lunes. 22.09.2025

Por Eduardo Álvarez

Hay dos cosas en la política actual que no faltan. Una es el respeto a las ideas

ajenas por mucho que no nos gusten y la otra la provocación en la que, con

demasiada frecuencia, caen tanto los políticos como los ciudadanos cuando se

trata de no admitir opiniones o actuaciones contrarias a las nuestras.

En Lanzarote lamentablemente es mucho mas frecuente la segunda que la primera

y el caso del petroleo es un ejemplo flagrante de esta máxima.

Se puede estar más o menos de acuerdo con que si hay petroleo alguien lo tiene

que extraer.

Se puede estar más o menos de acuerdo que extraer el crudo puede causar daños

más o menos irreversibles para nuestro maltrecho monocultivo económico, el

turismo.

Y se puede estar más o menos de acuerdo con que la extracción, en caso de que

esta se lleve a efecto, debe traer beneficios económicos sustanciales para la

economía de los canarios, fundamentalmente para los de Lanzarote y

Fuerteventura. Soy de los que piensa que los grandes beneficiarios de esta

extracción tienen que ser los ciudadanos de estas dos islas, por cuanto en principio

también serian los grandes damnificados por los riesgos de su extracción.

Pero en lo que nunca se puede estar de acuerdo es que ambos, tanto los que están

a favor como los que están en contra, entren en provocaciones gratuitas que lo

único que van a conseguir es enfrentar a los ciudadanos en una autentica guerra

sin sentido.

Y lo que pasó esta semana en la visita del Ministro de Economía, que también lo es

de Turismo y de paso Presidente del Partido Popular en Canarias, es una de esas

muestras en la que los ciudadanos, tanto de un lado como del otro, han perdido

completamente el norte.

Es lícito y no seré yo el que lo impida ni mucho menos, manifestarse pacíficamente

contra unas posibles actuaciones que, a juicio de los manifestantes, son

tremendamente perjudiciales para los conejeros y majoreros, que no para el resto

de los canarios de las otras islas.

Así mismo es lícito y no seré yo el que lo haga, acudir a la llamada del líder a

manifestarle calurosamente su apoyo y consideración mas distinguida con tintes de

pleitesia medieval.

Hasta aquí todos de acuerdo supongo. Tanto una como la otra, son actuaciones

licitas y absolutamente respetables por mucho que no nos guste una o la otra o

ninguna, como es mi caso.

Este es el respeto del que hablo al principio de este articulo.

Y cual es la provocación? Pues todo lo contrario. Y el día de la visita del Ministro se

dio y por los dos lados.Sabiendo que hay un grupo de personas manifestándose en contra de lo que ellos

consideran una aberración ecología, medioambiental y turística, no se puede salir

del acto político haciendo determinados gestos gratuitos que lo único que hacen es

provocar las iras de los manifestantes y que lo único que demuestra es el nulo

sentido común de quienes los hicieron.

Y que conste que la manifestación también era una provocación para aquellos que

están completamente a favor de la decisión del gobierno, no porque fuera buena

para Canarias sino porque es lo que ha decidido el que manda en este gallinero en

el que se ha convertido la política patria.

Estamos demostrando sistemáticamente la falta de tacto político que tenemos

cuando de forma tan simple damos de comer al enemigo político.

Con lo bonito que es el respeto da pena ver como hay una falta de él tan habitual. El

gran problema de la política insular es que esta llena de listos que no de

inteligentes. Alguna vez les he dicho en que consiste esa diferencia pero se la voy a

recordar: el inteligente se rodea de listos y el listo de tontos por eso siempre la

fastidia el listo.

Ya que la manifestación era inevitable y que los gritos contrarios a la decisión del

gobierno iban a ser proferidos por los ciudadanos asistentes a la misma, que fácil

habría sido no caer en esa provocación y a su vez no provocar con gestos que

estaban completamente fuera de lugar. Y no digo que los gestos fueran obra de

todos los que aplaudían fervorosamente al Señor Ministro, que tampoco fue así,

pero con que unos pocos insustanciales los hicieran era motivo más que suficiente

para encender la llama de la discordia y el enfrentamiento ciudadano.

Yo, con las consideraciones adecuadas, puedo estar a favor o en contra de la

explotación del petroleo frente a nuestras costas, pero lo que nunca haré es

provocar con mi opinión, manifestada en forma de gestos infantiles, a aquellos que

estén en contra de mi pensamiento, tengan o no consideraciones adecuadas para

pensar de esa manera.

Qué pena que algo tan bonito como el respeto a las opiniones contrarias sea algo

tan infrecuente en la actual forma de actuar de algunos ciudadanos de nuestra isla.

Respeto y provocación y viceversa
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