miércoles. 14.05.2025

Por Miguel Ángel de León

La inminencia de las elecciones locales del próximo mes de mayo de 2007 está provocando la constante recalada por esta pobre islita rica sin gobierno conocido de los principales líderes políticos -si los hubiera o hubiese- de Canarias. El pasado fin de semana se dejaron caer por aquí el presidente del Ejecutivo regional, Adán Martín, y el presidente del PP canario y del Cabildo grancanario, José Manuel Soria. Todos calientan motores, pues. Es buena hora la de ahora, por lo tanto, para entonar el ripio del candidato electoral:

Una mañana de mayo,

una mañana muy fresca

(mayo del 2007 era),

entréme por esos valles,

entréme por esas vegas.

Cantaban los pajaritos,

olían las azucenas.

Eran azules los cielos

y claras las fuentes eran.

Y las laderas repletas

de candidatos y candidatas,

de caretos y caretas

dibujados en carteles

con sonrisas de opereta.

Y a la altura de Haría

hallara una partorcita,

una pastorcita bella.

Azules eran sus ojos,

dorada su cabellera,

sus mejillas como rosas

y sus dientes como perlas.

Veinte años no más tendría

y daba gusto sólo con verla,

lavándose las sus manos,

peinándose las sus trenzas.

"Pastorcita de mis ojos",

admirado le dijera,

"Dios te guarde por hermosa;

bien te lavas, bien te peinas.

Aquí traigo estas flores

cogidas en la pradera;

sin ellas estás hermosas

y lo estarás aún más con ellas".

"No me placen, candidato",

respondióme la doncella.

"No me placen, que me bastan

las flores que Dios me diera".

"Quién te dice que las tienes?

¿Quién te dice que eres bella?".

"Me lo dicen los muchachos,

y mis ojos, que no soy ciega".

Así habló la pastorcita,

entre enojada y risueña,

lavándose las sus manos,

peinándose las sus trenzas.

"Si no te placen las flores,

vente conmigo siquiera,

y allá, bajo las parras,

sentaditos en La Geria,

te contaré muchos cuentos,

te contaré cosas buenas,

pues como soy buen político

tengo para diez horas y media".

"Pues eso menos me place,

porque el cura de la aldea

no quiere que con candidatos

vayan al campo las doncellas".

Tal dijo la pastorcita,

y no pude convencerla

con ésta y otras razones,

con ésta y otras promesas.

Marchéme desconsolado,

acordándome hasta de su abuela.

Lloré por la pastorcita

que, sin darme otra respuesta,

se quedó donde estaba,

entre enojada y contenta,

lavándose las sus manos,

peinándose las sus trenzas.

Entréme por esos valles,

entréme por esas vegas;

mas mi corazón estaba

muriéndose de tristeza.

¡Qué odiosas me eran las flores

y odiosas las fuentes eran!

"A mí ésta no me vota,

no se traga mis promesas.

Me ha visto cara de idiota.

Es guapa, pero no necia.

Y en Haría se quedó

la que me robó el corazón,

lavándose las sus manos,

peinándose las sus trenzas.

(de-leon@ya.com).

Ripios del candidato
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