Los acontecimientos se suceden. La pandemia global del COVID sacude el mundo. Guerras propias de otros tiempos, injustas y sanguinarias, copan el debate y la atención internacional. El enfrentamiento entre Casado y Ayuso fuerza a adelantar el congreso del Partido Popular. Rafa Nadal continúa con su exitosa temporada, encadenando triunfos. El Mobile World Congress se celebra en Barcelona, tras dos años de parón…
Son los titulares de estas fechas, los grandes argumentos de los informativos, los asuntos sobre los que los medios de comunicación y las redes sociales invitan a la ciudadanía a reflexionar, a celebrar o a tomar posición.
Y, probablemente, para el 8 de marzo se encenderán edificios de violeta, se desplegarán lazos gigantes, se convocarán manifestaciones masivas y se difundirán cientos de reportajes y artículos, como este mismo: páginas impresas y horas de emisión que centrarán el discurso en la búsqueda de la igualdad real entre hombres y mujeres.
Pero llegará el 9 de marzo y los objetivos y aspiraciones de la causa feminista volverán a apagarse como una vela hasta el 25 de noviembre porque, es cierto, cada vez somos más quienes rechazamos de plano la normalización de la violencia de género.
¿Pero qué pasa el resto del año? ¿Qué pasa con los otros 363 días que completan el calendario?
Una jornada no es suficiente. Solo la implicación efectiva de la sociedad, solo el convencimiento de que de ninguna manera son aceptables las conductas machistas, puede propiciar el cambio necesario hacia una convivencia equilibrada y paritaria.
No miremos hacia otro lado ante las cifras de feminicidios; no aceptemos brechas de género en las retribuciones, las responsabilidades o la visibilidad de los logros. Nunca más detrás de un gran hombre habrá una mujer sin adjetivos. Al lado de un hombre, una mujer; delante de muchos hombres, muchas mujeres que lo merecen, que lo han ganado a pulso.
El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer, de las que trabajan fuera y lo hacen dentro, o en ambos lugares, que son legión. Es una fecha para celebrar la fortuna de la femineidad, el orgullo de ser nosotras, la larga lucha por nuestros derechos y la unión en sororidad que nos propulsa hacia adelante, sin desfallecer.
El 8 de marzo, sí. Pero no lo olvidemos, también el resto del año.