martes. 30.12.2025

Por Eduardo Álvarez

Sé que mi marcha dejó a mucha gente contenta y supongo más de uno habrá celebrado el que abandonara la patera en la que se ha convertido este paquebote de lujo que se llama LANZAROTE.

Cuando llegué a la Isla de Los Volcanes allá por 1986, me encontré con lo más parecido a un paraíso terrenal que yo había visto en mis viajes. Un paraíso terrenal diferente, amable, acogedor y dotado de una belleza natural incomparable que me hizo enamorarme de este lugar hasta el punto de querer pasar mis días aquí, dejando la “civilización” conocida para el recuerdo.

Después de más de 20 años intentando ser un conejero más, me voy con la sensación agridulce de no haberlo conseguido a pesar de mis esfuerzos por ser uno más de las muchas y grandes personas que moran este refugio natural de belleza y tranquilidad.

Ver en lo que se ha convertido Lanzarote en estas dos décadas produce una sensación que me es muy difícil de explicar.

Ver como se transforma un lugar paradisíaco donde los halla en algo tan vulgar como los destinos a los que nunca iremos si podemos evitarlo, me produce lástima.

Pero lo que más lastima me causa es ver cómo han sido los propios dirigentes políticos, conejeros, todos, los causantes de esta ruina en la que se ha convertido Lanzarote.

Políticos incapaces y empresarios sin escrúpulos han trasformado el paisaje volcánico de la Isla en un vertedero de intereses en el que, como siempre, los grandes damnificados han sido los ciudadanos presentes y sobre todo, los futuros, hijos todos de la madre Isla.

Después de tantos años trabajando por y para Lanzarote resulta muy duro ver en lo que mi paraíso terrenal se ha convertido gracias a la incompetencia arrogante de unos personajes que un día tomaron al asalto las instituciones públicas de la Isla para convertirlas en su particular reino de taifas, donde cada uno se repartía una parte de la tarta para hacer lo que más convenía a sus particulares intereses que, como casi siempre, distan un mundo de los intereses de los conejeros.

Lo malo de todo esto es que Lanzarote nunca volverá a ser lo que fue. Pero no sólo porque una vez que esquilmas el territorio es imposible volver a su estado natural sino que, además, la manifiesta incapacidad de los encargados de ello, los políticos, va ha conseguir lo más difícil todavía: terminar de hundir la patera a cañonazos de intereses bastardos.

Como decía un ilustre personaje, “partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria”

Este comentario es todavía más sangrante, refiriéndose a Lanzarote, ya que la realidad podría ser: “partiendo de la gloria hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria”.

Seguro que con el paso del tiempo y en la distancia podré ver las cosas de otra manera. O no.

Y podría comentar muchas mas cosas, pero eso será otra historia y quizás otro día.

Me fui de Lanzarote, pero Lanzarote no se fue de mí
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