domingo. 08.06.2025

Entre el españolismo excluyente y una Canarias militarizada

Este sábado 7 de junio, como muchos otros sábados, fui a dar una vuelta al Mercado de Santa Cruz de Tenerife a por algo de fruta y verdura, cuando, por suerte, todavía puedo comprarla. Mi visita coincidió con la finalización de los actos militares que llevan días organizando por lo de la Fuerzas Armadas. Yo iba y muchos volvían, con multitud de banderas de España -algunas preconstitucionales- y otros motivos con el rojo y el amarillo. A la vista de las banderas no pude evitar preguntarme en qué momento se mezcla una fiesta de exaltación de los ejércitos con el sentimiento de españolidad o de pertenencia a un país. Dicho de otra manera, para que me entiendan mejor: ¿podría haber ido a los actos militares con una bandera de España con un símbolo de la paz marcado en el centro de la bandera?, ¿habría sido bien recibido? Es evidente que no. No habrían entendido que estaban frente a un ciudadano español que prefiere que los conflictos se solucionen pacíficamente y lo expresa de manera pacífica. Creo que hasta me habrían increpado, y puede que cosas peores. En cambio, allí estaban las otras banderas, incluida la franquista y otras tantas con tanta barbarie en su memoria, sin el menor signo de estar fuera de lugar o molestar a alguien. Y este, queridos lectores, es uno de los mayores problemas que tenemos hoy en día en España y en buena parte del mundo occidental cuando pensamos en una convivencia pacífica: la manera en la que los nacionalismos se están desarrollando en los últimos tiempos, vinculados siempre a posiciones conservadoras, reaccionarias y militaristas. Así, en el imaginario dominante un patriota estadounidense no puede ser más que un trumpista que defiende al americano blanco y está a favor de que deporten a todos los extranjeros pobres; un nacionalista israelí estará inevitablemente del lado de Netanyahu, y en el peor de los casos guardará silencio con el genocidio en Gaza; un patriota ucraniano está en el bando de los que hacen la guerra, lo mismo para un ruso; y así, pueden hacer una cuenta parecida para la mayoría de países a este lado del mundo. Incluso, los nacionalismos catalán y vasco, son de corte mayormente aristocrático y conservador, de una gente rica que quiere separarse de otros españoles más pobres. Y así,  al resto de ciudadanos pacifistas o discrepantes de las políticas del capital y de la guerra que se imponen hoy, solo nos queda el espacio de la disidencia y el desprecio. Para nosotros no hay patria ni bandera, somos los ilusos, los parias, somos perroflautas, rojos, zurdos, comunistas, antiespañoles y todo lo que se les ocurra para desacreditarnos y ponernos en el disparadero del odio. Es triste, pero es así. Se llama españolismo excluyente y es lo que se lleva: o estás con ellos o eres despreciable, y, más pronto que tarde, van a ir a por ti.

 Da igual que estés en Canarias, da igual que Canarias haya demostrado históricamente que no es una tierra de guerras. ¿Recuerdan?: Canarias fue una de las comunidades que votó no a la OTAN en aquel referéndum histórico, cuando todavía había cosas que simulaban una democracia, y se ha mostrado muchas veces contraria a maniobras militares en nuestras aguas. Y no por casualidad precisamente este año se celebra la fiesta militar en Canarias. En Canarias, una tierra tratada desde siempre como una colonia, últimamente de manera aún más descarada, con el asunto de la inmigración y con la famosa Agenda Canaria firmada por Clavijo con el gobierno de Sánchez, de la que no han cumplido ni media frase. ¿Entienden el mensaje, verdad? Conviene dejar claro a los canarios y canarias que por muy fastidiados que estemos, aunque la cesta de la compra tenga precios del país más caro del mundo, con los sueldos más bajos, sin vivienda digna, ni sanidad ni educación públicas, ni playas limpias, ni  futuro para nuestros jóvenes, convertidos ya en toda regla en una cárcel-frontera-cementerio, nos podemos ir olvidando de reclamar unos mínimos de autonomía, de autogobierno o de dignidad para nuestro pueblo. Somos súbditos, que no se nos olvide nunca.  

