miércoles. 14.05.2025

Cuaresma. Carnaval de los curas. La sentencia es de Nietzsche: “La fe significa no querer saber la verdad”. Lo contrario de la ciencia, se podría añadir. Hagamos, pues, ciencia-ficción. Supongamos por un momento que el periódico CRONICAS DE MARTE manda a un enviado especial por aquí abajo coincidiendo con la Semana Santa, y que éste, Marciano de León, escribe en sus “Crónicas del planeta Tierra” que los seres relativamente racionales que habitan la Tierra se dividen en pensantes y creyentes: "Estos últimos creen cosas rarísimas, pero están firmemente convencidos de que las que son muy raras son las creencias de los demás. En concreto, en un país todavía llamado España una buena parte de los que creen son conocidos como católicos, y quienes administran sus creencias, los llamados curas, se muestran ahora muy orgullosos y piden para sí el mayor de los respetos porque llevan más de un siglo sin quemar a nadie. Antes, lo de quemar a quien no creía lo que había que creer era cosa cotidiana".

"Los curas son solteros. Han renunciado al matrimonio, pero no necesariamente al acoplamiento con mujeres, aunque lo hagan de tapadillo. De ese ensamblaje de los hombres con las mujeres vienen luego los descendientes conocidos como hijos, lo cual no impide que los curas exijan que los demás les llamen padres (acaso por aquello del "nunca se sabe"), y obsesionados como suelen estar en que todos se acoplen y ensamblen como Dios manda, si bien ya no queman a quienes así no lo hacen, se dedican a hacerle la vida imposible a cuantos se ayuntan cuando y como les da la real gana. Al frente de los curas están los obispos, curiosos y prepotentes individuos que se reúnen cada cierto tiempo en las llamadas Conferencias Episcopales, donde, aparte de maniobrar para ver si pueden llegar a cardenales, se dedican a incordiar y a pedir el oro y el moro a los gobiernos. Para un obispo es importante llegar a cardenal y estar en condiciones de ser elegido papa o mandamás, con lo que dicen que se logra una comunicación directa o el teléfono particular del Ser Supremo que, en forma de paloma, baja de vez en cuando a decirle lo que se cuece en un elevado e indeterminado lugar llamado Cielo".

"Los curas y demás terrícolas conocidos como clérigos tienen una importante fuente de ingresos en un negocio inmobiliario de muy poco riesgo para ellos: si los católicos son buenos y además tienen lo que más aprecian los terrícolas, que es una cosa a la que llaman dinero, pueden sacarle un buen provecho dándoselo a esos clérigos, que por lo visto, cuando no tengan más remedio que dejar la Tierra, les reservan acomodo en el Cielo a los que han contribuido económicamente a su causa".

La Banca nunca pierde, y es lógico que cuando la Iglesia se mete a banquera saque siempre buen beneficio, pues al estar en permanente contacto con Dios se las sabe todas.

De haber venido a la Tierra un siglo y pico antes, el enviado especial de CRÓNICAS MARCIANAS hubiera o hubiese podido conocer en vida al ya citado Nietzsche, aquel loco de remate que también dejó escrito que “los grandes intelectos son escépticos”. El propio Marciano de León, pese a haber visto los disparates que ha visto por aquí abajo con sus propios siete ojos, todos ellos escenificados en nombre la religión (la católica y las otras) no termina tampoco de creerse lo que sucede en el planeta azul. Pero al menos le hizo gracia lo que alguien escribió en un periódico canario en referencia a la Semana Santa y ya aludido carnaval de los curas: “Hablarle a Dios se llama plegaria, pero decir que Dios te habla se llama esquizofrenia”. (de-leon@ya.com).

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