
Saliendo del edificio donde vive un gran amigo que se recupera de serios problemas de salud, sufrió con más de ochenta años de edad un derrame cerebral que a punto estuvo de cobrarse su vida, otro amigo que me acompañó en esta visita de celebración y alegría por la vida, me decía, mientras abandonábamos el inmueble, que el acto de salir a la calle nos devolvía a la realidad de una sociedad que tiene el egoísmo, la vanidad y el individualismo por bandera.
El comentario venía a cuento porque unos minutos antes ambos nos deshacíamos en elogios valorando la bondad de nuestro amigo convaleciente, un ser humano comprometido con causas solidarias dentro y fuera de Colombia a pesar del poco tiempo del que disponía por su intensa rutina de trabajo, lectura y estudio. “Difícil encontrar un hombre tan noble y solidario como Pedro”, espetó con conocimiento de causa y razón. Y claro que la visita se convirtió en una celebración de la vida, si nuestro amigo permaneció dos meses en la unidad de cuidados intensivos de una clínica de Barranquilla con pronóstico reservado. La ciencia lo salvó.
No está contrastada la autoría de la frase: “el mejor paisaje de Barranquilla es su gente”, pero puede aplicar a cualquier lugar del mundo. De poco vale tener bellezas naturales, infraestructuras y servicios, si luego los lugareños no son hospitalarios y empáticos. Seguro que como Pedro hay muchísimas personas anónimas regadas por el Planeta que hacen que este mundo todavía pueda ser vivible en medio de tanto trumps y netanyahus. En el entorno de cada uno de nosotros, siempre identificamos a personas bacanas.
Por casualidad, encontré un atractivo stand de venta de artesanías en el centro comercial Buenavista de Barranquilla, se trata del pequeño puesto ‘Wayuú Nation Store’. Me llamó la atención no solo por la calidad, colorido y exhibición de sus productos, todos hechos a mano, mochilas y sombreros, entre otros, sino por la imagen y seña de identidad que proyecta este emprendimiento con fines sociales que mezcla el nombre de la comunidad indígena Wayuú, asentada en el departamento de La Guajira, norte de Colombia, con su válida estrategia de marketing.
Me atendió Evelyn, una mujer joven de origen Wayuú, de trato bacano, que ahora vive en Barranquilla dedicada a la venta de las artesanías que produce su comunidad. Le pregunté por qué los precios eran tan competitivos con respecto a otras tiendas de artesanías y respondió con rotundidad: “aquí no hay intermediarios. El producto sale de la ranchería donde viven doce familias y lo vendemos a precio justo. Gana la artesana y gana el pueblo Wayuú”.
Seguí indagando por el origen del negocio y me contó que una misionera colombiana que visitó la ranchería donde habitan las artesanas y sus familias las motivó a darle salida comercial a su arte para que cada artesana recibiera la recompensa económica justa por su trabajo y otra pequeña parte de la venta de cada producto fuese destinada a satisfacer necesidades básicas de una región históricamente pobre y olvidada por los gobiernos locales y nacionales. Me enseñó varias fotos que muestran los frutos del trabajo comunitario.
Ahora, con esa pequeña parte, que se multiplica por muchas partes, solventan la compra de material escolar y ropa para niños y niñas de la comunidad, construyen fosas sépticas para suplir la falta de un sistema de saneamiento de aguas residuales e invierten en otras demandas sociales. Acogieron la idea de la misionera y les está yendo estupendamente. Aprendieron a que no merece la pena esperar siempre por administraciones públicas que no cumplen con sus obligaciones y sí explotar el talento y buen hacer heredado de generaciones que probablemente ni siquiera alcanzaron a conocer.
En su cultura, el tejido es una tradición que las mujeres combinan con sus quehaceres cotidianos. Quien es hábil tejiendo es mirada con mayor respeto, así, la artesana que posee muchas piezas tejidas adquiere poder y prestigio por ser una manifestación de sabiduría y creatividad, según destaca la Gobernación de La Guajira en un portal dedicado a la etnia Wayuú.
Reconforta el reencuentro con amigas y amigos bacanos y que la casualidad te ponga en el camino gente humilde y talentosa con ganas de echar para delante, lecciones de vida muy a pesar de la vorágine que se empecina en apabullarnos como sociedad, y ante esta realidad, allí está el don de gentes como expresión sublime del paisaje.