Por Miguel Ángel de León
Existe una joya en forma de libro. Se llama “Canarias Orientales”, está firmada al alimón por Alfredo S. Pérez y Rafael Enríquez Padrón, y se editó en la capital grancanaria en 1914. Pese a que ha transcurrido ya casi un siglo desde su publicación, sus 500 páginas se encuentran en muy buen estado de conservación, y su lectura postrera nos puede dar todavía más de una lección, sobre todo a los más desmemoriados y a los que creen que el fenómeno de la emigración forzosa es una cosa de otras latitudes.
El libro es una suerte de anuario comercial, en el que se ofrecen datos relacionados, principalmente, con la industria y al comercio de las tres islas que conformaban lo que años después se convertiría en la provincia oriental, luego de la famosa división de 1927 que borró de un plumazo la provincia única que capitaneaba Santa Cruz de Tenerife. Pero también hay en la obra otras anotaciones o noticias "de interés para el público en general", como apuntan sus autores. En 1910, el censo oficial de la población de toda Canarias recogía 458.719 habitantes. Hoy, seis años después de iniciado el siglo XXI o tercer milenio, sólo en la isla de Gran Canaria hay más población que la que existía entonces en todo el Archipiélago.
Los autores daban su versión del débil crecimiento demográfico: "La emigración de Canarias a Cuba principalmente, y a otras repúblicas americanas, hace que la población del Archipiélago aumente de modo muy lento". Un dato este último muy a tener en cuenta, sobre todo por parte de los cuatro gatos racistas y xenófobos que siguen vomitando su odio por las esquinas, para vergüenza del resto de los canarios conscientes de su propia historia y sabedores de que también en la historia universal vale aquel principio solidario y humanista que se condensa en el "hoy por ti y mañana por mí", o a la inversa, tanto monta. Pero no le pidamos peras al olmo, ni duraznos a la rama de batatera ni raciocinio al ágrafo.
En el libro que nos ocupa, además de los episodios históricos de la conquista de Canarias, también hay apuntes geológicos, cuadros estadísticos y excelentes fotografías en blanco y negro de los principales pueblos y ciudades de Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura. Pero lo que más llama la atención, por aquello del contraste actual, son los mencionados datos demográficos. Según el censo de la época, Arrecife contaba con 5.000 vecinos. Y Haría tenía entonces más habitantes (1.578) que San Bartolomé (1.141). De todos los ocho juzgados municipales se da cuenta y se ofrecen datos llamativos como los nombres de los carteros, albañiles mamposteros, carpinteros de rivera, exportadores de cebollas y tomates, fotógrafos, herreros, médicos, notarios, relojeros, sastres, toneleros, zapateros, armadores y dueños de buques, barberos, carpinteros, calafates, militares, abogados en ejercicio, procuradores, etcétera.
Leyendo “Canarias Orientales”, este libro publicado a principios del siglo pasado, se pueden extraer muchas conclusiones. La principal, en comparación con la actualidad y por centrarnos en el caso concreto de nuestra isla, nos habla de las infinitas carencias que sufría por aquel entonces Lanzarote. No sólo tenía muchísimos menos habitantes. Carecía también de otras muchas comodidades que hoy disfrutamos todos sin reparar ni siquiera en ellas. Pero algunas de aquellas carencias ahora nos pueden parecer positivas. En las reveladoras fotografías del libro se nota que en Arrecife no existían apenas problemas para aparcar el coche, sobre todo porque no había coches, sino carros tirados por cuadrúpedos. Y otra carencia positiva, para mi gusto: no había tampoco Reina de las Fiestas, ni Miss Lanzarote ni Miss Teseguite. Prueba evidente de que no todo el presunto progreso es positivo, vive Dios. (de-leon@ya.com).