Hace poco estuvimos en Jordania, donde las televisiones programan fútbol a toda hora. Y en las gradas veíamos grupitos de hombres, pero no de mujeres. Las mujeres casi invisibles en este mundo árabe, sometidas a normas de siglos lejanos, tienen difícil ir a la universidad, viajar, ser personas. Los turistas que vayan a Catar durante el mundial tendrán que evitar muestras de cariño en público, del mismo modo que no podrán exponer ciertas partes del cuerpo porque es obligatorio mantener una “vestimenta recatada” en la que queda prohibida la ropa sin mangas, los pantalones cortos o rotos, los bikinis, las minifaldas, etcétera.
Pero la industria del entretenimiento no se puede detener por estas tonterías, por eso el mundial se celebra en un lugar poco adecuado. Son miles de millones en juego, audiencias mundiales, fiestas colectivas si se gana y tristezas viejas si se pierde. El balón todo lo cura. Y por el camino se nos pide olvidar a los inmigrantes de allá, sus muertos durante las obras.