Por Eduardo Álvarez
Hay dos cosas en la política actual que no faltan. Una es el respeto a las ideas
ajenas por mucho que no nos gusten y la otra la provocación en la que, con
demasiada frecuencia, caen tanto los políticos como los ciudadanos cuando se
trata de no admitir opiniones o actuaciones contrarias a las nuestras.
En Lanzarote lamentablemente es mucho mas frecuente la segunda que la primera
y el caso del petroleo es un ejemplo flagrante de esta máxima.
Se puede estar más o menos de acuerdo con que si hay petroleo alguien lo tiene
que extraer.
Se puede estar más o menos de acuerdo que extraer el crudo puede causar daños
más o menos irreversibles para nuestro maltrecho monocultivo económico, el
turismo.
Y se puede estar más o menos de acuerdo con que la extracción, en caso de que
esta se lleve a efecto, debe traer beneficios económicos sustanciales para la
economía de los canarios, fundamentalmente para los de Lanzarote y
Fuerteventura. Soy de los que piensa que los grandes beneficiarios de esta
extracción tienen que ser los ciudadanos de estas dos islas, por cuanto en principio
también serian los grandes damnificados por los riesgos de su extracción.
Pero en lo que nunca se puede estar de acuerdo es que ambos, tanto los que están
a favor como los que están en contra, entren en provocaciones gratuitas que lo
único que van a conseguir es enfrentar a los ciudadanos en una autentica guerra
sin sentido.
Y lo que pasó esta semana en la visita del Ministro de Economía, que también lo es
de Turismo y de paso Presidente del Partido Popular en Canarias, es una de esas
muestras en la que los ciudadanos, tanto de un lado como del otro, han perdido
completamente el norte.
Es lícito y no seré yo el que lo impida ni mucho menos, manifestarse pacíficamente
contra unas posibles actuaciones que, a juicio de los manifestantes, son
tremendamente perjudiciales para los conejeros y majoreros, que no para el resto
de los canarios de las otras islas.
Así mismo es lícito y no seré yo el que lo haga, acudir a la llamada del líder a
manifestarle calurosamente su apoyo y consideración mas distinguida con tintes de
pleitesia medieval.
Hasta aquí todos de acuerdo supongo. Tanto una como la otra, son actuaciones
licitas y absolutamente respetables por mucho que no nos guste una o la otra o
ninguna, como es mi caso.
Este es el respeto del que hablo al principio de este articulo.
Y cual es la provocación? Pues todo lo contrario. Y el día de la visita del Ministro se
dio y por los dos lados.Sabiendo que hay un grupo de personas manifestándose en contra de lo que ellos
consideran una aberración ecología, medioambiental y turística, no se puede salir
del acto político haciendo determinados gestos gratuitos que lo único que hacen es
provocar las iras de los manifestantes y que lo único que demuestra es el nulo
sentido común de quienes los hicieron.
Y que conste que la manifestación también era una provocación para aquellos que
están completamente a favor de la decisión del gobierno, no porque fuera buena
para Canarias sino porque es lo que ha decidido el que manda en este gallinero en
el que se ha convertido la política patria.
Estamos demostrando sistemáticamente la falta de tacto político que tenemos
cuando de forma tan simple damos de comer al enemigo político.
Con lo bonito que es el respeto da pena ver como hay una falta de él tan habitual. El
gran problema de la política insular es que esta llena de listos que no de
inteligentes. Alguna vez les he dicho en que consiste esa diferencia pero se la voy a
recordar: el inteligente se rodea de listos y el listo de tontos por eso siempre la
fastidia el listo.
Ya que la manifestación era inevitable y que los gritos contrarios a la decisión del
gobierno iban a ser proferidos por los ciudadanos asistentes a la misma, que fácil
habría sido no caer en esa provocación y a su vez no provocar con gestos que
estaban completamente fuera de lugar. Y no digo que los gestos fueran obra de
todos los que aplaudían fervorosamente al Señor Ministro, que tampoco fue así,
pero con que unos pocos insustanciales los hicieran era motivo más que suficiente
para encender la llama de la discordia y el enfrentamiento ciudadano.
Yo, con las consideraciones adecuadas, puedo estar a favor o en contra de la
explotación del petroleo frente a nuestras costas, pero lo que nunca haré es
provocar con mi opinión, manifestada en forma de gestos infantiles, a aquellos que
estén en contra de mi pensamiento, tengan o no consideraciones adecuadas para
pensar de esa manera.
Qué pena que algo tan bonito como el respeto a las opiniones contrarias sea algo
tan infrecuente en la actual forma de actuar de algunos ciudadanos de nuestra isla.