Las últimas semanas se están viviendo en el Cabildo insular con un constante ir y venir de desmentidos, dentro de un surrealismo político que no se había vivido en una isla ya de por sí acostumbrada a forjar a fuego la historia del disparate institucional. En esta ocasión todo viene a colación de lo que ocurrió este jueves por la mañana en la Primera Corporación insular. En un principio el PSOE dio una versión de lo sucedido durante la sesión plenaria en la que mantenían que habían abandonado el salón de actos como medida de protesta por la actitud mostrada por Pedro San Ginés al demostrar poca sensibilidad con la ex presidenta Manuela Armas en el momento en el que le daba una subida de tensión, coincidiendo a su vez con el instante en el que se estaba debatiendo sobre el asunto que ella misma había convertido en polémica, el vertedero de Zonzamas. Sin embargo, tal y como pudieron comprobar los presentes en el pleno, los hechos no ocurrieron así.
Durante la comparecencia de José Juan Lorenzo, Manuela Armas se levantó, se dirigió a uno de los miembros de la Mesa del Pleno para informarle de que iba a abandonar la sesión porque le había subido la tensión. Justo al abandonar la sala el presidente, que estaba en el uso de la palabra, vio cómo se marcha su antecesora en el cargo y la increpó, al entender, ya que nadie le había informado de lo contrario, que abandonaba la sala para evitar escuchar las razones que justificaban que su comparecencia pública y su montaje fotográfico no se correspondían en absoluto con la realidad.
Tras un par de palabras de Armas con San Ginés -ella le dijo que le dolía la cabeza y él que no le extrañaba a tenor de las mentiras que había dicho sobre Zonzamas-, el secretario general de los socialistas tomó la palabra y se dirigió en términos muy duros hacia el máximo responsable de la institución, al que llamó "grosero, malcriado, indecente y cantinero" y con un discurso "chulo y prepotente", mientras exigía que se disculpara con su compañera.
Espino estaba visiblemente nervioso, instante en el que San Ginés le expulsó del pleno, y le advirtió de que lo hacía por desobediencia, al repetir en varias ocasiones los insultos y no atender a sus reiteradas peticiones de que dejara de hablar porque no estaba en el uso de la palabra. Incluso, el presidente llegó a amenazar al consejero socialista con llamar a las fuerzas del orden si persistía en su deseo de seguir pegado al micrófono insultando y diciendo todo lo que se le pasaba en ese momento por la cabeza.
Fue entonces, después de que le expulsaran, cuando abandonó la sesión con el resto de sus compañeros. Antes el presidente había suspendido la misma como consecuencia del desagradable incidente.