Por Mario Luis López Isla, historiador municipal de Cabaiguán y presidente del Comité Municipal de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)
Me encuentro de nuevo en Canarias desde hace unos meses en viaje de trabajo, con el objetivo de presentar varios libros sobre la emigración a la mayor de las Antillas y he leído con satisfacción, en numerosos medios, las noticias sobre la reciente visita a Cuba del Presidente del gobierno de esta Comunidad Autónoma, Adán Martín, a Cuba.
Para mí, nieto de una canaria, que durante tantos años he investigado sobre la huella que dejaron los isleños en Cuba, y en especial en mi municipio, Cabaiguán, la bien llamada, Capital Canaria en Cuba, por la cantidad de emigrantes de este archipiélago que viajaron allí en las tres primeras décadas del siglo XX, los cuales dejaron una herencia imperecedera, es necesario escribir algunas cuartillas sobre la trascendencia de este hecho histórico.
No es la primera ocasión en que un presidente canario visita mi país, por ejemplo, Manuel Hermoso y Román Rodríguez, lo hicieron anteriormente, pero por diferentes razones, no llegaron nunca a Cabaiguán, ubicado casi en el centro de la isla y a unos 340 kilómetros de La Habana; incluso, puedo recordar que Jerónimo Saavedra, en 1991, no viajó a última hora, por asuntos de su cargo. Hace sólo unos días, el 4 de diciembre, se produce esta de Adán Martín, precisamente cuando se cumplió, el pasado 11 de noviembre, el centenario de la fundación de la Asociación Canaria de Cuba, la antigua, la de nuestros padres y abuelos, de la cual es heredera la actual, llamada muy justamente Leonor Pérez Cabrera, en honor a la madre canaria del Héroe Nacional cubano José Martí.
Si hacemos un poco de historia, podemos asegurar que es prácticamente imposible cuantificar de forma exacta, la cantidad de canarios que cruzaron el Océano Atlántico en diferentes buques hacia Cuba, en las tres primeras décadas del siglo XX.
Sin embargo, puede tenerse una idea si se consideran, por ejemplo, dos autorizadas opiniones sobre el particular; la primera de ellas ofrecida por la Revista Patria Isleña, editada en La Habana, cuando menciona en su edición de noviembre de 1926,que en esos momentos había en Cuba más de cien mil isleños, y la segunda, perteneciente al afamado poeta Félix Duarte, que sitúa en algo más de veinte mil a los palmeros que habían arribado a Cuba, desde principios del siglo XX hasta finales de los años treinta.
Al iniciarse la centuria, la situación económica de las Islas era sumamente difícil, lo que unido a la guerra que estalló en Marruecos en 1909, y que se extendió hasta 1927, motivó esa masiva emigración.
La Perla del Caribe, por su bonanza económica de entonces, se convirtió en el lugar deseado para los que no tenían solución a sus problemas en su tierra natal, y para los jóvenes que se sentían amenazados de ser reclutados para ir a morir en la contienda bélica que se desarrollaba en África. En los puertos canarios se embarcaron millares de personas, para emprender un largo viaje por la ilusión y la esperanza. Si en el siglo XIX la travesía trasatlántica se efectuaba en bergantines, goletas, corbetas y bergantines-goletas, en la época tratada se utilizaban, generalmente, los modernos vapores, los cuales, además de reducir considerablemente el tiempo de viaje, se suponía que tuvieran condiciones aceptables para albergar a seres humanos. En los casos de naves antiguas, se aseguraba que sus adaptaciones, en el último siglo del milenio y en la era de los adelantos, cubrirían las expectativas de los pasajeros.
Nada más lejos de la verdad, los emigrantes canarios, en su gran mayoría pobres campesinos que malamente pudieron pagar el pasaje - si no se habían endeudado para ello - eran tratados sin consideración alguna y se convertían en víctimas de repudiables atropellos.
Por otro lado, el afán de ganancias de los dueños, motivaba que en cada viaje se embarcaran más personas que las que aceptaba la capacidad del barco, lo que traía funestas consecuencias, tanto por el hacinamiento, como por las enfermedades o las epidemias que se producían a bordo.
En los buques existían hospedajes de tres clases: primera, segunda y tercera, casi la totalidad de los embarcados viajaban en la última de ellas, que era sinónimo no ya de molestias, sino de sufrimientos y calamidades.
El escritor canario Francisco González Díaz se refiere al tema en su libro Un canario en Cuba, escrito a raíz de su visita a la Isla en 1915, a bordo del buque Balmes:
Venía el buque repleto de pasaje que había ido recogiendo en los puertos de España..., era un ejemplo más de la inaudita manera de cómo en España se cumplen las reglas de navegación e inmigración Las leyes se hacen en España para ser burladas y trasgredidas únicamente.
