lunes. 22.09.2025

Por Mare Cabrera

No debía escribirse así el nombre del barco hundido en 1919 con más de 1.500 almas a bordo. La virgen de Valvanera, ambas con v, era venerada en La Rioja. Por motivos desconocidos, el hoy tristemente afamado barco quedó bautizado con la b, letra que ha sido rescatada gracias a las expediciones de un experto en siniestros marítimos: Fernando García Echegoyen. Junto con una pieza de vajilla, la b es de los pocos restos que han podido ver de nuevo la luz del sol. La falta de financiación nos ha privado de conocer más sobre lo que contenía el buque fantasma de las arenas movedizas, como lo llaman los viejos marinos.

Hundido en los Cayos de Florida, no se sabe todavía hoy bien por qué, llevaba a bordo a 500 emigrantes españoles, muchos de ellos canarios. Por cosas del destino, mi vida o la posibilidad de que yo esté aquí anda ligada de alguna manera con el navío. Tal y como lo leen, que ya saben que el mundo es un pañuelo: mi bisabuelo, uno de tantos emigrantes, estuvo en la cubierta del Valbanera acompañado de su padre y hermano. Antes de zarpar fueron invitados a bajarse junto con otros muchos, pues un exceso de pasaje obligaba a ello. Y de ahí que tiempo después pudiera llegar a sus oídos la fatal noticia, que obtuvo Canarias a trompicones por aquello de la precaria red de comunicaciones que existía por aquellas fechas, justo lo contrario de lo que disfrutamos (o sufrimos) ahora.

Seguro que a la mayoría de los habitantes de este Archipiélago nos gustaría saber de aquella desgracia tan lejana que caló tan de cerca en toda Canarias, alejada de icebergs y música de violín, de salas con cristaleras y lámparas de araña llevadas al cine (ahora incluso en 3D). Tiene lógica por tanto que se conozca a nuestro triste barco hundido como el Titanic de los pobres.

Yo sobreviví al Valbanera
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