martes. 20.05.2025

Un tal Pepe Mujica

‘Adiós, amigo’: presidente Petro se despidió de Pepe Mujica
‘Adiós, amigo’: presidente Petro se despidió de Pepe Mujica

 

Conocer la vida y obra de Pepe Mujica es imprescindible para un político (a) cualquiera que sea su filiación ideológica, su figura humanitaria y absolutamente rebelde contra el consumismo, “estamos demasiado centrados en la riqueza y no en la felicidad”, es de las pocas que dignificaba la verdadera acción política a nivel global, y seguirá honrándola, porque su trayectoria y herencia son el mejor ejemplo para quienes ahora ejercen la política y jóvenes que se están preparando para el servicio público. Un político que no conozca o se interese en la vida de Pepe Mujica es como un estudiante de periodismo que hace caso omiso a la obra periodística y literaria del maestro García Márquez.

El viejo, símbolo de la izquierda latinoamericana, se ganó el respeto internacional por sus actos, trabajo y honestidad, lealtad a sus principios y fidelidad a su pueblo, por ser además un líder totalmente austero, sin ambiciones de grandeza, su caminar lo hizo grande, por eso era un bicho raro en esta esfera llena de políticos imbéciles y/o corruptos, para expresarlo de una forma medianamente moderada.

Murió en su querida patria uruguaya el pasado 13 de mayo, solo el cáncer de esófago extendido a otros órganos pudo vencerlo a los 90 años de edad. Los medios dan cuenta de su muerte a los 89, pero él había revelado que su registro se hizo un año después de su nacimiento.

Llegó a la presidencia ya mayor, con 75 años de edad para el periodo 2010 - 2015, pero cuando Pepe Mujica fue elegido para ocupar la jefatura de Estado, con el mayor apoyo popular en la historia de la República Oriental del Uruguay, el viejo ya había hecho historia y era reconocido por su incontestable compromiso político, carisma, servicio a su gente, lucha y sacrificio.

De joven, combatió la dictadura militar desde el Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros, una participación activa que le costó 14 años de encierro forzoso y torturas en diversas unidades militares. Cambió la lucha armada por la divulgación de su discurso sosegado, real y contundente, creando el Movimiento de Participación Popular, dentro del Frente Amplio, para ganar en las urnas y ejercer como diputado, senador y presidente, un presidente muy campechano.

Difícil identificar a otro jefe de Estado tan pobre y humilde. Donó más del 80 por ciento de su salario a obras sociales, se negó a residir en el palacio presidencial para cederlo a personas sin techo, así que prefirió seguir viviendo en su chacra (granja) en las afueras de Montevideo, allí se sentía feliz como trabajador que era del sector primario, allí vivió hasta su muerte, hasta allí fueron en diciembre pasado los presidentes de Colombia y Brasil, Petro y Lula, respectivamente, a entregarle la máxima condecoración civil de estos dos países hermanos, una ceremonia humilde como él mismo y llena de carga simbólica como fue su vida sin aspavientos, y allí, en la chacra, pidió que enterraran sus cenizas al lado de su perra.

El viejillo Pepe Mujica legalizó el aborto, el matrimonio igualitario y la producción, venta y tenencia de la marihuana para usos medicinales y recreativos en Uruguay, un revulsivo mundial que golpeó el tráfico ilícito en su país y abrió los ojos a otras naciones.

Su discurso de 2020, de despedida de la política, siendo senador, es para enmarcar. Sin odios, con la misma tranquilidad, crítica y reflexión de siempre, anunció su adiós definitivo de la vida pública diciendo que lo estaba echando la pandemia. Como otro gran personaje uruguayo, el escritor Eduardo Galeano, sus alegatos se caracterizaban por ser tan pausados como punzantes.

La despedida de Mujica fue una lección magistral de política centrada en el verdadero bienestar de la gente, con una singularidad, apartado del yoyoísmo actual, no mencionó objetivos alcanzados en su amplia trayectoria política, para rematar con un mensaje del que también deben tomar buena nota seres autodenominados políticos: “el odio termina estupidizando”. En Lanzarote, por ejemplo, solo hace falta escuchar a “celebridades” que ostentan cargos públicos para entender que ya están más que estupidizados.

A unos 45 kilómetros de Barranquilla, en el norte de Colombia, hay una población que se llama Sabanalarga, pues bien, de niño escuchaba que cuando se hacía mención a ella , la calle agregaba la coletilla: “...donde la inteligencia es peste”, claro, tanta generosidad en Barranquilla no era gratuita y apareció el vacile típico del Caribe para empezar el cachondeo. La calle entonces decidió implantar una subsiguiente coletilla: “...pero el problema es que ya fumigaron”. ¿Habrá algún humo, gas, vapor o polvo en suspensión para combatir la estupidez política?

Un buen ejercicio es conocer las distintas etapas de la vida de Pepe Mujica y su transición de guerrillero a estadista, un hombre a la que la poesía le ha dedicado letras como poeta de la política real, campesino del alma, símbolo de rebelión contra el cinismo, guardián del pueblo o presidente sin trono. Esta semana leí estas palabras de una persona anónima que firma como ‘Gaby, artesano de paz’, que en su oda a Mujica titulada ‘Sembrador de dignidad’, termina diciendo: “hasta siempre, compañero del pueblo. Tu vida no termina: comienza en quienes aún soñamos despiertos”. Y Pepe cuando ya sentía que no le quedaban fuerzas, sentenció: “el guerrero tiene el derecho a su descanso”.

Se fue un grande, de verdad, no sin antes dejar muchas reflexiones en su última etapa de vida: “...este barquito, nuestro Planeta Tierra, por el cual navegamos, y corremos el riesgo ahora, por exceso de despilfarro, de transformarlo en un gigantesco sartén para freír muchas formas de vida, entre las cuales está la nuestra”. De un tal Pepe Mujica.

Un tal Pepe Mujica
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