miércoles. 14.05.2025

El Cielo nos escuchó a todos los aficionados españoles (madridistas convictos y confesos incluidos) que habíamos rezado en los días previos (véase la columnilla del pasado sábado aquí mismo) para que el romo Raúl no apareciera o apareciese “porque sí”, porque es el símbolo de no sé qué, en la alineación inicial de la Selección española en su estreno en el Mundial de Alemania, pues empezar con buen pie supone empezar goleando... y eso no se logra colocando delante a un presunto delantero que no le hace un gol ni al arco iris, como es triste fama. Total, 4-0. Raulito entró en la segunda parte (todavía no se sabe muy bien para qué), pero ninguno de los goles llevó su firma. Cuando Luis Aragonés pierda definitivamente el miedo al ídolo caído y a lo que se supone que representa (¿?), todos saldremos ganando... todavía más.

...Y LA OTRA GOLEADA DEL ESPAÑOL, COMO IDIOMA

Una magnífica noticia para los que no tenemos nada contra nuestro propio idioma: se constata el auge o aumento del español, a pesar de todo y también a pesar de todos: de los lenguatrapos y otros papanatas que propician aquélla.

El año pasado, el Gobierno de Brasil aprobaba oficialmente la ley que extiende la enseñanza del español a sus veinte mil institutos de Secundaria. La norma, que había permanecido paralizada un lustro en el Parlamento, exigía la inmediata contratación de doscientos mil profesores de lengua española. La enseñanza obligatoria de nuestro idioma en Brasil se extiende, por lo tanto, a veinte mil institutos de Secundaria, a centros públicos y privados y a nueve millones de potenciales alumnos. Si me permiten el chiste, ahora sólo falta que esa Ley se aplique también... en España, porque ésta es la hora en la que todavía no se sabe muy bien qué se les enseña a los estudiantes en escuelas, institutos o universidades para que acaben hablando y escribiendo todos, casi sin excepción, con el culo (con perdón).

Al igual que sucede con la Selección, sobre todo cuando las cosas salen bien y redondas como el balón -como ayer-, nuestro idioma, ante todo y por encima de todo, una suerte de gran unidad entre sus hablantes. Por lo tanto, el habla es una cultura concreta, una religión, pues no sólo hablamos sino que pensamos y sentimos con las mismas palabras.

Aparte de la principal herramienta de trabajo o vehículo de comunicación entre más de cuatrocientos millones de hispanohablantes (se dice pronto y fácil), el español es también el idioma oficial de diecinueve países (dentro de poco, Estados Unidos será, después de México, el país con más hispanohablantes del mundo), aunque además lo hablan más o menos cotidianamente otros treinta millones de personas en otras tres naciones. En buena lógica, ese volumen de población que habla y piensa en español es un activo cultural para los propios españoles, principalmente.

Pero hay un problema generado por los que se supone que cobran para resolverlos: nuestro idioma casi nunca se ha merecido a los políticos que ha sufrido. Pese a ello -y a ellos- el idioma sigue creciendo. Eso debe ser lo que llaman el milagro del español. (de-leon@ya.com).

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