Por Miguel Ángel de León
Te lo voy a decir en público porque estoy cansado de decírtelo y reprochártelo en privado: tu manía persecutoria acabará pasándote factura más pronto que tarde. Puede que incluso dentro de apenas unas horas si tus últimos y desesperados movimientos orquestales en la oscuridad no acaban dándote el mismo resultado que el pasado martes por la noche/madrugada. A lo mejor esta vez no funciona la estrategia dilatoria. O a lo peor sí. Lo veremos este miércoles, cuando salga la luna.
Ya desde cuando los dos éramos unos felices e indocumentados “cabosos”, cuando te animaba a crear una criatura política en la que todavía no creías ni tú ni otros hombres y mujeres de poca fe, me cansaba de avisarte siempre de lo mismo: “No todos los que no te damos la razón todo el rato estamos contra ti”. Tú asentías con el “ya, ya, claro, claro”, pero no terminabas de creértelo. Al contrario: antes y ahora sigues viendo fantasmas por todos lados, sin caer en la cuenta de que a veces al único fantasma que debemos temer, porque suele ser el único que existe, es el que todos llevamos dentro, en ocasiones “fantasma ilusionante” y otras veces el más desilusionante de los fantasmas, epicentro y no periferia de la peor “ceremonia de la confusión”
En vísperas de las pasadas y pesadas elecciones locales de 2003, insistí en sugerirte que no hicieras caso de ninguna encuesta engañabobos (Alternativa Ciudadana no aparecía en ninguna de ellas, y se le daba un “cero batatero” en intención de voto). A ti y a todos los que por aquel entonces me soportaron la tabarra les barrunté por mi cuenta y riesgo que AC, partiendo de la nada y con apenas unos meses de existencia, iba a dar el campanazo electoral, pues el agotamiento de los partidos/rajados de siempre era/es evidente. Y así fue que le gané la apuesta a varios políticos de otros partidos distintos y distantes, y a dos o tres periodistas peligrosamente adictos a los sondeos, algunos de los cuales todavía hoy -puestos a contar toda la verdad- no me han pagado la cena que habíamos acordado (culpa mía por creer promesas políticas en plena campaña electoral). Total, que te encaramaste en el Cabildo. Y desde entonces hasta hoy, payasadas y numeritos circenses al margen (ahí no me meto: cada cual hace el ridículo como mejor le da la gana), has insistido en ver un enemigo, un traidor, un conspirador en todo aquel que opinara distinto a ti, en todo compañero que te ha sugerido con la mejor de las intenciones un cambio de actitud (no de aptitud, que la tienes de sobra). Todo el que no te diera la razón, incluso cuando no la tenías, se convertía automáticamente en sospechoso de conspirar contra ti o contra todo “el ilusionante proyecto”.
Igual ahora sí hay una pequeña/gran conspiración contra ti. Ni lo sé, ni lo dudo ni lo discuto, y tanto me da que me da lo mismo. Pero si la hay, te la habrás ganado a pulso, después de conspirar sólo para mantenerte tú a flote. Y tus métodos, ya más que vistos y gastados. Y tus trabes y tus malos rollos, por utilizar ese infralenguaje supuestamente chachi que es tan de tu gusto. Nadie es imprescindible. Tú también lo repites a veces como un loro o como un eco, como hacen muchos otros políticos con la boca chica, pero tampoco has terminado de creértelo.
No estoy ni participio en ninguna conspiración o confabulación contra nadie. Y el único que en más de una ocasión me propuso ser parte de alguna fuiste, casualmente, tú mismo. No tengo ningún móvil personal para escribir lo que estoy terminando de escribir. En realidad, mi móvil es el de siempre, pero no te lo repito porque tú ya te sabes el número. Como sabes, por propia experiencia, que respondo siempre al mismo y que no me escondo cuando pintan bastos. Saludos.
SALTAPERICO: Tira de mixto que explota al rasparla, de entretenimiento o juego peligroso para niños. (“Gran Diccionario del Habla Canaria”, de Alfonso O'Shanahan). (de-leon@ya.com).