Aún tomó el “Balmes” más pasaje en nuestros puertos, en Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma; por manera que cuando de este último puerta salimos para Las Antillas, ya sin otras escalas que las de Puerto Rico, la cubierta de la nave ofrecía el aspecto que debieron ofrecer antaño los buques fatídicos y terribles con que se realizaba la trata de negros.
Trata de blancos son sin duda estas modernas contrataciones o expediciones de emigrantes, hechos en forma que constituyen un agravio para la humanidad y una afrenta para la civilización. En las calas se amontonan los expedicionarios como bestias: les falta aire, luz, higiene, garantías sanitarias en absoluto.
No menos de seiscientos emigrantes llevaba el “Balmes”, hacinados en bodegas y cubiertas. Estos pasajeros de tercera clase, nos ofrecían a los de primera el penoso espectáculo de su desamparo y sordidez Cuando nos asomábamos a la boca del infierno, retrocedíamos espantados, creyendo ver más allá la suma de todos los humanos dolores. Muchos estaban tendidos en posiciones durísimas, como bestias; otros, la mayor parte, reían y cantaban al son de sus vihuelas. Los niños se arrastraban en torno a los padres o retozaban sobre montones de inmundicias. Salía del antro un vaho pestilente, irresistible... En el “Balmes” habían sido admitidos sobre seiscientos pasajeros de tercera y aún trescientos hubieran podido ir bien.
Como puede apreciarse el viaje hacia América constituía todo un problema para los emigrantes canarios, los cuales soportaban esas calamidades con la esperanza de que llegarían a la tierra de promisión.
Cuba sigue enriqueciéndose, La agricultura sigue siendo fabuloso manantial de oro -anunciaba en 1919 el periódico tinerfeño “La Comarca”. Un quintal de tabaco no seleccionado 30 duros. Ahora gana... el trabajador en el campo lo que pida. Es Cuba, después de los Estados Unidos de América, el país del mundo donde mejor se retribuye al obrero.
El emigrante, por tanto, traía en su equipaje una buena dosis de ilusión y de fe.
Los viajes duraban, generalmente de dieciocho a veinte días y al llegar a Cuba podían ser encerrados en el Departamento de Triscornia, por no llegar en las condiciones que exigían las leyes cubanas, hasta que alguien se responsabilizara con su situación.
La inauguración en 1902 del llamado Ferrocarril Central que unía la isla de oriente a occidente, permitió que a la zona central de Cuba, en esas tres primeras décadas del siglo XX, llegaron miles de esos emigrantes provenientes de las Islas Canarias; allí, formado por prósperas tierras, con una extensión aproximada de 598 kilómetros cuadrados, se encuentra en la actualidad el municipio de Cabaiguán, una simbólica prolongación de este archipiélago atlántico, por la gran cantidad de descendientes de isleños y naturales, que allí viven y por la presencia de costumbres y tradiciones, que desde su tierra natal, llevaron sus hijos hace alrededor de una centuria.
Pero su historia se remonta siglos atrás, cuando los primitivos habitantes de la isla se asentaron en sus bosques y ríos y legaron su incógnito nombre.
Luego de la llegada de los conquistadores españoles y al comenzar los repartos de tierras, Cabaiguán, por su cercanía a Sancti Spíritus, la cuarta villa fundada por Diego Velázquez en Cuba, fue mercedado en 1589 como hato ganadero, manteniéndose vinculado a este tipo de actividad por más de doscientos cincuenta años, hasta que en un nudo de caminos fue conformándose un poblado, que adquirió importancia durante la Guerra de Independencia de 1868, pues las fuerzas colonialistas construyeron en él un fortín donde se instaló un destacamento militar.
Con el advenimiento del siglo XX y la inauguración de una estación de ferrocarril en el pueblo, en febrero de 1902, comenzaron a arribar en masa grandes oleadas de inmigrantes canarios y peninsulares atraídos por las excelentes tierras para el cultivo del tabaco, su posterior proceso industrial y su comercialización, por lo que creció considerablemente el poblado y las zonas rurales cercanas comenzaron a llenarse de ávidos agricultores.
Aunque el tabaco ya se cultivaba en Cabaiguán desde muchos años antes, incluso por contados agricultores canarios que a mediados del siglo XIX ya se encontraban en zonas como Neiva y Santa Lucía, no es hasta principios de la vigésima centuria, que esa planta pasa a ocupar un lugar significativo y sobresaliente en la vida del territorio, llegando a convertirse en un componente identitario local y en símbolo de esa comarca del centro de Cuba.
