Por Manuel N. González Díaz
Agradecimiento de la familia González Díaz por la concesión de la Medalla de Oro de Cruz Roja Española a la Ilustrísima Sra. Doña María José Díaz González
En nombre de la familia González Diaz, hijos de la distinguida, queremos agradecer en nuestro nombre la tan alta distinción, que supone una consideración por la labor filantrópica desarrollada por nuestra madre, que supuso la institucionalización y del desarrollo de la actividad de Cruz Roja Española en la Isla de Lanzarote.
Agradecemos la propuesta de la misma, que parte de la Asamblea Provincial de Las Palmas de Gran Canaria a la Asamblea Suprema en Madrid, y la aprobación de la misma, valorando positivamente sus méritos, que nosotros sabemos.
Nuestra madre, que pasó el pasado 21 de octubre de 2010, podemos afirmar que dejó esta vida con su conciencia tranquila, expresándola, cuando sabía de su pronto final, con la sentencia: “Hice lo que pude”.
No podría haberlo hecho sin la designación como presidenta de la Asamblea Insular, derivada de la confianza que en ella depositó la Asamblea Provincial, representada en las personas de don Juan Francis Apolinario, los hermanos Suárez del Toro, Paqui, Aurelio y otros cuyos nombres desconocemos nosotros, pero que sin duda en Gran Canaria recuerdan. Y esa confianza derivaba de su cualidad y capacidad de liderazgo.
Antes de contraer matrimonio con nuestro padre, Manuel Roque González López, se había desempeñado como enfermera de traumatología en la Clínica Ramón y Cajal, con el Dr. Gallejones, y sin duda ahí desarrolló, definitivamente, su vínculo con la salud, con la sanidad, con la medicina y con la atención al enfermo, al que sufre y al menos valido.
Podemos afirmar que nada humano le resultó ajeno, y que hizo suya la máxima de “aliviar el sufrimiento humano”, en cuerpo y alma, divisa de la Cruz Roja y de su fundador, Henry Dunant, al que admiraba, citaba y refería de continuo, como espíritu en acción ejemplar. Todavía nos resuenan sus referencias a la Batalla de Solferino, y a la heroicidad del fundador de Cruz Roja, y lo que es y fue muy importante para ella. Henry Dunant murió en el olvido. Ella no esperaba nada por las acciones que hizo, aunque sintió enorme satisfacción cuando conoció la idea de la concesión de la Medalla de Oro de Cruz Roja, creemos que es humana la satisfacción del reconocimiento de un mérito cuando se sabe del esfuerzo que supuso y de la valoración positiva del mismo.
Antes que nada queremos hacer mención, distinguida, a la figura de nuestro padre, Manuel González López, sin cuyo apoyo no hubiese logrado lo que logró, esto es, el desarrollo y la institucionalización definitiva de la Cruz Roja en Lanzarote, con lo que supuso para su sociedad y comunidad, por cuanto esa institución ha tenido incidencia en la misma transmitiendo a muchas personas los valores de solidaridad y compromiso con el otro, asistencia a los menos favorecidos y en definitiva, intentar aliviar el sufrimiento humano, con prescindencias de credo, nacionalidad, ideología, raza, sexo o cualquier otra diferencia habida entre las personas.
También queremos agradecer el apoyo de la comunidad insular, de autoridades, civiles y militares, a los delegados del Gobierno en la isla, Juan Jesús González Herrera, en tiempos de U.C.D., y a Agustín Torres García, en tiempos del PSOE, al Teniente Coronel Pastor, jefe militar en Lanzarote cuando entonces, y de aquel círculo de personas que la ayudó en una tarea que conllevó enorme tiempo y esfuerzo, haciendo especial mención a doña Caridad Romero del Más, y a su familia, entre otros, sin olvidarnos de los por aquel entonces muchos jóvenes que dedicaron tiempo y empeño en el desarrollo de las actividades normales de esta institución: Fierro, Pedro Fraile, Reguera, Miguel Ángel Hernández, Francisco Betancort, Juan Fajardo Feo y tantos otros, y otros muchos voluntarios y voluntarias, que nos perdonen los no referidos porque sólo ella, nuestra madre, podría hacer una justa valoración de la aportación de todos y cada uno de ellos, pero sabemos que contó con el apoyo de todos, y con su esfuerzo, todos unidos en pro de la consecución del objetivo ya referido, y siempre divulgando los valores de Cruz Roja, que sin duda, son muy positivos para toda sociedad humana, en nuestra Isla de Lanzarote, gracias a nuestra Isla, también.
Como dijimos, nuestra madre pasó a mejor vida con la conciencia tranquila, hizo lo que pudo y lo hizo desde el convencimiento, se puede afirmar que fue una cruzrojista de pro, y se sintió siempre orgullosa de ello, y luego de los logros que a nivel nacional e internacional alcanzó su muy querido y apreciado Don Juan Manuel Suárez del Toro, que fuera máximo responsable del Comité Internacional de la Cruz Roja.
Agradecemos a todos ellos, el reconocimiento del mérito que se hace efectivo con la concesión de la Medalla de Oro de Cruz Roja Española, que conlleva el tratamiento de Ilustrísima Señora Doña, a nuestra madre, Josefa María Díaz González, conocida en su círculo de amigos como Pepi Díaz, vayan estas palabras como recuerdo a su memoria, nuestro, y gracias a ustedes. Gracias.