En alguna ocasión he utilizado esta columna de opinión para exponer mi teoría sobre los “ministros bobos”. Efectivamente, existe en el mundo de los asesores políticos una estrategia que no falla, el incluir en cada Gobierno a un par de ministros tontos de remate que asuman para sí todo el peso de las críticas, desviando la atención de los asuntos más trascendentes que llevan los otros ministros, los más listos. Lo curioso del caso es que estos “ministros bobos” suelen ser luego personas con notables trayectorias profesionales y políticas, aunque también es cierto que eso no es ningún referente válido teniendo en cuenta cómo está el mundo del enchufe y de las herencias, porque algunos heredan sin mérito alguno cosas que no habrían logrado ni en cien vidas de esfuerzo, lucha y sacrificio. En la época de González tuvimos un gran ejemplo con Fernando Morán, sobre el que se hicieron todo tipo de chistes; en la época de Aznar nos topamos de bruces con Matutes, y ahora, en la era ZP, nos hemos visto las caras con Moratinos. Qué curioso, ¿verdad?, todos ocupando la cartera de Exteriores. ¿Casualidad? No, ni mucho menos, pura estrategia.
Sintiéndolo en el alma, porque soy un defensor del ascenso de la mujer a las alturas del poder, en esta clasificación se nos ha colado también una ministra que amenazó seriamente al comienzo de la legislatura con desbancar a Moratinos del triste honor de ser el “ministro bobo” del Ejecutivo que preside José Luis Rodríguez Zapatero. Me refiero a la ministra de Vivienda, María Antonia Trujillo. Se lo curró, la verdad es que se lo curró.
Recordemos que esta señora llegó a su Ministerio con la difícil papeleta de cumplir el compromiso electoral del Partido Socialista (PSOE) de solventar uno de los problemas que más preocupan a los ciudadanos de este país, especialmente a la gente joven, cambiar la esquizofrénica política de vivienda de los últimos años de gobierno del Partido Popular (PP). Lo primero que hizo, cuando echó números y vio que era imposible alcanzar las cuatrocientas mil viviendas que se comprometieron a hacer, soltó esa perla de las “actuaciones habitacionales”, dando a entender que lo que se va a conseguir es tener cuatrocientas mil camas más en las que dormir, no cuatrocientas mil viviendas. Pero lo peor estaba por llegar. Esta joya de la política de andar por casa se volvió a convertir en noticia con su penúltima ocurrencia, la posibilidad de construir viviendas de protección oficial, las famosas VPO, de espacio reducido, de entre 25 y 30 metros cuadrados. Como estas tonterías suelen venir avaladas por los respectivos informes de los asesores de turno -qué malo es el/la del Ministerio de Vivienda-, la ministra boba, que no la boba de la ministra, se descolgó poniendo el ejemplo de los países nórdicos y de Japón, donde aseguró que este sistema funciona a las mil maravillas, sin darse cuenta de que aquí no somos ni nórdicos ni japoneses. Por si esto no fuera suficiente, asediada por la prensa y supongo que presionada por los mismos responsables de su partido que se han encargado de echarla a los leones, repitió que “la dignidad de una vivienda no se mide en metros cuadrados”. Se necesita ser tolete. Si hubiera más gente como la ministra Trujillo no haría falta celebrar los Premios Nobel, ni los Príncipes de Asturias. Se asignarían los diplomas y la pasta de forma automática, por su imaginación, su innovación y su contribución al desarrollo de la humanidad.
Estoy seguro de que la vivienda de la señora Trujillo, si es que sólo tiene una, no es ni de 25 ni de 30 metros cuadrados. Estoy convencido además de que en su vida ha vivido en un espacio tan reducido. Únicamente la falta de experiencia en estos menesteres le permite a uno decir esas sandeces.
Lo que tendría que hacer ZP, si realmente ve que es imposible resolver el tema de la vivienda porque los ayuntamientos se niegan a liberar suelo y porque los especuladores del bloque y el ladrillo se niegan a vender sus inversiones inmobiliarias, es reconocer el fracaso, o al menos no sacar a Trujillo hasta que no se le ocurra una buena idea. Las “miniviviendas” son para la gente con “minicerebro”. Propongo por tanto que la primera casa de protección oficial que se construya con ese tamaño se le entregue a la ministra, que tendrá que entregar a cambio el piso o el chalet en el que vive ahora.
Entonces demostrará que la dignidad de una vivienda no se mide por metros cuadrados.
Trasladando el tema a Canarias, esta semana hemos visto cómo el Partido Socialista Canario (PSC) adelantaba a través del omnipresente José Alcaraz que hay más de 20.000 personas apuntadas en lista de espera aguardando a que les den acceso a un bien básico y amparado como derecho fundamental en la Constitución como es una vivienda. Lo malo de la historia es que el consejero de Obras Públicas, Antonio Castro Cordobez (bautizado por Agustín Acosta como Fray Escoba por lo que barre para casa), encuentra siempre una excusa válida para responder a esta cuestión: los ayuntamientos no ceden suelo. ¿Es verdad? Pues es verdad. El ejemplo lo tenemos aquí cerquita, en Arrecife, donde en años no se ha cedido suelo para construir viviendas. Nuestros políticos deberían mirar hacia dentro, hacia sus hogares o hacia el de sus vecinos o sus familias, ver lo difícil que lo tienen sobre todo los jóvenes para comprarse hoy una casa y ponerse a trabajar para resolver el problema. No creo que sea tan difícil.