miércoles. 07.05.2025

Ya sabemos los de habla castellana que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista. Parece que el cuerpo, ese vil enemigo que nos impide aspirar a la eternidad terrenal, a veces juega malas pasadas al alma. Es lo que le ha pasado al alma del indestructible Fidel Castro. Una hemorragia intestinal provocó que el dictador (perdón, quise decir el camarada presidente) tuviera que delegar funciones en un jovencito que tiene a su lado y que aspiraba a convertirse en su digno sucesor, su hermano de 76 años, Raúl Castro. Pues nada, la delegación, como suele suceder en las dictaduras sucursalistas, se ha convertido en presidencia. Tras el voto “independiente” de la Asamblea, Castro II se ha hecho con el poder.

Me hizo mucha gracia escuchar este lunes las declaraciones de Javier Solana, que ya saben los más puestos en política que anda por estos mundos de Dios representando a todos los europeos. Vino a decir el veterano político socialista, con evidente tono de decepción, que con la llegada al poder de Raúl Castro no se había producido ninguna transición en Cuba. No al menos como él y tantos otros esperaban. No hace falta ser Mister Peck para descubrir algo tan obvio. Para todos menos para el puma Chávez, que, como diría el Rey de España, mejor estaría callado. Este tío por opinar opina hasta de lo de Kosovo, un lugar que estoy seguro de que no conoce el 99,99 por ciento de los venezolanos.

La noticia de la delegación de Castro fue portada de todos los diarios del mundo. Qué decir de su decisión de abandonar la dirección política -que no ideológica- del país. Decisión, que nadie lo olvide, que está motivada por su imposibilidad manifiesta de caminar dos pasos sin caerse al suelo. Si este hombre tuviera facultades seguiría. Pero lo importante de esta historia fue que por primera vez en 47 años Fidel Castro delegó los cargos de primer secretario del Partido Comunista, presidente del Consejo de Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas en su hermano Raúl, segundo hombre del régimen. La razón, una crisis intestinal que obligó a pasar por quirófano, según un comunicado oficial firmado de su puño y letra. Hasta moribundo es capaz de firmar lo que sea o de redactar un discurso de tres horas. Castro I pensó que se recuperaría, y que lo de Castro II sería transitorio. Luego vieron que no, que la cosa de la puñetera enfermedad, culpa seguramente de los yanquis y no de la edad, le impedía seguir en el poder.

Las malas lenguas apuntaron en su día a la posibilidad de que la hemorragia intestinal la provocara su joven hermano. Al parecer, en una charla informal después de una comedida cena (a los 80 años Fidel ya no está para demasiados excesos) ocurrió lo que nadie pensaba que podía ocurrir; Raúl se soltó la melena y le confesó al comandante los planes que tenía para la Cuba del futuro, planes de renovación y cambio que condujeron a su todopoderoso hermano al lugar en el que se encuentra. Y no era para menos. Al jovenzuelo no se le ocurrió otra cosa que decir que cuando él no esté va a permitir que los opositores al régimen se expresen con libertad y vuelvan de Miami, que haya libertad de prensa, que los americanos puedan circular libremente por territorio cubano y no sólo por Guantánamo y que los jóvenes puedan hacer el botellón por las calles sin que les graben con cámaras de seguridad. Sólo a un jovencito irreflexivo de 76 años con legítimas aspiraciones de sucesión se le pudieron ocurrir semejantes disparates.

Cuba está muy bien como está. De hecho, es el último reducto del verdadero espíritu comunista que fracasó con la caída del Telón de Acero. Allí la gente vive muy contenta, todo el mundo tiene aquello con lo que sueña, emigra a Europa y a Estados Unidos simplemente para hacer turismo. Allí no existen cárceles, no hay presos políticos y ninguna menor se prostituye para conseguir un puñado de dólares. ¿A qué viene ahora el camarada Raúl con esas ideas revolucionarias?

Al margen de algún que otro trompazo que dio la vuelta al mundo por la mala leche que tienen los americanos, Fidel Castro no ha dado una sola muestra de debilidad después de más de cuatro décadas de hacer gala de una salud de hierro y una fortaleza física envidiable. De hecho, muchos creen que podría haber sido un gran entrenador. No en vano, entre sus logros está el haber convencido a su amigo Diego Armando Maradona de que dejara de ir a Cuba a correrse la juerga padre y pensara más en su salud. Es curioso, pero el dios del fútbol le hizo caso. Estoy seguro de que a nadie más le habría hecho caso. Tal vez al Che Guevara que lleva tatuado en el brazo, pero ese no tenía la fortaleza de su “amigo” Fidel. Tampoco la suerte que hay que tener para que uno se libre de ciento y un atentados.

Aunque los médicos consideran “grave” la enfermedad del dictador (otra vez se me escapó) cubano, y ahora escribo en serio, estoy convencido de que todavía hay Fidel para rato. No mucho, pero todavía rato. Este descendiente de gallegos (se parece bastante en bastantes cosas a su amigo Manuel Fraga) es un personaje singular, tal vez el más singular de los que todavía sobreviven en este mundo de absoluta mediocridad y sosería. Es cierto que Fidel Castro es un terrible dictador (otra vez) que ha sido capaz de cometer las mayores atrocidades en nombre de la Revolución. Pero también es cierto que se trata de un ser humano digno de estudio.

Descubrí alguna de las curiosidades que envuelven su vida en el increíble reportaje que hizo Oliver Stone, el genial director de películas como Platoon que llegó a la Isla con una idea y salió de ella con otra completamente distinta. Ni es tan fiero el león como lo pintan ni es un manso gatito al que se le puede acariciar el lomo sin miedo a que te arañe.

Me parece horrible lo que ha hecho como político, aunque no tengo más remedio que admirar al hombre. Me sorprende su fortaleza mental y física, su sentido del humor, y la inteligencia que ha demostrado para no ser derrotado a las primeras de cambio por el gigante americano. Eso sí, espero y deseo fervientemente que “cuba libre” sea en no demasiado tiempo algo más que un combinado.

Confirmado, a Fidel le sustituye un jovencito de 76 años
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