Para tener una idea de lo que significó para Cabaiguán, la llegada masiva de inmigrantes desde las Islas Canarias atraídos por sus feraces tierras, que tanta fama estaban adquiriendo en esos años y que eran catalogadas como parte del nuevo paraíso tabacalero del centro de Cuba, ofrezco a continuación algunos datos ilustrativos:
I- Crecimiento de la población total de Cuba (1900-1931).
Año 1900........ 1 632 320 habitantes
Año 1907........ 2 048 980 habitantes
Año 1919........ 2 889 004 habitantes
Entre 1900 y 1907.....La población cubana aumentó 1.25 veces
Entre 1907 y 1919.....La población cubana aumentó 0.7 veces
Entre 1919 y 1931 .....La población cubana aumentó 0.7 veces
II- Crecimiento de la población total de Cabaiguán (1900 - 1931).
En 1900......... 2 000 habitantes
En 1907......... 6 026 habitantes
En 1919......... 19 416 habitantes
En 1931......... 26 399 habitantes
Entre 1900 y 1907.....La población cabaiguanense aumentó 3.01 veces
Entre 1907 y 1919.....La población cabaiguanense aumentó 3.22 veces
Entre 1919 y 1931.....La población cabaiguanense aumentó 1.33
TABLA COMPARATIVA
ETAPA AUMENTO POBLACIONAL
CUBA CABAIGUÁN
1900 - 1907 1.25 veces 3.01 veces
1907 - 1919 0.7 veces 3.22 veces
1919 - 1931 0.7 veces 1.33 veces
Como puede apreciarse el aumento poblacional en Cabaiguán difiere totalmente del nacional, convirtiéndose en un crecimiento atípico para la época y poco estudiado por especialistas, sólo posible por la afluencia sostenida, en grandes cantidades, de inmigrantes, la inmensa mayoría canarios.
Por tanto, el destino inicial de la plantación de la hoja quedó de manera total en manos de isleños, de todas las islas, muchos de los cuales ya conocían esas labores; estos excelentes vegueros, caracterizados por su sacrificio, laboriosidad y honestidad, comenzaron a ser imagen cotidiana y reconocida de los campos cabaiguanenses y zonas cercanas, en el cual se asentaron por millares y a donde llevaron sus hábitos, costumbres, sus tradiciones y su cultura en general.
Un ejemplo estadístico significativo, que sirve para demostrar claramente la motivación agrícola y el componente étnico a considerar (los inmigrantes canarios y peninsulares), de los habitantes del territorio tratado, puede apreciarse a continuación en un cuadro elaborado, sobre la base de datos de cuatro de las cinco principales zonas del actual municipio de Cabaiguán:
AÑO 1917
Barrio Población Población Vecinos Transeúntes
total
Urbana Rural Blancos Negros Blancos Negros
Cabaiguán 6 712 1 997 4 715 1 684 195 4 620 293
Guayos 6 932 698 6 234 2 044 238 4 500 150
Pedro Barba 2 304 - 2 304 864 27 1 376 37
Santa Lucía 3 921 - 3 921 890 66 2 916 49
Total 19 869 2 695 17 174 5 482 526 13 412 449
El cuadro anterior nos permite arribar a varias conclusiones:
- La masiva presencia de inmigrantes canarios y en menor medida de peninsulares de Asturias y Galicia, entre otros, determinó que en ese año 1917 -cuando se encontraba en pleno apogeo el fenómeno migratorio-, la población blanca (95.1 por ciento) en el territorio cabaiguanense, fuera abrumadoramente superior en cantidad a la negra.
- El interés de la población de mantenerse vinculada a las labores agrícolas, fundamentalmente en tareas relacionadas con el tabaco, provocó que las personas que se movían en el medio rural fueran 6.3 veces mayor en cantidad que los del urbano, destacándose las características de dos de esos barrios, cuyos habitantes vivían todos en el campo.
- Durante las cosechas tabacaleras y en la época de escogidas, llegaban al territorio cabaiguanense numerosas personas, con el único interés de laborar en ese renglón agrícola, por lo que los censados como transeúntes, representaban una proporción de alrededor de tres por cada uno de los vecinos.
