Por Miguel Ángel de León
En hablando de esa recurrente matraquilla que se ha dado en llamar oferta de ocio complementario (el clásico eufemismo que esconde lo que usted y yo nos imaginamos), la penúltima sugerencia llamativa o asaz pintoresca al respecto salió de la boca del alcalde de Tinajo, Jesús Machín, que en su otra calidad primigenia de piloto aficionado o semiprofesional ha decidido pedirse para Reyes una especie de circuito para celebrar más carreras de coches, como si fueran o fuesen pocas las que vemos a diario por cualquier rincón de esta pobre islita rica sin gobierno conocido (¿seguro que la Vía Medular arrecifeña no es ya, de hecho, un circuito encubierto de alta competición?).
Lo digo de antemano para que nadie se lleve a engaño: me chifla conducir, sobre todo de noche y no digamos ya de madrugada, pero no me gustan (otro eufemismo: en realidad abomino) las carreras de coches, a las que no tengo por sinónimo de deporte, ni siquiera en broma. Y además contagian lo que también usted y yo sabemos que contagian (nada bueno, en cualquier caso). Al tal Fernando Alonso -un suponer- no le he dedicado ni un solo segundo de atención espectadora en ninguno de esos domingos en los que se ha ido proclamando campeón de fórmula uno, y todas las páginas que a su presunta hazaña o proeza le dedican todos los periódicos que leo al día siguiente las paso más rápido que las de las secciones de economía o moda, que me interesan igualmente tanto como nada.
Hace unos años, con motivo de la celebración del pomposamente denominado Día Europeo sin Coche, o mentira similar, se pudo ver a la entonces concejal de Tráfico del Ayuntamiento de Arrecife, encargada de organizar en la capital conejera la efeméride, llegando al Consistorio capitalino en su coche particular... por la cosa aquella de predicar con el ejemplo. Loly es que es así, y tiene sus “luzardadas”. Hay que entenderla.
En una isla en donde los peatones o los que se niegan a motorizarse son vistos o considerados casi como ciudadanos sospechosos se viene registrando desde hace años el mayor número de muertes en accidentes de tráfico de toda España y de toda Europa, proporcionalmente hablando (ayer mismo se producía otro, por cierto). Son cifras tan frías como ciertas. Y suele coincidir que cada vez que se celebra en Lanzarote determinadas pruebas automovilísticas, a las pocas horas se registran accidentes en carretera casi en cascada. Las hemerotecas no me dejarán por mentiroso. ¿Casualidad o estúpido contagio? Piense el lector lo que guste. Y todavía algunos papafritas convictos y confesos se quejan de lo que ellos estiman como "excesivos" controles policiales que se llevan a cabo en las destartaladas carreteras locales, para lo del otro control de la velocidad o el nivel de alcoholemia. No se explican ellos que las autoridades de Tráfico no dejen que la gente se mate o mate a otra gente tranquilamente. Indignante. Mientras tanto, sigue cultivándose con tanta frivolidad como fervor cuasi religioso el culto al coche. Los mismos políticos que nos dan la vara con el cuento de la “sostenibilidad” no dicen ni media palabra sobre el insostenible hecho de que en esta islita tan delicada y original se permitan celebrar carreras de coches por todos sus rincones... y cargarse el poco espacio virgen que va quedando con un pretendido circuito automovilístico en la misma isla en la que no hay dinero para lograr que exista un servicio de guaguas que se merezca el nombre de tal. (de-leon@ya.com).