Migdalia Machín, La Heredera, acaba de ser elegida Secretaria General de CC en Lanzarote.
Dolores Corujo, La Multifunción, es la Secretaria General del PSOE conejero.
Astrid Pérez, La Valetudo, es la Presidenta, ahora y en el futuro cercano, del PP Insular.
De los cuatro partidos más importantes del panorama político insular, tres mujeres son las máximas dirigentes de sus respectivas formaciones políticas.
A nivel nacional, tanto en Ayuntamientos como en Comunidades Autónomas y en el Gobierno del país, la proliferación de mujeres en las más altas instancias de la política patria es más que notable.
María Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría, Susana Díaz, Manuela Carmena, Ada Colau, Irene Montero y un sinfín de mujeres se asientan en las comodísimas poltronas del poder.
Hace algún tiempo, escribí un artículo sobre la discriminación que la mujer sufría en este país llamado España, en el que la marginación laboral y social es evidente. Pensé, iluso de mi, que llamar la atención sobre este asunto podría llevar a nuestros políticos a reflexionar sobre algo que ni la sociedad moderna ni los políticos decentes debían consentir.
Pero una vez más me equivoqué en mis planteamientos.
Puede que a los hombres que nos gobiernan, machistas que los hay, no les interesa en absoluto equiparar de una vez por todas los derechos del mal llamado sexo débil hasta ponerlos al mismo nivel que el que gozan ellos. En pleno siglo XXI no hay ninguna razón, lo mires por donde lo mires, para que haya semejante diferencia entre sexos.
Aprovechando que un partido como Coalición Canaria, que aunque de nacionalista tiene bastante poco por no decir nada en absoluto pero es una formación muy importante en el panorama político canario, acaba de designar por mayoría casi absoluta, no en vano a cosechado su elección un voto en contra, una abstención, un voto nulo y 142 votos a favor a una mujer como su máxima mandataria, ¿a qué esperan ese elenco de elegidas para la gloria a cambiar todas y cada una de las leyes que marginan al sexo que ellas representan?
No hay injusticia mayor en este mundo que la que se denuncia por parte de quien la sufre y precisamente es quien la sufre la que no quiere, no puede o, lo que pasa en este caso, no la interesa corregir.
A partir de mañana lunes, escribo este artículo en Domingo, ya están tardando las tres Marías insulares, La Heredera, La Multifunción y La Valetudo, en solicitar una reunión urgente con sus homónimas nacionales para tratar este asunto que afecta de manera más que notable a miles y miles de mujeres y que, al mismo tiempo, indigna a miles y miles de hombres, por lo menos a mí y a muchos que yo conozco.
La política ya no es cosa de hombres como el Coñac. La mejor forma de demostrar que la incorporación de la mujer a la política es un acto de justicia y de igualdad consiste en conseguir que, a todos los niveles, los derechos y deberes no sean una cuestión de sexos.
¿De qué me sirve, o mejor dicho, de que le sirve a las mujeres discriminadas en sus derechos laborales, sociales y económicos, tener a algunas al frente de las principales instituciones políticas españolas si son incapaces de corregir semejantes desigualdades?
Si los partidos políticos son capaces de valorar hasta el extremo de colocar a mujeres en los cargos de más alta responsabilidad institucional, tanto a nivel partidario como de gobierno, será porque reconocen la valía personal y profesional de las mismas y por tanto su capacidad para llevar a la sociedad a las mayores cotas de igualdad que jamás hemos tenido en España.
En España se está dando la curiosa circunstancia de que en determinados eventos públicos de máxima audiencia, carreras de Fórmula 1, de motos, de ciclismo, etc, se está eliminando la presencia de azafatas, basándose en la utilización de las mujeres como elementos floreros que solo le dan un carácter cuasi erótico a su presencia en las mismas.
Pues bien, bajo mi humilde punto de vista, si las mujeres que están al frente de las instituciones públicas no consiguen equiparar los derechos de todos los ciudadanos, sea cual sea su sexo, para mi ejercen el mismo papel que las azafatas de los eventos deportivos. Con una gran diferencia, bueno dos, que cobran las primeras infinitamente más dinero a final de mes y que, ya puestos a ello, son bastante menos vistosas que las segundas.
Si yo fuera mujer, estaría a estas alturas del siglo, mucho más indignado con las políticas que con los políticos y pondría el grito en el cielo ante la pasividad, inutilidad e incompetencia que demuestran a la hora de defender lo que el hombre ha ignorado durante demasiados años.
Y que no me digan como excusa, las políticas, que acaban de llegar a las instituciones y que por eso cambiar determinadas actitudes machistas les va a llevar mucho más tiempo del necesario. Las Leyes y Normas que rigen el estado de derecho emanan de las instituciones y es el Congreso y el Senado quien promulga o deroga las mismas y ya están tardando.
Y si en los organismos donde se igualan los derechos tenemos una amplia y cualificada representación femenina, Presidenta del Congreso Ana Pastor, Vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz, varias ministras, portavoces de partidos políticos, etc., ya están tardando en derogar lo injusto y promulgar lo que en derecho les corresponde, porque si eso no son capaces de hacerlo, no valen ni para sostener el paraguas del último piloto de la parrilla de Motogp.