jueves. 25.04.2024

Fotos: Anabel Navarro

Las 12.00 horas del mediodía encarna una escena común y entrañable en las puertas de los colegios españoles. Los niños, ansiosos por salir, aprovechan sus últimos minutos de juegos y lecciones mientras sus madres y padres les esperan a la puerta charlando animadamente. Pero esta no es la imagen que presentaba el colegio La Destila ayer a esa misma hora, ni este mediodía, ni el pasado año a las 12.00 horas.

Más de 30 personas hacen cola en una acera de poco más de un metro de ancho y que limita con una estrecha calle transitada por numerosos automóviles, sin paso de cebra, ni señalización, ni ningún tipo de acondicionamiento. El número de familiares que esperan a los pequeños en fila de a uno va aumentado y la posibilidad de aparcar en las inmediaciones del colegio es tan solo una utopía.

“Llevamos tantos años así que lo peor es que nos hemos acostumbrado y, mírame, aquí estoy esperando con el cochecito y mi bebé dentro en la calzada a que salga mi otro hijo de clase”. Una declaración que no sólo describe inmejorablemente la escena sino que además define un problema que lleva arrastrándose décadas en el tiempo: el antiguamente conocido como Colegio del Generalísimo Franco ha cambiado de nombre pero por dentro está más que desmejorado; es un centro arcaico y carente en cuanto a muchos aspectos básicos.

Cuidado con jugar

Apariencia y realidad, el otro lado de la moneda en el colegio La Destila de Arrecife, que paradójicamente cambió hace a penas un mes su nombre para adecuarse y acercarse a la realidad. Y es que de momento la descripción tan solo es reflejo de puertas para afuera. Una vez dentro del recinto escolar la situación es aún más alarmante. No hay suficientes aulas, las paredes tienen humedad y las puertas son viejas y diminutas. El patio se construyó hace ya más de 50 años con piedra dura y áspera y así sigue, un lustro después, resultando peligroso para los niños que “disfrutan” allí del tiempo de ocio y deportes.

Los insuficientes aseos están limpios pero también son obsoletos y escasos. “Es una situación terrible, y eso que ahora los profesores y la dirección tenemos otra casa en la que tenemos nuestros despachos y archivos, antes todos estábamos en una de las pequeñas viviendas en la que ahora están las clases”, explicó la directora del centro en esta redacción.

La raíz del problema

El espacio que posee el Consistorio para este centro agrupa a más de doce viviendas pero, salvo la que está ocupada con las aulas y en la que se encuentra el personal docente, en su mayoría están ilegalmente ocupadas. Padres, vecinos y profesores llevan años levantando su voz y reclamando que el centro tenga unas instalaciones acordes a las necesidades y a la normativa de la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE).

Con las correspondientes quejas lograron que el asunto trascendiera y llegara a oídos del Ayuntamiento y del Gobierno de Canarias pero la respuesta que en su día recibieron fue tan solo un doble problema más con el que cargar. Por un lado les propusieron crear un nuevo y adaptado centro en el extrarradio de la ciudad; los familiares se negaron en rotundo ya que, lógicamente, la barrera de tiempo y espacio que supondría desplazarse cada día con sus pequeños era algo más que molesto, absurdo. La segunda propuesta, más afortunada, barajó la opción de las obras pero llevaba consigo otros dos inconvenientes ya que durante el periodo de construcción los niños deberían dividirse en el resto de colegios de la ciudad o bien trasladarse a otro de los pequeños edificios colindantes que posee el Consistorio; algo que tampoco se podía materializar ya que son casas ocupadas. Ninguna opción parece sinónimo de solución.

“De momento hemos conseguido que el centro cambie su nombre y que se quede donde está, cerca de la Calle José Antonio”, explicó Pablo Betancort, un seguidor del problema de primera mano ya que fue presidente de la Asociación de Padres (APA) recientemente. Hace unos años el Gobierno de Canarias destinó una partida presupuestaria para que se materializara el proyecto de obras y construcción. Hoy, día 20 de septiembre de 2007, la pregunta es obligada. ¿Dónde está ese dinero?

El Ayuntamiento se moja

Ante un problema de tal envergadura el Ayuntamiento no ha hecho esperar una lógica y necesaria respuesta y Mª Dolores Rodríguez, concejal de Educación en el Consistorio capitalino, adelantó que “existe un gran interés por parte del Ayuntamiento para poner punto y final a este problema”. La directora de La Destila ya declaró que se trata de un compromiso real, con su correspondiente proyecto. En primer lugar procederán a derruir todas las casas que integran el total de la propiedad que el Consistorio posee, a excepción de en la que actualmente están ubicadas las aulas. Durante el periodo de un año, que es el tiempo prevén que durarán las obras, los alumnos podrán asistir con normalidad a sus clases. “El único perjuicio será para nosotros, para la dirección y los profesores, porque no tendremos el espacio del que ahora disponemos, pero sin duda merece la pena si por fin contamos con un colegio digno”, apuntó la directora.

La intención es construir un centro de tres plantas moderno y adecuado en el total del solar que resulte del derrumbamiento de las actuales viviendas. En espera de que el propósito se lleve a cabo, el Ayuntamiento asegura que pronto se referirá a plazos y periodos concretos pero añade que “ya ha retomado el asunto teniendo en cuenta a todas las partes afectadas y se solucionará lo antes posible”.

La Destila estrena nombre pero continúa arrastrando viejos y graves problemas
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