Por Miguel Ángel de León
El epitafio es la postrera vanidad del hombre (y de la mujer, como añadiría al momento el redundante políticamente correcto). Y de hecho hay personas que viven únicamente para dejar un bonito epitafio sobre su lápida. Ahí van, seguiditos y apócrifos, algunos ejemplos:
ANTONIO MACHADO: "Caminante, no hay más camino".
CHARLES DARWIN: "Descubrí de dónde venimos. Y ya veo a dónde vamos".
EL ABOGADO: “Mis cuatro mejores intervenciones en un juicio fueron cuando le planteé al testigo otras tantas preguntas antológicas, que lo dejaron sin palabras: ¿Estaba usted presente cuando le tomaron la foto? ¿Estaba usted solo o era el único? ¿Quién murió en la guerra, usted o su hermano menor? ¿Él le mató a usted?”
EL ALCOHÓLICO: "Nunca pensé que hablaría de un mal trago, pero éste sí que lo es, para mi gusto".
EL CASADO CANSADO: "Algunos matrimonios acaban bien. Otros, por el contrario, duran toda la vida".
EL CURA: "En el confesionario, sólo una vez me negué a perdonarle los pecados a uno que decía haberse acostado con Ava Gardner y que estaba arrepentido".
EL DESCONFIADO: "En vida sólo confié en las malas personas: eran las únicas que no cambiaban nunca".
EL DIVORCIADO: "El matrimonio es la única guerra en la que los enemigos duermen juntos. Doy fe".
EL MARIDO ENGAÑADO: "Siempre envidié a los vikingos porque sus cuernos eran postizos".
LA FEMINISTA MILITANTE: "Los hombres existen todavía porque los consoladores no invitan a copas ni al cine".
LETIZIA ORTIZ: "Me estaba quedando muy flaca y necesitaba urgentemente una transfusión de sangre... azul. Aunque para lo que me ha servido...".
MARCOS PÁEZ: “¡Ya me pescaron!”.
MIGUEL DE UNAMUNO: "Siempre hablé mucho de mí mismo en mis obras porque era el que tenía más a mano. También hablaba mucho conmigo mismo porque me gusta hablar con gente inteligente".
PLÁCIDO DOMINGO: "Para plácidos domingos, los que se respiran en el cementerio. No se oye ni una voz. Ni siquiera la mía".
RAMÓN MARÍA DEL VALLE INCLÁN: Eligió su epitafios siendo todavía un chinijo cuando le preguntaron qué quería ser de mayor: "Difunto".
RONALD REAGAN: "A mi muerte, ya casi nadie se acordaba de que yo fui presidente de los Estados Unidos. Y yo menos que nadie".
SILVESTER STALLONE: "Ahora ya lo puedo reconocer: fui un pésimo actor. Tengo casi cien películas para demostrarlo".