miércoles. 14.05.2025

Varias plataformas de perforación se han instalado ya en la cima de la bellísima montaña majorera de Tindaya para proceder a analizar la consistencia, si la hubiera o hubiese, de la roca (esa traquita que se ha estado extrayendo de forma cuasi furtiva, y que hoy decora incluso fachadas de principales instituciones públicas de Canarias, como es triste fama). Estamos, pues, en la segunda fase del proyecto geotécnico de investigación, que comprende estos sondeos y la extracción de la roca, para saber a ciencia cierta y a carta cabal si es viable o no la idea del fallecido escultor vasco Eduardo Chillida de perforar la montaña que adoraban los antiguos majos prehispánicos. Todo ello, claro, con división de opiniones entre los vecinos de la zona: unos creen que la original obra artística traerá mucho turismo y riqueza, y otros siguen en la idea de que la montaña es sagrada y no hay que tocarla. Para gustos, colores. Para disgustos, olores... en el Charco y por ahí.

Y, para mi gusto, creo que el municipio de La Oliva tiene dos grandes maldiciones en su suelo: su ex alcalde Domingo González Arroyo, el marqués de las pocas dunas que van quedando en Corralejo (ordenaba y mandaba a su antojo en el norteño Ayuntamiento desde cuando los tristes tiempos de Panchito Franco, y lo echó de allí la "hembra desfondada" que él tanto odiaba); y la maldición de la referida Montaña de Tindaya, en el mismo municipio majorero, sobre la que también se ha escrito ya ríos de tinta. De hecho, el "caso Tindaya" ha sido apodado igualmente como el río Guadiana, que aparece y desaparece por momentos de los titulares periodísticos y de los juzgados según sople el viento.

En su día y momento, la muerte de Eduardo Chillida trajo de nuevo el nombre de la mágica montaña majorera a las páginas de toda la prensa nacional. Sin embargo, de las páginas de la prensa insular canaria casi nunca se ha despegado del todo, aunque fuera o fuese casi siempre por razones ajenas a su majestuosidad paisajística. Todo eso mientras se iba enredando cada día un poco más la infinita madeja judicial del citado "caso Tindaya", en donde la sombra de la duda planea sobre un buen montón de políticos isleños, que siguen tan campantes y ufanos.

El tronante y tunante ex alcalde de La Oliva, el Domingo González Arroyo al que ahora acusan de oscuras maniobras orquestales en la caja de las perras mientras ejerció como uno de los políticos que más vergüenza ajena nos ha causado a todos los canarios y a parte de los extranjeros, decidió en pleno municipal querellarse contra el Gobierno regional a cuenta de aquellos cuatro mil millones de pesetas (duro arriba o euro abajo) que fueron a parar a los bolsillos de tres o cuatro linces de la corrupción política que tiene acogotado a todo el Archipiélago. Pero todo se quedó en otro sonoro e inútil brindis al sol por parte de González Arroyo, que está él como para señalar a nadie con el dedo acusador, mientras entra y sale de los juzgados, como hizo este mismo lunes. Política de escaparate, en suma, que casi todos sabíamos de antemano que se quedaría en nada. Y en ésas seguimos: esperando que del inmenso e insondable agujero negro brote al menos un mínimo rayo de luz que aporte algo de claridad en mitad de la noche oscura de la política insular canaria. O sea, tanto como pedir peras al olmo o duraznos a la rama de batatera. (de-leon@ya.com).

Majaderías majoreras
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