En los institutos nos solemos encontrar con directores ejemplares ante los que habría que quitarse el sombrero, pero nos encontramos también con algunos que llevan muchos años en la dirección, a la que han accedido quizá sin cumplir los requisitos para ejercer el cargo, salvo la afinidad con el poder político.
El estar muchos años en el poder puede ser un detonante de abuso de autoridad, el de creerse más que nadie (“aquí mando yo”), el de hostigamiento a los trabajadores, el de pensar que el centro es un 'cortijo' que le pertenece al que manda.
Pero no solo es esto, sino que también existen algunos centros cuyo proyecto de gestión es ambiguo, poco transparente y esta circunstancia nos puede llevar a pensar en el paradero del dinero que reciben. Los proyectos de gestión, que han de ser un ejercicio de transparencia y de responsabilidad, algunas veces generan muchas dudas.
Todo cuadra: cuanto más ambiguo sea un proyecto de gestión, más carencias y deficiencias tendrá el centro. No hay interés por parte de algunas secretarías en tener al día las cuentas ni los proyectos de gestión. Estos deberían estar colgados en la web de los centros sin necesidad de pedirlos. Además, los institutos habrían de someterse todos los años a auditorías técnicas y económicas. Estamos hablando de centros públicos y todos tenemos derecho a saber adónde va el dinero que reciben.
Sabemos que el poder corrompe en muchos casos y cuantos más años lleve una persona al frente de la dirección de un instituto, más posibilidades habrá de encontrarnos con amiguismos, tratos de favor a los 'palmeros' de la dirección, con una gestión nefasta de las cuentas y de la organización de los recursos materiales y humanos, que lleve el centro a una situación caótica porque, con el paso de los años, el despacho del 'director perpetuo' se ha convertido en un foco de corrupción, especulación y putrefacción.
El mandato al frente de un instituto debería estar limitado y vigilado para evitar determinadas situaciones y, por supuesto, debería haber más seriedad en el acceso a la función directiva, que ha de estar más profesionalizada de lo que está.