Cuando un amigo se va, algo se muere en el alma. ¿Y cuando se van dos? ¿Y cuando los dos que se van lo hacen de forma absurda y siendo puñeteramente jóvenes? ¿Qué se muere? En menos de un año se han ido dos de los nuestros: primero fue Arturo Escarda, al que se lo llevó la playa de Famara un día de octubre de infausto recuerdo, y ahora ha sido Santana, nuestro querido Santana, que nos lo ha arrancado de las manos la parca este domingo de marzo, día del que probablemente tampoco nos querremos acordar dentro de un tiempo.
Con la precipitación y la angustia del momento nos gustaría dedicarle unas líneas a él. A nadie más. Cualquier cosa que podamos contar se quedará corta, no alcanzará ni de lejos la dimensión del verdadero dolor que sentimos. Porque se ha marchado del mundo de los vivos una de las mejores personas que ha pasado por aquí: simpático, amable, honesto, trabajador, virtuoso... Lo tenía todo, y ahora nos deja con nada. No es sencillo describir a este ser único e irrepetible, uno de los artistas más polifacéticos y de mayor talento que ha parido Lanzarote, un tipo genial.
Jesús Manuel Rodríguez Santana, porque Santana aunque muchos no lo sepan es su segundo apellido, era y seguirá siendo para nosotros un ser excepcional. Este loco con una gracia descomunal no paraba quieto. Era capaz de estar metido en veinte cosas a la vez. Lo penúltimo fue la obra de teatro que iba a estrenar el próximo día 28, El Crédito, algo en lo que había puesto la misma ilusión y las mismas ganas que ponía en cada cosa de las muchas que hacía.
Aunque lo suyo siempre fue la música. Como compositor fue único, como cantante también. El ser quien era y el vivir alejado de los lugares en los que se crean los éxitos le apartó de un estrellato que seguramente tenía de sobra merecido. Pero lejos de importarle siempre se mostró positivo, incluso en los muchos momentos malos que le ha tocado padecer en el Valle de Lágrimas. Todos, como seguramente habrá hecho con la muerte, los ha sobrellevado con una enorme sonrisa.
Pero Santana fue mucho más; amigo de sus amigos, fiel, leal... Un nuevo hombre del Renacimiento, un ser creativo. Como publicista no lo había mejor en Canarias ni probablemente lo habrá. Sus campañas eran originales, únicas. Su amor a su oficio se reflejaba en cada una de ellas. ¿Cuántos clientes van a llorar hoy tu pérdida?
Como todavía no lo podemos creer, como nos da la sensación en el que fue su medio de comunicación de que todo parece una de sus habituales bromas, no nos vamos a extender mucho más.
Nos dice la familia que falleció de un infarto estando en su casa de Arrecife, él que tanto se cuidaba, él que tan presumido se había vuelto... Lo del cómo es lo de menos. Mucho menos el porqué. A lo largo de las próximas horas informaremos de lo que se decida para honrar su despedida. De momento no sabemos más, sólo que nos ha dejado.