miércoles. 17.04.2024

Descansen en paz todas las personas fallecidas hasta este momento. Mis condolencias, mi más sentido pésame a todas sus familias

Los programas de televisión, tertulias de radio, y las portadas de los periódicos, nos vienen regando en los últimos días con tal cantidad de datos que a la mayoría nos cuesta todavía asumir su credibilidad.

Ni un reportaje, ni una foto de prensa, ningún comentario en la radio describiendo realidades. Solo datos, simplemente números.

¿Dónde quedó aquello de "más vale una imagen que mil palabras", estimados profesionales con licenciatura en ciencias de la información?

Esos números de las personas fallecidas por causa de un virus descontrolado que a un Gobierno no le apeteció controlar, son lo de menos. Podrán o no creerse. Si los que nos están diciendo son falsos y son menos que los reales, me contradigo deseando que la mentira sea la verdadera realidad que nos indican los informativos.

Nos hemos acostumbrado a datos y no a los nombres y apellidos de la gente. Con sus reseñas personales las personas fallecidas resultan seres humanos. Está muy clarito a quienes no les interesan ahora presumir de consideraciones humanitarias.

((- En esa cuneta hay veinte cadáveres.

- Ah, vale. ¿Y qué pasa?

Se denota que lo innominado carece de importancia, no existe.

- En esa fosa se encuentran los cuerpos de fulano, mengano, cicla o, sultana, ciudadana tal,...

- ¡Uufff, hay que desenterrar!

Se evidencia que lo concreto hace real y visible el drama))

Pará el Gobierno actual sus números son mera mortandad inevitable y puede que con frialdad hasta prescindibles, pues son bastantes quienes han tenido la gran fortuna de alcanzar la vejez, pero qué mala pata haberse convertido de pronto en un simple dato de ancianidad.

Sí. Tu inesperada muerte se ha convertido en una risa irónica de una pensión menos a sufragar. Al mismo tiempo una realidad incontestable para la economía.

De actos terroristas, de guerras, de llegados que se ahogan, de incendios controlados y sin controlar, de trenes accidentados, de accidentes de tráfico, de aviones estallados, y yo qué sé de cuántas tragedias más, se nos han facilitado los números de víctimas y además, todo tipo de imágenes, muchas de ellas, sensibleros o sentimentales, denominándolas incluso de censurables.

Sin embargo, de la decena de miles de fallecimientos por culpa de un virus descontrolado que no les dio la gana controlar, y que la ignorancia de quienes debían hacerlo, encima lo que ayudó es a esparcirlo mejor y abundantemente, no hemos visto ni un cuerpo, ni un féretro, ni un entierro, ni depósito de cadáveres,... Nada de nada. ¿Pero es que en este país han desaparecido de repente los profesionales de la filmación y la fotografía?

Excesivos datos de números en letras negras destacadas sin imágenes. Ocultadas conscientemente. Contadas personas famosas alcanzan su renglón de gloria, el resto al montón estadístico casi sin pena.

Ni un lugar donde la gente pueda colocar flores, coronas, objetos cualesquiera, postales, velas encendidas... Ni un mal sitio donde acudir como altar de recuerdo por todas esas personas que se van, para hacer visibles los sentimientos.

Se facilita con ello que no haya homenajes póstumos y la invisibilidad conviene a un Gobierno alejado de todas esas familias que lloran a sus seres queridos, porque además coincide con el tan socorrido confinamiento que se nos ha impuesto.

Necesario, por supuesto, tonterías las justas, que ya son suficientes las que cometen otros insensatos con responsabilidades institucionales en lo que parece una burla y un descojonarse del resto de la sociedad con sus incumplimientos de cuarentena o saltándose el recomendado quédate en casa.

Pero no debe obviarse que la Declaración de Alarma a este Gobierno ateo y deshumanizado ideológicamente le viene estupendamente para que no puedan llevarse a cabo esas manifestaciones de dolor y pena en las calles.

En los lugares de accidentes, de sucesos violentos, o donde han ocurrido desgracias, se colocan placas y los nombres de los que allí perdieron la vida. Nombres, lógicamente, porque un número no es nadie.

"Una muerte es una tragedia, cien mil muertes es sólo una estadística". (Se le atribuye al genocida comunista Stalin. No sé si lo dijo, pero desde luego, de millones de muertes supo bastante)

Y en eso quiere convertir el Gobierno de España la mortandad de lo mal gestionado, en una descongelada estadística.

