, de 294 metros cuadrados (21 por 14) y de 35 kilos. Tan grande era su peso, que se cayó el 2 de agosto de 2012, afortunadamente no hubo víctimas, aunque tuvieron que reponerla bomberos, policía local y personal de la Armada. El desfile está presidido por el Rey, la familia real, el presidente del Gobierno, y los representantes de los otros poderes del Estado. Por supuesto, están los presidentes de las Comunidades Autónomas, con las excepciones ya conocidas, que sumisamente participan en el acto de besamanos al Rey.
Descrito brevemente el acto pleno de solemnidad y de “patriotismo”, retomo a la pregunta, que encabeza el título del artículo. Puede parecer una pregunta ilógica o irreverente para algunos. Naturalmente que sé la respuesta. Es la Fiesta Nacional. Pero voy más lejos. ¿Qué acto recordamos este día para convertirlo ni más ni menos que en nuestra Fiesta Nacional? Aquí ya no lo tengo tan claro, como supongo que les ocurrirá a otros muchos de mis compatriotas, salvo para aquellos que la duda está fuera de sus biografías personales. Esta duda no se la plantean los franceses. Todos saben que su Fiesta Nacional del 14 de julio, porque tal día de 1789 se produjo un hecho digno de recordar, cual fue la toma por el pueblo parisino de la Bastilla, todo un símbolo del Antiguo Régimen. Los españoles, insisto, sabemos qué conmemoramos cada 12 de octubre. Para unos es el día de la Hispanidad, para otros el de la Raza, el de la Virgen del Pilar o el de las Fuerzas Armadas. ¿Se celebra un solo acontecimiento? ¿O dos o tres? ¿O son todos a la vez? La cuestión no es fácil de resolver. Trataré de poner un poco de luz en ella, recurriendo a algunas ideas extraídas de libro España: la historia de una frustración de Josep M. Colomer.
Al mantener el 12 de octubre como Fiesta Nacional, España es el único país del mundo cuya fiesta no se refiere a una gesta como un levantamiento por la libertad, una rebelión contra la opresión extranjera, o a la consecución o inicio de su unidad nacional, sino a su experiencia de conquista imperial y colonial, que implicó el dominio y explotación sobre otros pueblos.
El nacionalismo español desarrollado desde inicios del XX se ha fundamentado en gran parte en reivindicar las glorias imperiales pretéritas y no en un concepto moderno de una nación cívica. Ramiro de Maeztu llevó a cabo una construcción para que España recuperara con orgullo su sentido de la misión católica romana del siglo XVI. La expresión “Hispanidad” ya había sido utilizada, pero fue Maeztu quien conceptualizó y difundió la idea, que se convertiría para algunos en un elemento fundamental de la nostalgia imperial española en los siglos XX y XXI. Maeztu tomó la palabra en 1928, siendo embajador en Argentina, de un grupo nacionalista argentino seguidor de las ideas reaccionarias y autoritarias de Bonald y Maurras. El concepto de Hispanidad se refiere a una comunidad imaginaria de España y todas las colonias de su imperio, en la que desempeña un factor fundamental el idioma español. Ni que decir tiene que España tiene el protagonismo clave, mientras que los otros países excolonias, tienen un papel subordinado. A su vez en esa expansión imperial el elemento fundamental es la religión católica que la bendijo y le dio el contenido espiritual. Al lado del conquistador con la espada iba el monje con la cruz. En toda una coincidencia milagrosa, prueba de que tras la empresa española en América estaba Dios, según Maeztu, 1492 fue testigo de la expulsión de los judíos, la conquista de Granada a la morisma, y la llegada de Colón a América. Con sus mismas palabras, el día de 1492, cuando Colón y su tripulación llegaron cerca del Caribe “fue un 12 de octubre”, precisamente el mismo día que la Virgen se apareció a Santiago en el Pilar de Zaragoza” (año 40, según la tradición). De ahí, que Santiago y la Virgen del Pilar sean los patrones de España es lógico. Desde esta visión, cuando se alude a la expulsión de los judíos se habla de una intolerancia necesaria, al servicio de un alto fin, el de conseguir la cohesión nacional precisa para que el pueblo español se lanzase a grandes empresas exteriores.
A la tarea iniciada por Maeztu se sumó el cardenal Isidro Gomá, en un discurso del 12 de octubre de 1934 en el teatro Colón de Buenos Aires, argumentando que hay plena igualdad entre la Hispanidad y el Catolicismo y pidió la unión de todas las fuerzas vivas de la raza para hacerla prevalecer.
