Por Miguel Ángel de León
Marcos Páez dimitió al fin de su cargo como consejero de Pesca. Otros dan por hecho que fue un cese encubierto. Y los más opinan que, fuera cese o dimisión, en cualquier caso llega tarde. Anteayer, que me encontraba casualmente en La Graciosa, pude charlar apenas un ratito con el segundo graciosero más famoso en el mundo entero (la primera es Margarona).
-Perdone usted que le moleste, caballero, pero lleva el pantalón totalmente empapado por detrás...
-Ya lo sé. Vengo de coger lapas y, como dice el “reflán”, el que quiere lapas se tiene que mojar el culo.
-A propósito de las lapas, parece que se le ha dado bien la jornada...
-Bah, apenas he cogido unas cuantas y unas pocas más. Se agarran muy fuerte a la roca. Parecen políticos pegados a la silla en el “Cabirdo”.
-No como usted, claro...
-Oh, yo ya me he soltado de esa chupadera.
-La gente malpensada alega que usted no se fue sino que le obligaron a irse...
-Hago caso omiso de lo que diga o piense la gente. A mí, PIL... digo, plin.
-Le ha traicionado el subconsciente, porque ya se rumorea que usted le ha vuelto a lanzar el anzuelo y toda la carnada a Dimas Martín, por ver si lo va “engoando” y le deja volver a embarcarse en el PIL.
-Yo tengo mis negociaciones con varios partidos. Me sobran ofertas, para que lo sepan. La última que me llegó fue del PNV, fíjese lo que le digo...
-O sea, de los vascos, con lo mal que usted se lleva con los pescadores de allá arriba...
-No, no, del PNV, caracho: Partido Nada Bobo, porque el que no nada se ahoga. Lo vamos a presentar en sociedad muy prontito.
-Pero bobo se escribe con b de burro, y no miro a nadie. En fin, cambio de tercio y le pregunto ahora por su otra declarada y descarada afición cultural. Quería saber, por mera curiosidad, si ya terminó usted de leer la “Crítica de la razón pura”, el filosófico y profundísimo libro de Kant, en el que me contaron unos vecinos suyos que lleva usted varias noches enfrascado...
-Sí. Ya me he leído ese libro y toda la obra de ese autor alemán, a la que me aficionó años atrás su paisana la modelo Claudia Clipper, a la que tuve la suerte de conocer la última vez que estuvo en Lanzarote la guapísima tetona.
-Querrá usted decir teutona...
-He dicho lo que he dicho, y yo sé lo que me digo. Claudilla me enseñó muchas cosas... y también algo de ese filósofo que creó de una sola sentada el criticismo racionalista, conocido como idealismo trascendental, para que te enteres. Pero no se paró ahí, el tipo, sino que se propuso también analizar el fundamento (lo que le falta a Carlos Espino, por cierto) y los límites del conocimiento científico humano para decidir acerca de la posibilidad metafísica, superando el racionalismo del tolete de Leibniz y el empirismo del belillo de Hume. Que lo sepas.
-Confieso que me sorprende, cristiano, porque no le suponía yo a usted poseedor de tan vasta cultura...
-Es que yo a primera vista engaño. Me estoy enviciando en la lectura de todas las obras de los más grandes pensadores de la Historia. Oh, con decirte que ya tengo incluso varios razonamientos de mi propia cosecha...
-Dígame usted alguno, ya puestos...
-Pesco, luego existo.
[NOTA DEL AUTOR: Cualquier parecido con la realidad puede ser algo más que simple o simplona coincidencia] (de-leon@ya.com)