miércoles. 14.05.2025

Por Miguel Ángel de León

Dicen los que gustan de estas novelerías que este sábado vuelven los Reyes de España a visitar Lanzarote, con motivo del centenario de la primera visita a las islas del abuelo del actual monarca, allá por 1906. No tengo edad para recordar apenas nada de aquella visita a principios del siglo pasado, pero sí para hacer memoria de cuando los actuales monarcas aterrizaron por primera vez en esta pobre islita rica sin gobierno conocido en calidad de Príncipes, cuando todavía vivía y coleaba Panchito Franco.

A la mayoría de nosotros, allá cuando chinijos, maldita la gracia que nos hacía ir a ver a los Príncipes, incluso sabiendo que nos ahorrábamos así ir al odiado colegio. Pero entre maestros y padres nos convencen de la forma que antes se convencía a los niños: con la amenaza de recibir dos tortas o dos nalgadas, a elegir. Total, que terminamos todos en Arrecife, aguantando durante horas un calor que rejaba las piedras, justo debajo del balcón del Ayuntamiento, ubicado entonces en lo que hoy es la Casa de la Cultura.

-Vienen los Príncipes, sus hijas y el Principito...

-¿Y ese quién es?

-El chinijo pequeño del Príncipe.

A lo lejos se oye, todavía lejano y confuso, el ruido de las hélices de los tres helicópteros, que acaba trocándose en estruendo cuando se acercan hasta la explanada del Castillo de San Gabriel, donde aterrizan los cacharros aéreos.

-El último que ha tomado tierra es el del Príncipe, y lo pilota él mismo...

-Ay, Néstor, eres un bobato. Te crees todas las mentiras que cuentan en la tele...

-Ten cuidado con lo que hablas, malcriado, que la policía lo escucha todo, y dice mi padre que te pueden meter en la cárcel si te trincan hablando mal de estos ilustres visitantes.

Al rato, los Príncipes ya se han encaramado en el balcón del Ayuntamiento sin que nadie los haya visto entrar. Juan Carlos lee un discurso que, casualmente, se parece mucho al que leyó ayer mismito en Fuerteventura. Y después aparecen unos tipos muy altos, vestidos de negro, que nos apartan de la misma puerta por donde salen, al ratito, doña Sofía y su marido, que reciben un aplauso ensordecedor de los miles de conejeros que ese día no tenían mejor cosa que hacer. Mientras don Juan Carlos saluda por la derecha, doña Sofía se viene hacia la izquierda, donde estamos el grupito de batateros, y le estampa dos sonoros besos en las mejillas a Néstor, que se queda blanco y casi sin respiración.

-Ahora sales esta noche en el Telecanarias. Y te pondrán en el NO-DO en todos los cines de España. Ya no te vas a volver a lavar la cara más nunca...

-¿Y cuándo se ha lavado Néstor la cara, carajo?

Entonces me dije que al menos a mí no me volverían a coger en una similar. Y hasta hoy. (de-leon@ya.com).

Ya llegan
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