jueves. 28.03.2024

Las elecciones generales, las más importantes, están ya muy próximas. Poco más de dos meses. Todo ciudadano adscrito a la izquierda, como es mi caso, tiene que estar profundamente preocupado por los resultados del 20-D. Por mucho que las previsiones electorales para el PP sean muy negativas, cabe pensar que cambiaran de tendencia, a pesar de la corrupción, el problema de Cataluña y el daño causado a la mayoría de la sociedad española por sus políticas, etc. El discurso político de los populares está ya diseñado: el miedo.

“Existen grandes peligros de producirse un cambio político”. “Hay que seguir profundizando las reformas, etc”. En esta tarea contarán con grandes apoyos mediáticos, empresariales, financieros, etc. Y el PP es mucho PP. Y eso va calando, además hay mucho conservadurismo en determinados e importantes colectivos de la sociedad española: 9,3 millones de pensionistas, alrededor de 2,4 millones de empleados públicos; empresarios, autónomos, etc. Aunque es probable un descenso de los votos de los populares, este será recogido en gran parte por su marca blanca: Ciudadanos C´s. El partido de Albert Rivera replegará también muchos votos en el centro y la izquierda, sobre todo en amplios sectores de la ciudadanía, confiados en que supondrá una auténtica regeneración de la política. La conclusión es clara. Un gobierno PP con el apoyo del Cs, es lo que se vislumbra en el horizonte. No sé si en un gobierno en coalición, o con un apoyo parlamentario en las grandes cuestiones: presupuestos, política económica, cuestión territorial, etc… En lo fundamental, la política seguirá en la misma línea. Y ya conocemos sus efectos, y el que no los vea, es que tiene un grave problema.

Este resultado previsible, ojalá me equivoque, se explica fundamentalmente por la torpeza, la ineptitud y la irresponsabilidad de los dirigentes de las izquierdas. Todavía incluyo en ellas al PSOE, lo que hago con muchas reservas. Su líder, Pedro Sánchez no sólo no remonta, es que permanece estancado. Podemos va a la baja, está dinamitando las grandes expectativas que generaron en las elecciones europeas. En torno a IU, es una jaula de grillos. Y en cuanto a los partidos nacionalistas de izquierdas, como Compromís, CHA, BNG, Bildu cabe pensar en su mantenimiento o un leve retroceso.

No hay manera de que las izquierdas se unan en Unidad Popular, Alianza electoral, Frente Popular, etc. Llamémosla como queramos. Realmente la actuación de las izquierdas es lamentable, actuación propiciada por personalismos, tal como acabamos de ver estos días en las discrepancias entre Alberto Garzón y Pablo Iglesias. Y así van a regalar el triunfo a las derechas. No hace falta ser un experto politólogo para verlo. Mas les da igual a los líderes de la izquierda. Y eso que tienen ante sus ojos el excelente resultado de una unión de las izquierdas -sin la participación del PSOE, si los socialistas hubieran participado el resultado ya hubiera sido espectacular-, en las últimas elecciones municipales. Como señala Emmanuel Rodríguez, en mayo pasado las candidaturas ciudadanas lograron, entre otros muchos méritos, conquistar cinco grandes ayuntamientos del país: Madrid, Barcelona, Zaragoza, Coruña y Cádiz. Formalmente, y salvo en Cádiz, estas candidaturas lograron el apoyo de la mayor parte de las formaciones hoy en liza en la llamada confluencia: IU, Equo y también Podemos. En términos prácticos, no obstante, la mayor parte del trabajo que posibilitó las candidaturas municipalistas fue llevado a cabo por equipos que tenían una larga trayectoria en movimientos sociales y/o se habían formateado (incluidos algunos militantes de partido) en el 15M, la PAH o las Mareas por los derechos sociales. Resultado: los cinco alcaldes de estas ciudades, así como la parte del león de cada uno de los equipos de gobierno, son personalidades reconocidas de las nuevas figuras del protagonismo social: Colau portavoz de la PAH, Kichi de la Marea Verde, Santisteve activista del movimiento anti-cárceles, Ferreiro abogado de movimientos sociales. Una lección importante para la confluencia: sólo en aquellas ciudades donde la confluencia ha estado liderada por una parte que no es de parte (de partido) se consigue un método de participación lo suficientemente inclusivo y democrático como para ser capaz de traducirse en victorias electorales.

