¿Qué hemos hecho mal? Esa es la pregunta que muchas veces me hago cuando me llevo algún que otro disgusto con mi hija de tan sólo 11 años, por tanto pre adolescente, como el que me he llevado esta semana. La gente me dice no te preocupes, son las hormonas, esto es así, y todavía estás empezando, hay que tener paciencia... Todas, frases hechas que indican que la cosa no va bien y que evidentemente algo hemos hecho mal y seguimos haciendo mal. Alguien me decía el otro día que quizás haya sido ese empecinamiento nuestro, de los padres, por convertirnos en “amigos” de nuestros hijos y puede ser que sea así porque después, cuando intentamos imponer nuestra autoridad, ésta ya no resulta efectiva.
Con estas palabras no intento decir ni mucho menos que la educación de nuestros padres fuera mejor, quizás demasiado autoritaria, no se debe tener miedo a los padres sino respeto y muchos de nosotros teníamos pánico a nuestros progenitores, pero esto es una cosa que desgraciadamente tampoco se da hoy en día. No soy sicóloga ni pretendo serlo, simplemente madre, pero muchas veces pienso que a lo mejor la solución estaría en un término medio, si bien esto es un poco difícil de poner en marcha en una sociedad que te va poniendo trabas continuamente.
Me refiero al colegio, la televisión, los amigos, los padres de los amigos... todos ellos se convierten en handicaps a la hora de inculcar tus enseñanzas sobre la vida a esos adolescentes malcriados, que creen que todo se lo saben y que no aceptan un consejo hasta que ya es demasiado tarde y, entonces, se asustan como cuando tenían pocos años de vida y corrían hacia mamá llorando porque se habían caído o alguien les decía algo que no les gustaba.
Aprenden demasiadas cosas en los colegios, no sólo a estudiar, y eso es bueno, pero quizás lo aprenden demasiado pronto. Todo tiene su edad, también las enseñanzas de la vida. Es necesario que el niño sea lo suficientemente maduro en cada momento para asimilar esos conceptos porque si no es así, se convierte en un arma peligrosa. Creo que todos deberíamos reflexionar sobre lo que están aprendiendo nuestros hijos y si eso es beneficioso para ellos. Si hacemos bien cuando dejamos ver a los niños los famosos ‘programas basura' con sus historias rocambolescas y de mal gusto o películas que no están recomendadas para ellos, porque de todo aprenden y eso lo transmiten a los otros niños en los colegios que captan esos conceptos como si de esponjas se tratara pero sin entender realmente qué significan cayendo en el uso inadecuado de los mismos.
He visto dos programas de los que las Cuatro emite todos los viernes sobre los adolescentes y me he quedado asombrada de cómo niños de no más de 12 años puede ser tan dictadores con sus padres y cómo esos padres tienen que abandonar su casa, dejándola en manos de una desconocida, ante la impotencia de no poder con ellos. Es verdad que nos hacemos padres sin una preparación previa, -nadie nos enseña a educar a los hijos-, pero no puede ser que tengamos que recurrir a una persona ajena, que necesita tiempo para conocer a los niños, para que nos ayude con ellos tal que si fueran monstruos imbatibles.
No puede ser que los niños estén solos en casa día si y día también disponiendo a su antojo de la televisión, el ordenador, el teléfono móvil, los amigos, etc.. Es necesario que nosotros, los padres, pongamos el freno a nuestra vida y que les ayudemos a ver las cosas buenas de la vida que no pasan necesariamente por tener de todo intentando paliar en nuestros hijos nuestras propias frustraciones, porque al final quienes se tendrán que enfrentar a esta vida cuando sean mayores serán ellos, no nosotros.
Es momento de la reflexión, pero de la reflexión de todos y cada uno de los padres y valorar lo que estamos haciendo con nuestros hijos, si lo estamos haciendo bien. Si no es así, urge rectificar, rectificar y rectificar, porque los grandes perjudicados son y serán nuestros hijos. Es hora de ofrecerles otra sociedad a estos niños que están saliendo y que tienen derecho también a conocer el otro lado de la moneda. Hagámoslo entre todos por el bien de ellos.