La Falange con José Antonio Primo de Rivera también proclamó la voluntad imperial, porque la vocación de España es el imperio. España es una “unidad de destino en lo universal”, entendido destino como algo providencial, predeterminado ajeno a la soberanía popular, y lo universal, como referencia al antiguo Imperio. Para mostrar que España estaba predestinada por la Historia, me fijaré en dos citas extraídas del extraordinario Trabajo De la Formación del Espíritu Nacional a la Educación para la Ciudadanía: Un estudio comparado del profesor Esteban Mira Caballos, del IESO Mariano Barbacid de Solana de los Barros. No solo se investiga en historia en la Universidad.
El jesuita Gabino Márquez, en su libro Deberes Patrióticos (Madrid, 1940) para alumnos de 1ª y 2ª Enseñanza sintetiza toda la historia patria con las siguientes palabras: “Es imposible leer la gloriosa historia de nuestra Patria y no sentirse conmovido y noblemente entusiasmado por España. No puede menos de encender nuestro espíritu patriótico el heroísmo sublime de Sagunto y Numancia, el entusiasmo bélico de Pelayo, la caballerosidad guerrera y el noble patriotismo del Cid, la valentía y el amor santo de San Fernando a la Religión y a la Patria, el valor guerrero de Carlos V, la prudencia de Felipe II, el heroísmo sublime de los conquistadores, Hernán Cortés, Pizarro, Vasco Núñez de Balboa, etc, etc, y en nuestros tiempos la Guerra de la Independencia y esta guerra contra el marxismo salido del infierno… Por eso desea el gobierno de la nueva España que a los niños se les enseñe la Historia de nuestra patria, pues nuestra hermosísima historia, nuestra tradición excelsa, proyectadas en el futuro, han de formar el espíritu de los niños españoles”.
En 1947 en un libro sobre Hernán Cortés, Manuel Trillo escribía, emulando al cronista Francisco López de Gómara, que la Conquista había sido la mayor obra realizada en el mundo, después de la venida de Jesús al mundo: “Conviene recordar la calumniosa exageración en que, sobre todo a propósito de nuestra Obra en América, se ha incurrido por extranjeros malignos y hasta por españoles ofuscados, pintando a España como opresora madrastra de aquellos países… Precisamente nuestra Obra allá, nuestro divino obrón de redenciones, nuestro desdoblamiento abnegado y hasta la locura, es la página mayor, ¿qué digo de los anales de España?, de los anales del mundo, después del advenimiento del Redentor”.
Dos libros escritos por Franco se centran en esa obsesión imperial. El primero es una memoria de su acción militar colonialista en África. El segundo, Raza, publicado bajo seudónimo, sirvió de guion de una película subvencionada por el Consejo de la Hispanidad y de propaganda en toda España. Franco siempre quiso conectar su proclamación de “Caudillo por la gracia de Dios” con la historia militar imperial de España.
Por lo expuesto podemos entender las supervivencias simbólicas del antiguo Imperio en la España de hoy. La más visible es el 12 de octubre como Fiesta Nacional. Fecha que conmemora la hazaña imperial de la llegada a América y de la aparición de la Virgen del Pilar al apóstol Santiago, que la ampara.
España comenzó a conmemorar el día de la fundación del Imperio como una reacción nacionalista tras la pérdida de las últimas colonias en el 98. Primero, fue el día de la Raza que se celebró de 1918 hasta 1958. Años después el régimen de Franco por las connotaciones negativas con el nazismo del concepto de raza, cambió por la Fiesta de la Hispanidad, que se convirtió en día festivo. Para los fundadores de esta fiesta, la Raza, la Hispanidad y el Catolicismo fueron conceptos equivalentes. La Fiesta de la Hispanidad fue confirmada con la democracia. Solo en 1987 la fiesta se manifestó con el nombre más contenido de Fiesta Nacional de España.
En los años 80 hubo un intento de cambiar la obsoleta conmemoración imperial por la fecha de 6 de diciembre, de la Constitución, pero no prosperó por diferentes razones. Hubiera sido lo lógico esa fecha, como Fiesta Nacional, en recuerdo del referéndum español que aprobó la Constitución. Y en esta como en otras muchas cuestiones España resulta una clara anomalía con respecto a otros países de nuestro entorno. Al mantener el 12 de octubre, como Fiesta Nacional, es el único país del mundo cuya fiesta nacional no se refiere a una gesta como un levantamiento por la libertad, una rebelión contra la opresión extranjera, o a la consecución o inicio de su unidad nacional, sino a su experiencia de conquista imperial y colonial, que implicó el dominio y explotación sobre otros pueblos. Para meditar. Se puede entender en gran parte que para muchos españoles, especialmente para los que conocen su historia, está Fiesta Nacional no les diga nada, y no por ello deben ser acusados de antipatriotas.