Por Bruno Perera
El Antiguo Testamento dice en Génesis 1: 29 y 30: “ Les he dado a ustedes toda hierba que da semilla, la cual se halla sobre toda la Tierra, y todo árbol que también da semillas de frutos como alimento para ustedes. También todas las bestias de la Tierra. Todas las aves del aire, y todo lo que se arrastra por la tierra que tiene vida.”
Partiendo de estos versículos que supuestamente Moisés con su fantasía escribió durante el Éxodo (entre los años 2609 al 2649 del calendario judío, o entre los años 1235 al 1195 antes de Cristo), se asume que el dios que habían inventado los antecesores de Abraham les hizo todo para ellos, y al mismo tiempo les dio igual potestad sobre toda creación o criatura que tuviera semivida o vida plena.
Moisés, que era un hombre culto e inteligente, educado por la corte egipcia, cuando redactó el principio de Génesis (si de verdad fue él) sabía que su dios no daba nada a nadie para sobrevivir; y, aunque se le rogara y se le hiciesen sacrificios, del cielo no caía nada más que lluvia, nieve, rayos y algunos meteoritos, y etc, naturales. De ahí que, exagerando, dijera que su dios creó todo para beneficio del hombre y la mujer, pero, según su ley, agraciando más al varón-hombre y menos a la varona-mujer.
A partir de esa afirmación bíblica se fomentó la idea de que, como el dios abrahámico había dispuesto todo para el humano, las plantas, los árboles y los animales no tenían ni tienen alma. Incluso hasta hace unos cuatrocientos años, por causa de inculcación religiosa, mucha gente de raza blanca y morena catalogaba a las personas de raza negra como personas sin alma.
En desacuerdo con las estupideces dogmáticas, a ésos y a ésas que no ven más allá de alguna religión, les digo: el COSMO PODER creó y dispuso a todos los seres sin alma, y como individuales predadores de lo habido, sean plantas, árboles, animales o humanos (para el beneficio propio de cada especie, y para el general de todas ellas). Un ejemplo: la Tierra se come entre sí. Las plantas y los árboles se nutren del suelo, del agua y del Sol, y producen semillas externas para multiplicarse. Los animales herbívoros se comen las plantas y los árboles, y producen semillas internas para multiplicarse. Los animales carnívoros se comen a los herbívoros y a las plantas, y producen semillas internas para multiplicarse. Y el hombre y la mujer, llamados humanos, también se multiplican y se comen todo y a todos, pero casi siempre con reglas de evolución y supervivencia. Y en ello, sin que lo podamos comprender, se halla la vida, la lucha y la muerte.
(No se puede vivir sin matar, ni sin modificar algo en este planeta y en el universo).
Cuando se dice que hoy día matamos animales para comer de una manera más civilizada que antaño, se esconde la verdad para producir una excusa superficial que nos muestre más humanos y más religiosos.
En general, el hombre ha venido sacrificando animales (casi siempre demasiados) desde antes de que creara alguna religión, porque los necesitaba y los necesita para sobrevivir; pero también, en parte, fue y es por lo que las religiones le inculcaron: que todas las criaturas que no fueran semejantes a él o a ella, pertenecían a ellos y a ellas.
Y no matamos a los de nuestra especie, salvo en disputas y en guerras, etc., porque estamos dotados de unos genes que desde hace millones de años han aprendido en nuestro cuerpo a estar casi de acuerdo para garantizar la continua existencia de cada cual.
Los animales, por igual causa, tampoco matan a los de su misma especie, salvo por casi las mismas urgencias que el hombre, etc.
Nosotros somos simplemente animales llamados por las religiones “humanos”.
¿Se imaginan ustedes qué nos contestarían los animales si pudieran recapacitar y hablar? Me adelanto diciendo que nos explicarían: Hemos vivido y vivimos de acuerdo con la naturaleza, “sin dios y sin religión”, y tenemos el mismo derecho a la vida que los homosapiens.