Perdón, no en una estadística, que puede sonar hasta relevante. Quieren que sea una anécdota sin importancia, un accidente fortuito que nos pilló desprevenidos, algo irrelevante que no debe traspasar la memoria colectiva del recuerdo permanente.

Pretende el actual Gobierno de España que lo que nos está sucediendo se quede solamente en el anecdotario de una desgracia más. Pero el sentido común se impone y los idiotas inconscientes compradores de ese humo imbécil cada vez son menos. A otros ya con ese estúpido cuento...

Y con ese cuento endeble pretenden sacudirse las responsabilidades para despojarse de una culpa que conlleva lógicamente el coste económico de todos esos entierros.

De todas formas, esto último está en veremos, un Juez o Jueza, pudiera responsabilizar al inhumano Gobierno a indemnizar el disparate de lo mal gestionado a conciencia y abonar esos gastos de entierros cuanto menos.

Ya, claro. Bueno. Lo ideal sería imponer esa penitencia económica a los 23 componentes del Consejo Ministerial y a sus Asesores a nivel personal. Que no salgan esos dineros de las arcas del Estado. Un sueño, desde luego, eso sería Justicia en su máxima expresión y este país de eso no entiende. Juzgados un montón, Justicia muy poca.

No sé si Madrid va por delante o sencillamente porque solamente se habla de Madrid por aquello de las diferencias ideológicas entre uno y otro gobierno, pero ya ha comentado lo de habilitar un futuro espacio para el recuerdo de las víctimas de este disloque epidémico.

También en Madrid se conoce y se publicita donde están reposando los cuerpos de las personas fallecidas a la espera de sus dignas despedidas con sus debidos sepelios íntimos, o en desgraciada soledad.

En el resto del país poco o nada se sabe con respecto a homenajes, recordatorios, o de las morgues improvisadas nadie sabe bien dónde. Los medios de comunicación nos sorprenden por una vez con eso de que no saben, no ven, no les interesa.

La consigna gubernamental y de la mediática afiliada a la subvención, es la de que no se muestre nada. Borrar toda ignominia de unas autoridades incompetentes e inútiles más que nunca. Siempre se les cuestionó su utilidad, pero además ahora derrochan sin pudor su bajeza y catadura inmoral.

Quienes ya descansan en paz se quedarán sin su particular Memoria Histórica silenciada y ocultada convenientemente. ¿De verdad se consideran periodistas?

Para este Gobierno, esta tragedia no puede quedar en los anales de la Historia como la incompetencia de gobernantes inútiles que no fueron capaces de solventar el problema que conocían con antelación y tiempo para reaccionar. No lo hicieron y prácticamente ahora los culpables son todos los demás, menos ellos.

Creen que borrarán con sus estrategias propagandísticas la gestión más siniestra jamás conocida los últimos tiempos en el país, a través de medios de comunicación debidamente untados económicamente con la exclusiva misión de que nada se vea. Lo que no se ve no existe.

Es posible que consigan el olvido para todas esas personas fallecidas, relingadas y amontonadas por todo el territorio de esta cosa que todavía sigue llamándose España, pero, ¿cómo tienen pensado gestionar con los vivos la disparatada situación económica que se nos viene encima?

¿También la convertirán en anécdota sin importancia, regando con millones a la mediatica prensa afín, para que nos informen de que no existen las personas desempleadas y que en realidad las empresas quebradas nunca existieron como tales empresas?

Generación de políticos en el Gobierno de España con el único aval de haber estado en las aulas gastando bolígrafos y papel. Loable sin duda su preparación formativa teórica, que en muchos casos es cuestionada por sus aprobados con dudosa procedencia de esos otros Doctores y Catedráticos de misma afinidad ideológica.

Alguna excepción siempre hay, pero se nos antoja poco sudor y esfuerzos para quienes han disfrutado de neveras llenas, electricidad, agua y gas a todas horas, desconociendo problemas y dificultades, como el de tener a su cuidado personas mayores en casa...

En cambio, ¡caramba, cuánto saben de teorías ideológicas, económicas y de propaganda vil y rastrera!

De gestión y resolución de problemas absolutamente nada. Sus discursos vacíos de contenido y rebosando mentiras les son suficientes para medrar y conseguir sus personales sueños, el resto sin derecho a soñar y mucho menos a tratar de hacerlos realidad.

¡Qué bocas más dulces, pero cuánto corazón amargo!

Las muertas y los muertos de la sin Memoria Histórica
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