miércoles. 16.07.2025

Por J. Lavín Alonso

Se dice que los términos políticos derecha e izquierda tienen su origen en los albores de la Revolución Francesa, cuando el rey Luis XVI, por indicación de su ministro de finanzas, Necker, convocó los llamados Estados Generales, una asamblea en la que estaban representados el Clero, la Nobleza y el Tercer estado o Pueblo llano. En dicha asamblea, los representantes de la nobleza se sentaban a la derecha de la presidencia de la cámara y el Tercer Estado a la izquierda. El resto es fácil de deducir.

Desde entonces ha habido multitud de variaciones sobre el mismo tema y desde 1788 hasta nuestros días se han multiplicado las interpretaciones, pero siempre sobre la base de establecer una separación – cada vez mas difusa, puede que por suerte – entre las fuerzas conservadoras y las progresistas. Al menos así lo consideran los ortodoxos del pensamiento político, aunque ni en este caso ni en ningún otro, el término ortodoxia signifique posesión de la verdad. En todo caso, y esto es un hecho histórico, el mantenimiento de dicha dicotomía locativa ha provocado que sus seguidores, especialmente los herederos de los estados generales, se hayan pasado casi doscientos años dándose hule de parte y parte. Pocas veces en la Historia de la Humanidad, una diferencia ideológica ha costado tanta sangre y tantas víctimas

Y hablando de interpretaciones de variopintos orígenes y procedencias, creo que la mas bizantina de todas, que ya es decir, ha sido la del señor Rodríguez Zapatero, quien, si no me equivoco, afirmó, tiempo ha - ver hemerotecas - sin el mas leve rubor en su angelical y talentuda faz, que “el hábito de fumar y consumir alcohol no es de izquierdas”. ¿Pues entonces, a quien corresponde tan excluyente honor?

Recurriendo al principio lógico del tercero excluido – uno, modestamente, tiene sus lecturas – habrá que inferir que la practica de tan universales vicios pasa a ser cuestión privativa de las derechas.

No obstante, lo dicho, dicho está, y solo abrigo la secreta esperanza de que todos aquellos que se entregan, en publico o en privado, al fumeque y a la priva, ascendidos de sopetón a la categoría de carcas irredentos, a la vez que valiosísimo sostén del erario por la vía de los impuestos al consumo, en función de su nuevo status político y aunque solo sea por seguir al pié de la letra tan aguda definición, dejen de votar al señor Zapatero. Del refranero español: por la boca muere el pez.

El fumeque y la priva
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