domingo. 11.05.2025

Sólo hace poco más de una semana que te conozco y ya eres una de las personas más importantes de mi vida. Es imposible que encuentre las palabras adecuadas para describir con tino la sensación que tuve cuando Pilar, que es como se llama la primera persona que viste en este mundo de las preguntas sin respuesta, te sacó del interior de tu madre con la habilidad que sólo tienen las matronas. Es imposible que encuentre las palabras adecuadas para describir la alegría y la emoción que reventaron en mi corazón cuando escuché tu primer llanto. Por eso llevo muchos días, incumpliendo el compromiso que tengo con mis habituales lectores -pido disculpas-, sopesando la forma de afrontar este artículo. Lo siento hija, pero es que intento ser lo menos ñoño posible, intento no delatar la ternura que impregna cada gramo de aire en el que se percibe tu presencia. Los hombres somos así de bobos, sólo lloramos cuando nadie nos ve, o cuando nos colocan en un paritorio y nos topamos con la maravillosa realidad que supone la llegada al mundo de un ser al que amas por encima de todas las cosas. Lo confieso, yo lloré, y mucho. Lloré de alegría, de entusiasmo, de satisfacción, de orgullo, de preocupación, de cansancio... Lloré y punto.

Tienes que saber que para tu madre y para mí no hay nada que nos haya dado tanta felicidad como tu llegada, aunque te hayas convertido en un huésped permanente que ha llenado de golpe una parcela que creíamos tener reservada para nuestra particular intimidad. Tienes que saber que cada día que nos levantamos damos gracias a un Dios en el que yo creo con fe ciega y al que tu madre sólo ve muy de vez en cuando. Tienes que tener muy claro que no habrá un solo día de nuestras vidas que no lo dediquemos íntegramente a hacer que tu tránsito por este lugar sea lo mejor posible, conscientes de que acabas de entrar en un planeta en el que cada día es más complicado vivir, lleno como está de incertidumbres y con la permanente amenaza de una destrucción que han iniciado otros muchos que como tú vinieron de forma inocente y se marcharon con las manos manchadas de vergüenza.

Nunca pensé que tener un hijo podía significar tanto como ha significado para mí. Creía que el ciclo de la vida pasaría página sin más, comenzando un nuevo capítulo que se afronta como se afrontan los otros capítulos que tú misma irás descubriendo con el paso del tiempo. Espero que cuando leas estas líneas, cuando alguien te cuente que tu padre te dedicó un pequeño y sencillo artículo en el periódico en el que trabajaba, se te ilumine la cara con una de esas sonrisas que ya nos regalas cada día.

Agradecimientos y disculpas:

Tengo que aprovechar este artículo para agradecer las muchas muestras de cariño que me han llegado en forma de felicitación por el nacimiento de mi hija Martina; lo hago en mi nombre y en el de mi mujer, Laura. También quiero agradecer el maravilloso trato que nos han dispensado en el Hospital General de Lanzarote, quiero dejar constancia de la profesionalidad y el cariño con el que trabajan en un lugar donde muchas veces sólo reciben coces de sus pacientes. Quiero agradecer la maravillosa convivencia con nuestros compañeros de habitación, con Cristina y toda su familia, y su pequeño Izan. Por último me gustaría pedir disculpas a todos aquellos que me han llamado por teléfono y que no he podido responder, lo que haré en breve cuando recupere la normalidad que cualquier ser humano pierde cuando un hijo llega al mundo.

A Martina
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