jueves. 01.05.2025

La elección de Pablo Casado no deja de ser una mala noticia para los ciudadanos con una ideología de centro derecha moderada.

Es una mala noticia por varias razones, por lo menos bajo mi ignorante punto de vista político.

Que Casado esté muy a la derecha de Mariano no augura un panorama halagüeño para aquellos que, como yo, estamos convencidos que el progreso de una sociedad no se consigue ni escorándose a la izquierda, ni haciéndolo a la derecha.

Siempre se ha dicho que en el centro está la virtud y, aunque en política este axioma es complicado que se cumpla, la realidad es que las posiciones extremas son poco o nada recomendables cuando se trata de igualar a los ciudadanos, por arriba no por abajo.

La extrema izquierda intenta que todos seamos igual de pobres y la extrema derecha solo quiere que los pobres seamos algunos, mientras que las clases dirigentes sean cada vez más ricas. Aunque en este aspecto de la riqueza, la izquierda se aproxima bastante a los postulados de la derecha más radical.

Tengo la impresión que Pablo va a hacer bueno a Mariano, no sé, me da esa sensación visto lo visto.

Hemos cambiado, para bien o para mal, a un Presidente con una solida formación política y profesional por un vendecrecepelo al que le han dicho que los discursos tienen que ser incendiarios, artificiales, populistas y sobreactuados. Hemos pasado de una mesura política, a veces desesperante, de un político como Mariano, a otra explosiva forma de entender la misma, en la que la mesura, la sensatez y la modernidad brillan completamente por su ausencia.

No se Ustedes, pero yo no me fio para nada de un político que en siete años de carrera, cuando todavía no tenía otra cosa mejor que hacer que estudiar, aprueba ocho asignaturas de Derecho y que en cuatro meses, una vez que ya tiene responsabilidades partidistas, aprueba las trece restantes. No me fio de un político que aprueba el Máster Cifuentes convalidándole ventidos de veinticinco materias. No sé, me huele mal.

Los que hemos estudiado una carrera sabemos lo que cuesta sacarla en cinco años, como poco, dedicando el 100% del tiempo al estudio de todas las asignaturas que tiene cualquier licenciatura. Los que tienen un Máster legal saben perfectamente que nadie convalida nada o casi nada para que te den la titulación necesaria.

Bueno pues esto que sabemos miles de ciudadanos de este país llamado España, debe ser que no lo saben aquellos que, por obra y gracia de su pertenencia a un partido político determinado, sacan la titulación como uno se gana la muñeca Chochona en la feria de su pueblo. Es ofensivo.

Dicen que la juventud tiene que acceder a la política por muchas razones, porque están más preparados, porque tienen más ganas, porque tienen más ímpetu, por muchas cosas más. Lo que no dicen es que esta juventud que accede a la política debería pasar un filtro mediante el que se les eliminase las partículas contaminantes, es decir, los vicios aprendidos de sus mentores políticos.

Pablo Casado no es precisamente un joven aspirante, en el sentido político más estricto. Es un político que ha vivido en primer plano la parte más sucia de la política, no solo la corrupción, sino la justificación de la misma. Pablo ha sido el lavacaras del PP, el que ante los medios ha justificado sistemáticamente la nefasta gestión de los casos de corrupción que han asolado a su partido en los últimos tiempos.

En el congreso en el que se le ha elegido Presidente, hemos asistido a lo que a mi juicio no debe ser un líder político. Por un lado, el discurso de Soraya ha sido de lo más pobre que he visto nunca. Soso, leído, tristón, como si ella misma augurase ya de antemano el resultado. Y por el otro, una exaltación de la derecha más tradicional, rancia y populista que se nos puede regalar. Un discurso de enaltecimiento de valores obsoletos que solamente tenía un objetivo, hervir la sangre nacional para iniciar el camino de reconquista de un poder que ellos mismos, con sus lamentables actuaciones, han perdido.

En muchos pasajes del mismo, Casado me ha recordado a Sánchez, exagerado, populista y, sobre todo, sobreactuado.

Lo que me queda de este congreso, mas allá de la elección de un joven con demasiadas ansias de poder, es un partido político que más se parece a una secta rancia que a algo moderno y racional.

No sé si el PP, visto lo que nos espera, será capaz de recuperar el voto perdido del centro derecha moderado, pero lo que si tengo la certeza es que este giro radical a los postulados más derechistas de la política patria no va sino a acrecentar la brecha entre las dos Españas, la izquierda que metió a nuestro país en la crisis más absoluta, la del PSOE y la derecha absolutista de Aznar que permitió el ascenso al poder de ese personaje tan triste y nefasto que fue ZP. Y en medio, sacando réditos regalados, los Podemitas y los Ciudadanos.

En cualquier caso, que Dios nos coja confesados.

Pablo Casado, de mal en peor
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