martes. 23.09.2025

Por Mare Cabrera

Este vecino de Valterra que vivía en casa de su madre por las inmediaciones del Charco de San Ginés tenía problemas con la bebida, y seguramente su enfermedad le haría tener hábitos de vida poco saludables y pernoctar en la calle alguna que otra vez, aunque no era lo más frecuente, ya que solía vérsele aseado. La noche anterior a su fallecimiento un vecino del Charco lo veía caminando algo quejoso por la zona del Ginory, pero nada hacía presagiar que sería esa la última noche de su vida.

No procede ponerse a divagar sobre si su desaparición era la crónica de una muerte anunciada o no, tampoco si fue debida a muerte natural, supuesta paliza de no se sabe quién o una noche de excesos que terminó pasándole la peor de las facturas. Para concluir los motivos están los profesionales: médicos forenses y policía. Es una lástima que los foros de prensa digital se conviertan en un correveidile de elucubraciones y comentarios poco afortunados, pues estamos hablando de un ser humano.

Tampoco me parece de recibo que los familiares del fallecido tengan que leer o escuchar en las noticias que su pariente era politoxicómano, cuando basta con hablar con vecinos de la zona para que te digan que de eso nada, que no vivía en la calle y que no era causante de altercados. ¿Acaso si fuera drogadicto importaría menos que muriera en la calle tirado con el cielo como único techo? Hasta en la edad se han equivocado, añadiéndole a la real unos veinte años gratuitos que, por desgracia, no ha tenido la suerte de vivir.

Seamos prudentes y respetuosos. Preocupémonos, sea cual sea el entorno del fallecido o su estatus social, de que las autoridades competentes resuelvan este tipo de sucesos de la crónica negra de Lanzarote, que parece no hacer otra cosa que crecer en los últimos tiempos. Exijamos eficacia policial o judicial, pero dejemos descansar en paz a los que no habiendo podido disfrutar de la mejor vida posible se merecen al menos un respeto ante su muerte.

Juanito “El Camollo”
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