El fenómeno antes mencionado trajo numerosas consecuencias para el territorio, como fue el crecimiento de los núcleos urbanos de Cabaiguán y Guayos, con el consiguiente aumento de repartos, calles, comercios, hoteles, bancos y establecimientos de todo tipo, lo que motivó un auge económico, comercial y financiero, nunca visto en el lugar; además, estimuló el lógico deseo de segregarse de Sancti Spíritus y constituir ayuntamiento propio, proceso que comenzó en 1909 y concluyó -no sin sonados problemas- el 7 de abril de 1926, cuando la Gaceta Oficial de la República publicó el Decreto del Presidente Gerardo Machado Morales, creando el municipio de Cabaiguán; e impulsó la transformación de los campos de la zona, pues el antiguo paisaje colonial, de enormes bosques y potreros, inmutable por más de trescientos años y caracterizado por los grandes lotes de tierra dedicados a la cría extensiva de ganado mayor, fue cambiando radicalmente, apareciendo los pequeños sitios agrarios, donde el inmigrante isleño cultivaba fundamentalmente tabaco, pero en los que a la vez, también producía granos, viandas y otros alimentos, vinculando a toda esa actividad a sus familiares, incluyendo a la esposa y a los hijos, aunque estos fueran pequeños, pues alguna faena tenían asignada para beneficio común.
La época de corte era especial, entonces se reunían en cada sitiería decenas de hombres, que contratados, aseguraban junto a los partidarios, que el tabaco no se pasara de tiempo. Cualquier sitiería, en tiempos de vega, se convertía en una comunidad donde la familia propietaria, convivía con esos partidarios y jornaleros, la mayoría de la misma isla y del mismo municipio canario, pues tejían redes de parentesco y amistad, que propiciaban una identificación mutua.
Además, muchos agricultores isleños acostumbraban a comprarles a sus vecinos las vegas y hacían escogidas en una casa de curar tabaco, en su propia sitiería, empleando hombres de su entera confianza. Allí despalaban, apartaban, engavillaban, enmanojaban y enterciaban, labores que les proporcionaba ciertas ganancias.
Por lo tanto, las magníficas vegas del lugar aceleraron la existencia de todos, motivando que los campos y el centro urbano principal, se llenaran de escogidas, despalillos, chinchales y fábricas de torcer la aromática hoja, dependiendo de esa actividad la vida del territorio, mejorándose caminos y otras vías para facilitar la transportación de la mercancía y el personal. Al importante ferrocarril, que funcionaba desde principios de siglo, se unió la carretera Central, cuyo trazado original pasaba distante del pueblo y fue desviado hacia el mismo por el Ministro de Obras Públicas de Machado, a petición de un grupo de representantes de la sociedad cabaiguanense.
El afamado escritor isleño Francisco González Díaz, que como mencioné anteriormente, visitó Cuba en 1915 invitado por la Asociación Canaria y dedicó toda una jornada a Cabaiguán, plasmó sus impresiones en su libro Un canario en Cuba, que publicó al año siguiente:
Cabaiguán es un pueblo en crecimiento franco y próspero, gracias sobre todo a la laboriosidad de los canarios. Se ha formado restándole fuerzas a Camajuaní desde donde muchos cultivadores y colonos se han corrido hacia aquellas tierras que les atraían con la promesa de sus grandes reservas vitales, sus excelentes condiciones y quizás la baratura de su adquisición. No tardó en construirse en torno del centro agrícola un centro urbano que se desarrolló en pocos años y hoy tiene suma importancia. La tendrá aún más grande dentro de algún tiempo, pues Cabaiguán crece a saltos bruscos, sin intermitencias con verdadero acento juvenil. Lo que fue villorio ahora es población activa, progresiva, llena de arrestos creadores. El campo próvido e inagotable en su riqueza, alumbrada por nuestros obreros lo alimenta y lo impulsa. En Cabaiguán vive Canarias... Si ellos se repatriasen, si un desarraigamiento y restitución colectiva al país de origen, les alejara de aquí, súbito detendríase el ritmo concertado y poderoso, que marca ese fecundo laborar...
Por su parte, el periodista canario Luis Felipe Gómez Wangüemert, en ocasión de lograr Cabaiguán la municipalidad en 1926, comentaba en la habanera Revista Patria Isleña, en un artículo dedicado totalmente a ese territorio:
Cabaiguán, es el nuevo término municipal, residencia de millares de isleños que son parte activa y provechosa en su comercio, su industria y su agricultura y también en las ciencias y en las letras...
Cabaiguán es una de las porciones de la provincia de Santa Clara en que se aprecia con mayor intensidad la influencia canaria, quizás y sin quizás, por que los hijos de “Las Afortunadas” han contribuido mucho a su nacimiento y prosperidad.
Cabaiguán es para nosotros, cuando tenemos la satisfacción de visitarlo, como un pedazo de la patria lejana que la fantasía coloca en Cuba.
