miércoles. 14.05.2025

Como consecuencia del artículo de ayer, que apareció en esta tribuna bajo el título “Adán: palíndromo”, alguien que firma como Ana Machín -ignoro si es nombre real o ficticio- me envía un correo electrónico después de ver y leer la edición en papel de este mismo diario lanzaroteño y me pregunta si por ventura (desventura, en este caso) escuché o leí enterito y entregado, que se dice, el discurso institucional del presidente del Gobierno regional. Aparte usted de mí ese cáliz, caballera, y no quiera Dios jamás que me tenga que ver obligado a semejante e inútil tortura. Confieso que, como no veo la tele ni creo en los informativos catódicos, sólo me limité -fiel a mi inveterada costumbre- a leer lo que entresacaron del sermón presidencial e insustancial los periódicos. Y si lo que resaltó la prensa escrita fue lo más interesante (¿?), sólo me queda decir, aparte de aquello tan canario de “guárdeme usted una cría, cristiana”, que no quiero ni imaginarme lo menos interesante o lo directamente intrascendente del mismo. Si por algo lo siento es por los pobres periodistas que se habrán tenido que devanar los sesos pasar sacar alguna lasca comestible de ese turbión de discurso huero henchido o hinchado de frases hechas y huecas. Pobrecitos, mal empleadito tiempo el suyo de ellos, como dijo el otro.

DISCURSO CUERDO

Una de las estrellas intelectuales, y principalmente mediáticas, de la Feria del Libro de Madrid de este año, por la que me dejé caer sólo un ratito el pasado fin de semana, fue el escritor peruano Mario Vargas Llosa, al que le perdí gran parte de la ley que le tenía cuando se le ocurrió meterse en las turbias y turbulentas aguas de la política, ese pozo sin fondo que se lo traga todo, y primero que nada la ética, la dignidad, la vergüenza y aquella cosa tan bonita que se llamaba antes, allá cuando, la “hombría de bien”, si la hubiera o hubiese. No acudí a su caseta (el “stand”, como dicen los papanatas presuntamente políglotas), por donde merodeaba también el periodista/banquero Juan Luis Cebrián, pero luego leí en los periódicos mil y una entrevistas con el autor y antiguo amigo de Gabriel García Márquez, antes de que el colombiano cayera o callase ante las tropelías post-revolucionarias de Fidel Castro. De entre todas sus sentencias, me quedo con su reivindicación de la figura del filósofo, “por librepensador, ateo, civilista, cosmopolita, adversario del nacionalismo y de todos los dogmatismos ideológicos”. Cuánta verdad y cuánta belleza en unas líneas. A ver si aprenden algo o cogen recortes los “negros” que les inflan de aire los discursos a nuestros presidentes de gobierno, de cabildos o alcalditos refritos en la nada nacionalera, nacionalista y necesariamente necia, por estrecha y antifilosófica. Amén.

HASTA LOS CAYUCOS

Me decía días atrás en Tenerife una chicharrera no militante del insular/isloteñismo, después del bruto brote -o brote bruto- de racismo que se produjo allí y que hizo a Garachico chico favor -con perdón por el fácil y elemental juego de palabras-, que ya le ha escuchado repetir a su santo padre esta frase textual:

-Mi niña, estoy ya hasta los cayucos de eso...

Ah, ese humor socarrón del canario viejo que ya se va perdiendo con las nuevas (de)generaciones de chinijos descerebrados entre la escuelita y la cajucha boba... Quién lo volviera a pillar, pero me temo que esa rara virtud insular se va definitivamente de los modos y maneras de nuestro habla peculiar, pues se impone el infralenguaje políticamente estúpido (correcto, quise decir) de los discursos huecos y las tele-lelas. (de-leon@ya.com).

Discurso vacío
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