Y así entramos ya de lleno en el último asunto que quería comentar en este artículo: la creciente militarización de Canarias, puesta de manifiesto especialmente con esta semana de actos militares lúdico festivos. ¿Le conviene a Canarias convertirse en un centro militar estratégico para la OTAN o es mejor luchar por lograr un Estatuto de Neutralidad para Canarias? Esta es la pregunta crucial que tenemos que empezar a hacernos. No es una cuestión simbólica, ni sentimental, no hablamos de utopías pueriles, por mucho que pretendan atacarnos por ahí. Es una cuestión vital. Si Canarias sigue siendo utilizada como plataforma de operaciones militares, si se asienta la idea de que el Archipiélago es un “portaaviones” en medio del Atlántico para las potencias de turno, ya sea España, Estados Unidos, la OTAN  o incluso Israel, ¿qué mensaje, qué imagen estaremos dando a los que quieren que Canarias sea un paraíso natural ideal para el turista? ¿En serio creen que los turistas van a querer venir a unas islas asimiladas a un macro portaaviones preparado para la guerra? Mejor aclararse: o turismo y sostenibilidad ecológica o portaaviones bélico, pero las dos cosas a la vez son complicadas. O si prefieren véanlo por este otro lado: si convertimos a Canarias en un lugar estratégico militarmente hablando, ¿no será también un lugar codiciado por las potencias beligerantes en cualquier conflicto atlántico futuro? Los cirujanos quieren operar, los alpinistas escalar, los barrenderos barrer, y los militares quieren entrar en acción. Si los tenemos aquí en abundancia, ¿qué creen que acabará pasando? ¿Han oído hablar de la "profecía autocumplida"?: si hablamos de la guerra y nos armamos para la guerra, al final tendremos guerra. En cambio, si Canarias se posiciona como plataforma de paz y neutralidad, siendo como somos plataforma tricontinental de paso hacia tres continentes, como crisol de tantas culturas, y también por nuestra historia, nuestra idiosincrasia, nuestra singularidad ecológica y la voluntad de nuestro pueblo, puede Canarias ser reconocida como zona de paz, neutral y desmilitarizada, al estilo de lo que Costa Rica logró en América Latina o lo que es Suiza en Europa. ¿Acaso hay mayor acto de amor a una tierra que defenderla de la guerra y de la sangre? Y así, cada vez que  haya una guerra en el mundo, los canarios estaremos abiertos a recibir a los contendientes en conflicto para que firmen la paz. Y un día los libros de historia hablarán de la Paz de Icod, del Tratado de Vecindario o la Declaración de La Restinga, como hitos de nuevos tiempos. 

Así al menos lo veo yo, amigos y amigas. Canarias no puede ser un peón de guerra en los mapas de las grandes potencias. Un Estatuto de Neutralidad no es una ocurrencia, ni una utopía marginal, es una apuesta por la vida, por la convivencia, por un futuro común que no dependa del negocio armamentístico o del chantaje geopolítico. Supone blindar el territorio frente a la lógica de la guerra, impedir el establecimiento de bases extranjeras, de instalaciones secretas, de infraestructuras diseñadas para matar. Supone también decir no al uso de nuestros cielos y nuestros puertos para bombardear a otros pueblos, como ha ocurrido en el pasado reciente con los aviones que partieron desde Canarias para intervenir en conflictos en África o en Oriente Medio. Pero sobre todo, declarar a Canarias territorio de paz sería dar una señal clara de que hay otro camino posible: el de la hospitalidad, el del cuidado, el de la diplomacia ciudadana, el de la cooperación Sur-Sur, el del ecopacifismo. ¿Acaso no tiene esto más sentido para una tierra hermosa rodeada de mar que la idea del macro portaaviones militar?

Por eso, si han leído hasta aquí y tienen cerca a algunos de los patrioteros amantes de la guerra y los portaaviones, díganles de mi parte que lo que Canarias necesita no son más militares, ni más radares, ni más barcos de guerra, ni más armas, ni más gasto en defensa, lo que necesitamos son más escuelas, más médicos, más derechos, más alimentos cultivados aquí, más soberanía energética, más vivienda digna, más libertad para decidir cómo queremos vivir. Y nada de eso lo podremos lograr si nuestra tierra está ocupada por estructuras militares que no responden a nuestros intereses ni a nuestras necesidades. Canarias, un faro de paz en medio del caos global, tenemos derecho a serlo, ya lo estamos soñando. Pronto, esa Canarias se levantará, y no será para aplaudir banderas, será para encender la chispa de otra forma de estar en el mundo.

Entre el españolismo excluyente y una Canarias militarizada
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