jueves. 29.05.2025

Unas estampas de USA, el país referente mundial

 

En su blog la guatemalteca Ilka Olica Corado. Crónicas de una inquilina, publicó con fecha de 10 de febrero de 2016, el artículo Miseria en la yugular del capitalismo, donde señala la dramática situación de atención sanitaria de los parias: los olvidados y explotados del sistema. Ilka es uno de ellos, como su salario por indocumentada no le da para pagar una clínica privada y no tiene seguro médico para ir a un hospital del sistema, acude a unas "clínicas" con largas horas de espera, en estancias con -18° en lo más crudo del invierno, con paredes manchadas y la pintura descascarándose, puertas oxidadas, sillas despintadas. Un aspecto lúgubre y deprimente, que le recuerda los hospitales públicos de su sufrida Guatemala, donde las medicinas las compra el paciente. La clínica está a pocas cuadras del centro de la ciudad, del glamur, de los rascacielos, de ese rostro estadounidense de la opulencia con el que los medios venden la treta del país más rico del mundo. Cómo es posible –pienso en mis adentros mientras observo la calamidad- que este país invierta millones de dólares en guerras, en invasiones a otros países, en sobornos, en polarizar la información, en cárceles para indocumentados, en deportaciones si aquí dentro hay tanta necesidad. ¿Por qué lo medios de comunicación no informan de esto, de esta calamidad a todas luces en este país? ¿Por qué se sigue engañando a las masas con la mentira de un sueño americano que nunca ha existido? ¿Por qué se sigue entrevistando a “latinos o emigrantes éxitos” cuando la realidad es otra y nos escupe el rostro todos los días? ¿Por qué se trata de ocultar a toda costa el hedor de la alcantarilla donde los pobres se pudren en la miseria?

Un mes después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, un alto funcionario del FBI, Ronald Dick, advirtió a la Cámara de Representantes: "Debido a la importancia crucial del agua para todas las formas de vida... el FBI considera un peligro grave amenazar con atacar el suministro de agua". En 2003, un artículo de United Press International informaba que un agente de al-Qaeda "(no descarta) utilizar gas sarín y envenenar el agua potable de Estados Unidos y ciudades de Occidente". El ataque contra el suministro de agua que los terroristas no lograron realizar, lo realizó con éxito el estado de Michigan. Los hogares de la ciudad de Flint con mas del 60% de afroamericanos han estado abastecidos con agua contaminada con plomo desde 2014, para ahorrar 5 millones, lo que ha provocado enfermedades y posible daño cerebral a los habitantes más jóvenes. El activista Michael Moore lo ha calificado de "crimen racial". "En otro país se le llamaría limpieza étnica". "Esto no hubiera ocurrido en ciudades de predominio blanco".

 La siguiente estampa, no menos dramática, la he podido conocer en el libro de Matthew Desmond, Pobreza made in USA, publicado en españole en el 2023. Es para reflexionar. Y en un aviso a navegantes esta estampa también la podemos constatar en esta España nuestra.

 Nos cuenta  el autor que hace unos años, conoció a Julio Payés, un guatemalteco con residencia permanente que había llegado a Estados Unidos con un visado de trabajo. Vivía en Emeryville (California), una ciudad de unos 12.000 habitantes entre Oakland y Berkeley. En 2014, Julio trabajaba 80 horas a la semana en dos trabajos a tiempo completo. Empezaba el día en el turno nocturno de un McDonald´s abierto las 24 horas, donde servía hamburguesas y patatas fritas desde las 10 de la noche a las 6 de la mañana. Cuando acababa, tenía 2 horas para descansar y ducharse. Después fichaba en la empresa de servicios temporales Aerotek y se iba adonde lo mandaran de las 8 de la mañana a las 4 de la tarde. Acabada su segunda jornada, dormía todo lo que podía. Y de vuelta a McDonald´s. Para mantenerse tomaba toneladas de café y Coca-Cola. Cobraba el salario mínimo en sus dos trabajos. Me dijo que se sentía como un zombi, sin energías, siempre triste, pero, para poder permitirse la habitación sin amueblar que compartía con su madre y sus dos hermanos, tenía que trabajar 16 horas al día, 7 días a la semana. Estaba siempre trabajando o durmiendo, sin vida entre medias. En una ocasión, su hermano pequeño, Alexander, que entonces tenía 8 años, le contó que estaba ahorrando. “Quiero comprar una hora de tu tiempo”-le confesó el pequeño-¿Cuánto por una hora para jugar conmigo?”. Julio miró a su hermano y se echó a llorar. Poco después, se desmayó de puro agotamiento en el pasillo de un supermercado. Tenía 24 años. Julio acabó en una camilla. Nos sigue diciendo. Matthew Desmond, que en el invierno de 2019 habló con Julio y le comentó que estaba ganando 15 dólares por hora en un Burger King y 15,69 en un gran hotel de camarero de piso. Podía permitirse  hacer menos horas, unas 48 semanales cuando las cosas estaban tranquilas y 60 si había movimiento. Dormía más y paseaba por el parque; y que se sentía mucho mejor. Sigue diciéndonos, Matthew Desmond, que Julio después que le subieran el sueldo, se abrió una modesta cuenta de ahorro para emergencias y empezó a pasar más tiempo con Alexander, al que podía a recoger a menudo en el colegio. “Antes me sentía como un esclavo, ahora me siento más seguro”.

¿Somos conscientes del daño causado a los trabajadores  al negarles un sueldo decente para que algunos se aprovechen y que disfruten de más riqueza?  Les privamos de la felicidad, la salud y de la vida misma. ¿Este el capitalismo que queremos? ¿Este es el capitalismo que nos merecemos y que entre todos mantenemos? Parece ser que sí.

Unas estampas de USA, el país referente mundial
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