No suelo escribir artículos de opinión, pero en esta ocasión me apetece. Soy una persona tremendamente optimista y siempre intento contagiar de confianza y tranquilidad a la gente que tengo a mi alrededor. También ahora, que encaramos un nuevo año.
Hemos vivido dos años tremendos.
Dos años que han pasado como un ciclón, poniendo patas arriba nuestras vidas. En un primer momento, a finales de febrero de 2020, tuvimos noticias de que en China había una gripe algo distinta y, a mediados de marzo, el mundo se paralizaba. A partir de ese momento, nos hemos subido todos en una especie de noria con energía inagotable. Vamos por seis o siete olas de contagios desde entonces, con otras tantas variantes: Delta, Ómicron, etc.
Durante todo este tiempo, en la responsabilidad pública que ahora ostento, la dirección de una de las empresas más importantes y emblemáticas de Lanzarote, me he encontrado con un equipo humano incomparable. Los trabajadores han encarado esta crisis con profesionalidad y entrega, con sincero cariño hacia la Red de Centros Turísticos y conscientes de lo que representa trabajar para esta empresa pública.
Ellos y ellas han hecho mucho más fácil estos largos meses de incertidumbre, manteniendo bien visible, en lo más alto del mástil, la bandera que representa que Lanzarote ha estado y está abierta, que la isla que encarna el espíritu de César Manrique no se doblega ni se cierra. ¡Cómo no voy a ser optimista con personas así a mi lado!
En la senda de la recuperación de la economía y de nuestras vidas, hemos pasado por un parón en seco, arrancadas, frenadas y distintas velocidades, pero, después de todo lo vivido, no nos queda otra que seguir luchando. Vamos a seguir conviviendo con el virus por un tiempo, pero tengo muy claro que 2022 nos traerá la estabilidad que todos deseamos para poder desarrollar nuestros objetivos y metas.
Un buen amigo siempre me dice: para atrás ni para coger impulso. Así que ya saben, ¡a por el 2022!