O como señala en su página web Ahora en Común: La necesidad de una candidatura de la gente y para la gente con ambición de transformar en común nuestro país es un clamor en las calles. Ahora en común es el nombre de un sueño que late en el corazón de una ciudadanía que anhela el cambio. Los nuevos ayuntamientos han demostrado que los procesos participativos, hechos desde abajo, desatan la confianza y la ilusión, desbordando las campañas electorales hasta recuperar las instituciones para la gente. Ahora Madrid, Barcelona en Comú, Zaragoza en Común, Por Cádiz Sí Se Puede, las mareas y las demás candidaturas de confluencia nos muestran el camino para cambiar no sólo los municipios sino también el conjunto del Estado. Creemos posible e ineludible anteponer lo que nos une a lo que nos diferencia para llegar a un acuerdo en torno a una serie de puntos programáticos de sentido común que reflejen el consenso social de nuestro tiempo: la necesidad de recuperar la soberanía, regenerar y profundizar la democracia, restituir la decencia y la transparencia en el ejercicio de la función pública, defender la universalidad de los derechos humanos (educación, sanidad, alimentación, vivienda y trabajo) y establecer la dignidad, la igualdad, la sostenibilidad, la participación y la justicia como principios rectores de la nueva política que exigen los retos y oportunidades del siglo XXI. La filosofía que impregna el planteamiento político de Ahora en común y de Enmanuel Rodríguez, es la que expuso ya en septiembre de 2011 el sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos en un documento breve pero lleno de calado político Primera Carta a las Izquierdas, que en las sedes de todos los partidos políticos de izquierdas debería estar en sitio bien visible, para que después de una sosegada lectura les sirviera de reflexión a sus dirigentes. Por su importancia lo transcribo al final.

No pongo en cuestión que exista un futuro para las izquierdas, pero su futuro no será una continuación lineal de su pasado. Definir lo que tienen en común equivale a responder la pregunta: ¿qué es la izquierda? La izquierda es un conjunto de posiciones políticas que comparten el ideal de que los seres humanos tienen todos el mismo valor, y que son el valor más alto. Ese ideal es puesto en cuestión siempre que hay relaciones sociales de poder de-sigual, esto es, de dominación. En este caso, algunos individuos o grupos satisfacen algunas de sus necesidades transformando a otros individuos o grupos en medios para sus fines. El capitalismo no es la única fuente de dominación, pero es una fuente importante.

Las diferentes comprensiones de este ideal produjeron diversas fracturas. Las principales fueron respuestas opuestas a las siguientes preguntas. ¿Puede el capitalismo ser reformado para mejorar la suerte de los dominados, o esto sólo es posible más allá del capitalismo? ¿La lucha social debe ser conducida por una clase (la clase obrera) o por diferentes clases o grupos sociales? ¿Debe ser conducida dentro de las instituciones democráticas o fuera de ellas? ¿El Estado es, en sí mismo, una relación de dominación, o puede ser movilizado para combatir las relaciones de dominación?

Las respuestas opuestas a estas preguntas estuvieron en el origen de violentas fracturas. En nombre de la izquierda se cometieron atrocidades contra la izquierda; pero, en su conjunto, las izquierdas dominaron el siglo XX (a pesar del nazismo, el fascismo y el colonialismo) y el mundo se volvió más libre e igualitario gracias a ellas. Este siglo corto de las izquierdas terminó con la caída del Muro de Berlín. Los últimos treinta años fueron marcados, por un lado, por una gestión de ruinas y de inercias y, por el otro, por la emergencia de nuevas luchas contra la dominación, con otros actores y otros lenguajes que las izquierdas no pudieron entender.

Mientras tanto, liberado de las izquierdas, el capitalismo volvió a mostrar su vocación antisocial. Ahora vuelve a ser urgente reconstruir las izquierdas para evitar la barbarie. ¿Cómo recomenzar? Con la aceptación de las siguientes ideas:

Primero, el mundo se diversificó y la diversidad se instaló en el interior de cada país. La comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo; no hay internacionalismo sin interculturalismo.

Segundo, el capitalismo concibe a la democracia como un instrumento de acumulación; si es preciso, la reduce a la irrelevancia y, si encuentra otro instrumento más eficiente, prescinde de ella (el caso de China). La defensa de la democracia de alta intensidad debe ser la gran bandera de las izquierdas.

Tercero, el capitalismo es amoral y no entiende el concepto de dignidad humana; defender esta dignidad es una lucha contra el capitalismo y nunca con el capitalismo (en el capitalismo, incluso las limosnas sólo existen como relaciones públicas).

Cuarto, la experiencia del mundo muestra que hay inmensas realidades no capitalistas, guiadas por la reciprocidad y el cooperativismo, a la espera de ser valoradas como el futuro dentro del presente.

Quinto, el siglo pasado reveló que la relación de los humanos con la naturaleza es una relación de dominación contra la cual hay que luchar; el crecimiento económico no es infinito.

Sexto, la propiedad privada sólo es un bien social si es una entre varias formas de propiedad y si todas están protegidas; hay bienes comunes de la humanidad (como el agua y el aire).

Séptimo, el siglo corto de las izquierdas fue suficiente para crear un espíritu igualitario entre los seres humanos que sobresale en todas las encuestas; éste es un patrimonio de las izquierdas que ellas han estado dilapidando.

Octavo, el capitalismo precisa otras formas de dominación para florecer, del racismo al sexismo y la guerra, y todas deben ser combatidas.

Noveno, el Estado es un animal extraño, mitad ángel y mitad monstruo, pero, sin él, muchos otros monstruos andarían sueltos, insaciables, a la caza de ángeles indefensos. Mejor Estado, siempre; menos Estado, nunca.

Con estas ideas, las izquierdas seguirán siendo varias, aunque ya no es probable que se maten unas a otras y es posible que se unan para detener la barbarie que se aproxima.

Ahora vuelve a ser urgente reconstruir las izquierdas para evitar la barbarie
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