Sin dudas, este municipio cubano tiene mucho que agradecerle a la aromática hoja, que según Gaspar Jorge García Galló se relacionó por primera vez con un canario, en el lejano año 1541, cuando Demetrio Pela, llegado a Cuba en los albores de la colonización española, aprendió de su amigo, el aborigen Erio-Xil Pandura, el secreto de su atención y cultivo; pero también Cabaiguán prodiga un agradecimiento eterno a aquellos laboriosos inmigrantes isleños que fueron el motor impulsor del desarrollo del territorio en todos los órdenes.
Sencillamente, sin los isleños, Cabaiguán, con sus campos actuales provistos de esa huella canaria imborrable, que rebosan de un criollismo singular y donde se conserva y se enriquece una identidad que tiene un sello muy propio y un tono común, forjada en años de duro trabajo en el surco y de creación de arraigados lazos familiares, hoy no fuera Cabaiguán.
No puede pasarse por alto que, a pesar de la distancia, desde hace casi veinte años, muchas delegaciones, grupos y visitantes canarios se han llegado a Cabaiguán; no se ha olvidado nunca la gran comitiva que el 15 de diciembre de 1991, encabezada por el Consejero de Industria Andrés Calvo González y por los Presidentes de los Cabildos de Gran Canaria y Fuerteventura, Pedro Lezcano y José Juan Herrera, respectivamente, se reunió y participó en emotivos actos con los cerca de cuatrocientos inmigrantes isleños que aún vivían allí, de los que hoy perduran sólo cuarenta y nueve; se recuerda la presencia constante de los Viceconsejeros de Relaciones Institucionales Isidoro Sánchez, Juan Padrón y Francisco Aznar; se agradece la cotidiana atención y visita del actual Viceconsejero de Emigración Efraín Medina; se aprecian los hermanamientos y visitas de sus alcaldes y concejales de los municipios de Villa de Mazo, Los Realejos, Icod de los Vinos y San Bartolomé de Lanzarote, aunque es justo decir que autoridades de otros municipios también han acudido a aquella tierra; es inolvidable la inauguración allí del Monumento Nacional y del Museo al emigrante canario; se recuerda, así mismo, la estancia de incontables delegaciones, conformadas por hijos sencillos del pueblo canario que llevaron su arte y amistad a nuestro central territorio.
Pero faltaba algo, un acto de justicia histórica, una visita simbólica que añorábamos todos, una presencia en la tierra donde descansan los restos de miles de isleños; sencillamente, que un presidente canario, el máximo representante de ese pueblo, aquel que fue emigrante y que encontró en Cabaiguán una segunda patria, el de nuestros ancestros, compartiera unas horas el orgullo y la familiaridad de los habitantes de allí.
Es por todo lo anterior, y por mucho más, que me he sentido conmovido, emocionado y regocijado por la visita de Adán Martín a mi Cabaiguán querido y he tenido que escribir estas líneas, no importa que hoy me encuentre temporalmente a miles de kilómetros - cuando regrese me llenarán de anécdotas y fotos -, pues estoy convencido que la población cabaiguanense, donde más de un ochenta por ciento de sus habitantes lleva de alguna forma sangre canaria en sus venas, le ofreció un caluroso recibimiento, como se merece el representante del hermano pueblo canario, ya lo dicen las noticias, colocación de ofrenda floral en el busto de José Martí, en el parque municipal que lleva su nombre y donde en 1918 los isleños del lugar sembraron siete palmas que simbolizan los siete montones canarios y que aún perduran; demostración de punto cubano, esas décimas que regresaron musicalizadas a Canarias en un viaje de ida y vuelta; entrega del libro Cabaiguán en la mano, por parte de su autora, la escritora y amiga cabaiguanense, nieta de tres canarios, Marlene Emelia García Pérez; la actuación del Grupo Tradicional Isleño de Pozas, fundado en 1929 por emigrantes y donde ahora bailan y cantan sus nietos; y las palabras finales de Adán Martín:
...quienes emigraron a la isla caribeña encontraron aquí tierras fértiles y supieron conservar durante todos estos años la pureza de nuestras tradiciones y mantener esas raíces en esta ciudad, que se transforma en la “Capital de Canarias en Cuba”.
Gracias, muchas gracias por esta visita y eterno agradecimiento a todos los que la propiciaron. En nombre del pueblo de Cabaiguán y especialmente de los descendientes canarios que lo conforman, me atrevo a asegurar que el 4 de diciembre de 2006, nunca podrá ser olvidado.