lunes. 22.09.2025

A veces, se oye hablar a gente que comenta que las poblaciones de los países pobres son felices. Cuando llegan a mí afirmaciones de ese estilo, me da mucha pena, porque entiendo que quien dice eso no se entera de la realidad.

Una cosa es que las personas aprendan a vivir con poco, consigan salir adelante a pesar de todo tipo de privaciones, se resignen a llevar de la mejor manera posible una situación que probablemente les acompañe durante toda su existencia, etc... Otra bien distinta es que ese estado pueda producirles felicidad.

Si bien es cierto que la felicidad no la dan ni el dinero ni los bienes materiales (en la historia ha habido casos de famosos millonarios que han acabado suicidándose), también es cierto que un mínimo de dinero y de bienes materiales sí que se necesitan para vivir con dignidad. Justamente, dinero y bienes materiales que son muy escasos en numerosos países del planeta, bien sea porque sufren gobiernos dictatoriales o porque sufren la carga de enormes y eternas deudas externas.

A nivel personal, que cada cual mire a ver si vive la vida de forma digna pero austera y, en la medida en que pueda, ayude a quienes sufren, empezando por los más cercanos. A nivel de Administraciones Públicas, que sean valientes y pongan en primer lugar la atención a las personas, sin importar su nacionalidad, y reconsideren su posición sobre la justicia o injusticia de hacer pagar deudas eternas a países pobres, mientras a otros países se les perdonan, según el continente al que pertenezcan.

Roberto Blanco Hurtado

La felicidad de los pobres
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