jueves. 28.03.2024

Redescubrir Lanzarote

A mil anda Cupido estos días. Tan ocupado, que ni flechas le quedan de la admiración y pasión que despierta nuestra tierra.

En tiempos de turismo casi cero, toques de queda y desesperanza, muchos aprovechan para redescubrir Lanzarote y sus encantos, a la espera del fin de una pandemia que nos pone a prueba.

Así, de moda está echarse al monte, recorrer senderos o patear la isla, para suerte de caminantes y curiosos. De ahí que, entre ruta y ruta, se disparen las endorfinas al explorar los infinitos rincones que tiene Lanzarote, y su fiel compañera La Graciosa. Píldoras de felicidad que suben la autoestima de cualquiera y nos confirman que volverán, claro que volverán, los miles de turistas y pretendientes que siempre ha tenido.

¿O alguien piensa que van a perderse esas curvas de La Geria? Con lo que enamoran sus hoyos y parras, en una paisaje único, evocador y lunático que invita a un buen malvasía; o las que acompañan el camino al valle de las ¿10.000? palmeras, en el municipio de Haría, que hasta acelera el corazón con esos giros a la altura del mirador de Los Helechos.

Como también suben las palpitaciones al observar esas tonalidades de la piel lanzaroteña, capaz de mezclar su habitual gris, marrón y negro con el verde, amarillo o violeta que la tiñen ahora. Toda una prueba del amor que está tierra de volcanes tiene a la lluvia.

Ejemplos de una belleza que también impresiona a los que, una vez más, se acercan a la obra del siempre optimista, vital y reivindicativo César Manrique, Hijo Predilecto de Lanzarote y autor de unos Centros que impactan tanto como aquellos primeros besos.

Una isla atractiva incluso en la adversidad, cuando se le pone cara de Risco de Famara, con su imponente silueta, en jornadas que invitan a resguardarse en alguna de las fortalezas y castillos que la protegieron en épocas pasadas. ¡Cómo no quererla! Si en la calma de las calas de Papagayo o en las revueltas aguas de Los Hervideros, todos sucumbimos a los encantos de semejante criatura de la naturaleza.

Lógico que la hayan dibujado, escrito y cantado. Por mística, como nos recuerdan las ermitas e iglesias retratadas estos días, sea en La Villa o Mancha Blanca, en el “Face” o “Instragram”. Por auténtica, que como ella no hay dos; por generosa, pues seguirá siendo tierra de oportunidades futuras; por guapa, por especial.

Sólo queda redescubrirla con mimo, con el cuidado de quien quiere conservarla mucho tiempo. Y sí, es un día para románticos el catorce de febrero, y como la mayoría “me he vuelto a enamorar”, Lanzarote… que nos dure este efecto San Valentín.

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