El artículo Oposición responsable versus crispación en términos de rentabilidad electoral (2019), de la profesora de la Universidad Complutense de Madrid, Teresa Mata López, realiza unas reflexiones sobre 3 momentos recientes de nuestra historia. Me parecen muy interesantes y certeras, a las que incorporaré otras mías, así como datos para reafirmar su argumentación.
Numerosos trabajos, empezando ya por Dahl en 1966, han analizado la actuación parlamentaria de la oposición en las democracias occidentales, que tiene dos opciones. La del conflicto para marcar las diferencias con respecto al gobierno, y la de la cooperación, motivada por el deseo de participar e influir en las decisiones políticas.
Si nos centramos en la actitud en la oposición del PP en nuestra democracia, observamos tres momentos claros en los que no sólo imposibilitó el consenso, sino que eligió, como han corroborado muchos, la crispación. Y la estamos constatando en los momentos actuales. El objetivo es muy claro, avivar el conflicto para mantener la tensión e instaurar un clima político y social irrespirable.
Así ocurrió en la última legislatura de González (1993-1996), en la primera de Rodríguez Zapatero (2004-2008) y en los gobiernos de Sánchez, el de después de la moción de censura y el posterior a las elecciones del 20-N en 2019. En estos tres periodos el PP ha desarrollado desde la oposición una estrategia que puede definirse como la búsqueda del enfrentamiento en cuestiones políticas fundamentales, mediante una campaña de destrucción del adversario político basada en la ofensa y en el insulto, así como en la exageración y el alarmismo. De manera que no sólo se niega la legitimidad de las acciones del adversario, sino también la del propio adversario, visto como enemigo.
Durante el último gobierno de González, tras varios escándalos de corrupción económica y de guerra sucia con ETA, los ataques desde la oposición se centraron en la corrupción, la economía, la política antiterrorista y la capacidad del Gobierno. Pero en cuanto a la política antiterrorista, las críticas no se circunscribieron a los casos de guerra sucia, sino que hubo otras medidas, como las políticas de reinserción (empleadas posteriormente por los gobiernos populares), que generaron si cabe aún mayores críticas por parte del PP, que contó con el apoyo mediático.
Lo podemos constatar en la revista Tiempo, de 23 de febrero de 1998, que lleva en portada la imagen desafiante de un Luis María Anson que mira al lector con gesto altivo. Aquella fotografía y el titular que le dedica la revista, La confesión, suponen un verdadero golpe de efecto incontrolado, que vuelve a poner al periodista en el centro del debate político y mediático.
Anson concedió una larga entrevista al periodista Santiago Belloch, hermano del ex ministro Juan Alberto Belloch, en la que cuenta y destripa las intrigas de varios periodistas para acabar con Felipe González mediante una operación en la que, dice textualmente dando la razón al ex presidente socialista, «se rozó la estabilidad del Estado». «González ganó tres elecciones por mayoría absoluta y volvió a ganar la cuarta cuando todo indicaba que iba a perder». «Hubo que elevar la crítica hasta extremos que a veces afectaron al propio Estado. González bloqueaba algo vital en una democracia: la alternancia. Si llega a ganar las elecciones del 96, con la bonanza económica no hubiera habido quien lo echase hasta el 2004. No salimos de 40 años de Franco para entrar en 30 años de González».»La capacidad, de comunicación, la fuerza política, la habilidad extraordinaria que tuvo siempre González», «hizo darse cuenta a muchas personas, que era preciso que concluyera su etapa. Como los ataques a González, muy fuertes en el 92-93, no terminaron con él, (…) vimos que era necesario elevar el listón de la crítica. Entonces se buscó ese mundo de las irregularidades, de la corrupción… No había otra manera de quebrantar a González». «Aun así, perdió las elecciones por menos de 300.000 votos… (…) A pesar de haber lanzado contra él una de las mayores ofensivas que se hayan desencadenado contra un político».
En el primer gobierno de Zapatero, en uno de los momentos de mayor debilidad de ETA hasta la fecha, la crispación estuvo centrada en la política antiterrorista y la política territorial, hasta entonces dos supuestas cuestiones de Estado, alcanzando unas cotas de enfrentamiento, incluso mayores que las registradas bajo el último Gobierno de González. M. Rajoy a ZP: «Usted está traicionando a los muertos y vigorizando una ETA ya moribunda».
