Por Mare Cabrera
Hay personas que no se aclaran con los parentescos. He comprobado, sobre todo en los hombres, que tienen poco claro cómo se nombra al marido de una hermana o a la mujer de un hijo. Es un follón, la verdad. Y quién nos iba a decir, sobre todo a la monarquía española e inglesa, que iban a dar tanta lata e incluso harían tambalear sus cimientos. Recordemos el apuro de su graciosa majestad Isabel II a causa de la archiconocida Lady Di. Uno de cada cuatro británicos apostaba por abolir la monarquía tras la muerte de Diana. La reina pretendía sobriedad y su pueblo alguna manifestación humana que al final tuvo lugar.
Sin salirnos del Reino Unido encontramos el caso de Wallis Simpson, esa americana re-divorciada por la que un rey abdicó, ya que no se le permitía casarse con ella como Eduardo VIII. Y de ahí hasta nuestros días: otro yerno que comienza a dar problemas, esta vez en la Casa Real española, otro "maridito de" que ha hecho por la república más que sus afines, en palabras de Cayo Lara.
Viendo películas como “La reina” o “El discurso del rey” (las recomiendo, por cierto, que siempre será mejor que perder el tiempo viendo telebasura), a uno le queda la sensación de que efectivamente hubo un momento en que los monárquicos flaquearon, y estamos hablando de Inglaterra, donde el apoyo a la Institución es mayoritario. No somos aquí tan afines ni partidarios, al menos tan devotos y dados al protocolo o al boato, una de las razones del "juancarlismo". A muchos, por ser de otra generación, no nos alienta agradecimiento o fidelidad al rey español, y a los nuevos súbditos hay que ganárselos en este siglo XXI. La sentencia judicial que haya de venir nos hará bajar la corona del pedestal o meterla en la vitrina de nuevo. Mientras tanto, una idea: mantener a los yernos y nueras en un plano apartado y discreto, alejados de las cámaras y los actos oficiales. Que paguen justos por pecadores y se queden sin salir en la foto. Y es que hay representantes impresentables que no deben volver a estar en primer plano.
Hay personas que no se aclaran con los parentescos. He comprobado, sobre todo en los hombres, que tienen poco claro cómo se nombra al marido de una hermana o a la mujer de un hijo. Es un follón, la verdad. Y quién nos iba a decir, sobre todo a la monarquía española e inglesa, que iban a dar tanta lata e incluso harían tambalear sus cimientos. Recordemos el apuro de su graciosa majestad Isabel II a causa de la archiconocida Lady Di. Uno de cada cuatro británicos apostaba por abolir la monarquía tras la muerte de Diana. La reina pretendía sobriedad y su pueblo alguna manifestación humana que al final tuvo lugar.
Sin salirnos del Reino Unido encontramos el caso de Wallis Simpson, esa americana re-divorciada por la que un rey abdicó, ya que no se le permitía casarse con ella como Eduardo VIII. Y de ahí hasta nuestros días: otro yerno que comienza a dar problemas, esta vez en la Casa Real española, otro "maridito de" que ha hecho por la república más que sus afines, en palabras de Cayo Lara.
Viendo películas como “La reina” o “El discurso del rey” (las recomiendo, por cierto, que siempre será mejor que perder el tiempo viendo telebasura), a uno le queda la sensación de que efectivamente hubo un momento en que los monárquicos flaquearon, y estamos hablando de Inglaterra, donde el apoyo a la Institución es mayoritario. No somos aquí tan afines ni partidarios, al menos tan devotos y dados al protocolo o al boato, una de las razones del "juancarlismo". A muchos, por ser de otra generación, no nos alienta agradecimiento o fidelidad al rey español, y a los nuevos súbditos hay que ganárselos en este siglo XXI. La sentencia judicial que haya de venir nos hará bajar la corona del pedestal o meterla en la vitrina de nuevo. Mientras tanto, una idea: mantener a los yernos y nueras en un plano apartado y discreto, alejados de las cámaras y los actos oficiales. Que paguen justos por pecadores y se queden sin salir en la foto. Y es que hay representantes impresentables que no deben volver a estar en primer plano.