Y el mismo recogiendo firmas contra el Estatuto de Cataluña, así como el recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto de Cataluña, que había sido aprobado por cerca del 90% de los parlamentarios catalanes, había sido llevado y revisado por las Cortes en Madrid y posteriormente ratificado en referéndum por el electorado catalán. Mas, a Rajoy no le importó, a pesar de algunas advertencias muy claras, como la de una institución de la derecha catalana, el Círculo Ecuestre, cuyo presidente Manuel Carreras, le manifestó a Rajoy unas palabras muy duras: “No nos gusta ver al PP en los extremismos, se debe evitar la fractura entre Cataluña y España, aunque le reporte votos en otros lugares”.
Lo mismo que a González a Zapatero se le atacó brutalmente desde la prensa, cuyas cabezas más representativas fueron Federico Jiménez Losantos, Luis Herrero, Cesar Vidal desde la COPE en programas como La Linterna o La Mañana.
Durante los gobiernos de Pedro Sánchez los ataques por parte del PP-se han incorporado VOX y también del desaparecido Cs- se han circunscrito en su mayoría al terrorismo y a la cuestión catalana, acusando a los socialistas, una vez más, de querer romper España. Ahora con la oposición a la reforma del delito de sedición, la malversación, sobre algunos problemas de la Ley “Solo sí, es sí”. Y sobre la Ley de Amnistía. En los últimos fechas se ha incorporado el tema de la corrupción, en algunos caso suficientemente justificada en el caso Ábalos y Koldo, pero en otros sin justificación alguna, como los casos de la esposa y el hermano de Pedro Sánchez y de la filtración del correo del Fiscal General del Estado. Y ahora mismo los chats de Leire Diez. Todo ello ha conducido a que desde el PP se realice una manifestación con el lema “mafia o democracia”. Que lo diga un partido dada su trayectoria es un auténtico sarcasmo e insulto a la ciudadanía. En esta labor de crispación cuenta con el apoyo mediático de los Herrera, Quintana, Griso, Vallés, Marhuenda…. ¡Vaya periodismo que tenemos en España! La estrategia de crispar, mentir sin sonrojarse, lanzar hipótesis catastróficas y memes constantes está haciendo que una parte del país viva en un constante estado de excitación esperando que llegue o un movimiento sísmico o la justicia divina caiga sobre la cabeza del actual gobierno. Como también por parte de la derecha judicial que tuvo paralizada la labor legislativa en las Cortes Generales, atrincherada en el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional. Su oposición a la Ley de Amnistía, y los casos ya mencionados antes de los familiares de Sánchez y del Fiscal General.
El nivel de crispación que se ha instalado en la sociedad española es de tal calibre que puede explotar en cualquier momento. Me recuerda la primavera de 1936. Un artículo del historiador Eduardo Fernández Calleja, Los discursos catastrofistas de los líderes de la derecha y la difusión del mito del ‘golpe de Estado comunista’ describe los acontecimientos de 1936 entre febrero, con el triunfo del Frente Popular y julio, con el golpe militar. Sorprenden las similitudes de la actuación de la derecha política y mediática de entonces con la actual.
Durante la primavera de 1936, los voceros de las distintas formaciones de derechas, José María Gil Robles y, sobre todo, José Calvo Sotelo, en connivencia con la prensa monárquica, como el ABC o El Debate, señalaron la ilegitimidad del gobierno republicano surgido de las elecciones de febrero, cuestionando primero los resultados electorales del triunfo del Frente Popular, y luego denunciando dos aspectos clave e íntimamente relacionados en la mentalidad del conservadurismo español de los años treinta: su incapacidad para resolver el problema del orden público, que fue sobredimensionado por las derechas, y su papel como antesala de una acción revolucionaria de tipo comunista, pura invención de las derechas. Estos procesos de encuadramiento serían clave para conseguir la movilización de amplia base que dio cobertura al golpe de Estado del 18 de julio y legitimó a posteriori al régimen franquista.
Son tres escenarios con evidentes diferencias entre sí, pero con cosas en común. Los tres vinieron precedidos por una presunta victoria inesperada de los socialistas, la de 1993, la de 2004 y la 2019. Y las tres se han centrado en temas que están por encima o al margen de la habitual contraposición ideológica entre izquierda y derecha, como el terrorismo y la cuestión territorial, cuestionando la capacidad del Gobierno, y con una constante descalificación de éste y del presidente.
Una actitud que ha sido retroalimentada y potenciada también por los medios de comunicación, como he comentado ya, muy politizados en España que no sólo han incurrido en el negativismo mediático –primar el ataque al rival más que la defensa del candidato o partido más próximo–, sino que han aprovechado esta polarización para aumentar sus niveles de audiencia; visto el incremento de las tertulias políticas, llegando a ocupar las franjas prime time, y la virulencia que suelen tomar. La actitud desarrollada por el PP ha sido muy dañina. Una oposición desleal, que no respeta ciertos límites, puede desgarrar el sistema político.